Lamento mexicano
M¨¦xico es un pa¨ªs eternamente inacabado que para ser alg¨²n d¨ªa grande, moderno y hospitalario con la mayor¨ªa de sus hijos necesita aliviar una vez m¨¢s el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad
M¨¦xico ser¨¢ alg¨²n d¨ªa un gran pa¨ªs, un pa¨ªs moderno y hospitalario para la mayor¨ªa de sus hijos, pero no ser¨¢ por aciertos que se hayan cometido en el curso de mi generaci¨®n. No al menos por una historia de aciertos sostenidos.
Nac¨ª a la vida intelectual bajo el mandato de empe?arme en la reflexi¨®n p¨²blica, en la pasi¨®n ut¨®pica por excelencia de cambiar el mundo critic¨¢ndolo. El balance de mi empe?o arroja un saldo vicioso de ensayo y error, un camino de ilusiones perdidas, ganadas y vueltas a perder, con frutos siempre inferiores a los buscados.
He dicho de mi generaci¨®n, la nacida en los a?os cuarenta del siglo pasado, que debut¨® muy temprano en la historia y adem¨¢s sobreactu¨® sus emociones. Tambi¨¦n sobreactu¨® sus sue?os. Su salida al mundo, con el movimiento estudiantil de 1968, fue una fiesta de libertad ejercida que termin¨® en una tragedia, la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.
Dir¨ªa que desde aquel momento fundador hemos so?ado de m¨¢s y conseguido de menos como generaci¨®n.
La guerra contra las drogas sumi¨® al pa¨ªs en una espiral de sangre que es una pesadilla
Hemos intentado las f¨®rmulas probadas en otros pa¨ªses para dejar atr¨¢s el subdesarrollo, como se dec¨ªa en mis tiempos, y las hemos vuelto insustanciales e insuficientes, cuando no parodias tr¨¢gicas, de resultados contrarios al so?ado.
No hemos tenido una d¨¦cada de crecimiento econ¨®mico alto y sostenido desde 1970, a?o a partir del cual duplicamos nuestra poblaci¨®n trayendo al mundo 70 millones m¨¢s de mexicanos.
Dilapidamos en el camino dos ciclos de abundancia petrolera, uno en los a?os ochenta del siglo pasado, otro en la primera d¨¦cada del siglo XXI. Las rentas de aquel auge han sido calculadas en seis veces y media el monto del Plan Marshall, que permiti¨® reconstruir la Europa devastada por la II?Guerra Mundial.
Una revoluci¨®n de terciopelo, hecha de reformas graduales y transiciones pactadas, convirti¨® la impresentable hegemon¨ªa priista, la famosa ¡°dictadura perfecta¡± de Mario Vargas Llosa, en una prometedora primavera democr¨¢tica.
Descubrimos poco a poco, sin embargo, que la nuestra era una democracia sin dem¨®cratas. Del fondo de nuestras costumbres pol¨ªticas m¨¢s que de las leyes vigentes emergi¨® paso a paso un r¨¦gimen de partidos que acab¨® siendo, a la vez, una partitocracia y una cleptocracia, pues su regla de eficacia electoral fue llevar r¨ªos de dinero ilegal a elecciones que cuestan cada vez m¨¢s e inducen cada d¨ªa mayores desv¨ªos de dineros p¨²blicos y mayores cuotas de corrupci¨®n en los gobernantes.
En lugar del presidencialismo opresivo de las eras del PRI, tenemos ahora un Gobierno federal d¨¦bil y una colecci¨®n de gobiernos locales impresentables: los m¨¢s ricos, los m¨¢s aut¨®nomos, los m¨¢s legitimados electoralmente y los m¨¢s corrompidos e irresponsables de la historia de M¨¦xico, pues ni cobran impuestos ni aplican la ley.
La guerra contra las drogas y el crimen organizado, que pareci¨® cuesti¨®n de vida o muerte hace 10 a?os, lejos de contener el tr¨¢fico, la violencia o el crimen los multiplic¨®, sumiendo al pa¨ªs en una espiral de sangre que es una pesadilla diaria.
El acierto estrat¨¦gico mayor de estos a?os, la integraci¨®n comercial con Am¨¦rica del Norte, no fue aprovechado para modernizar el resto de nuestra econom¨ªa, y debe buena parte de su competitividad a los bajos salarios.
La econom¨ªa mexicana produce billonarios de clase mundial pero no salarios dignos
La econom¨ªa mexicana produce billonarios de clase mundial peno no salarios dignos de una clase media decente. Nuestra riqueza, parad¨®jicamente, multiplica nuestra desigualdad.
Estamos lejos de ser el pa¨ªs pr¨®spero, equitativo y democr¨¢tico que so?¨®, al paso de los a?os, mi generaci¨®n. Hemos corrompido nuestra democracia, destruido nuestra seguridad, precarizado nuestra econom¨ªa y nuestros salarios, profundizado nuestra desigualdad.
La cuenta de las equivocaciones colectivas de estos a?os es notoriamente m¨¢s larga que la de los aciertos. La responsabilidad mayor es de los Gobiernos, desde luego, pero tambi¨¦n de sus oposiciones; de la baja calidad de nuestra opini¨®n p¨²blica y de nuestros medios, de nuestras empresas y empresarios, del conjunto de nuestra clase dirigente. Tambi¨¦n, de la d¨¦bil pedagog¨ªa que baja de nuestras escuelas, de nuestras iglesias, de nuestra vida intelectual y de los malos h¨¢bitos y las pobres convicciones de la sociedad.
El pa¨ªs que mi generaci¨®n heredar¨¢ es inferior al que so?¨® y al que hubiera podido construir equivoc¨¢ndose menos. No hemos sido los primeros mexicanos en esto de equivocarse mucho.
En el a?o de 1849, mientras escrib¨ªa el pr¨®logo de su Historia, Lucas Alam¨¢n lleg¨® a pensar que M¨¦xico pod¨ªa desaparecer y que su obra servir¨ªa para mostrar a los descendientes de aquella desgracia c¨®mo pod¨ªan volverse nada, por la acci¨®n de los hombres, los m¨¢s hermosos dones y las m¨¢s altas promesas de la naturaleza.
Casi 100 a?os despu¨¦s, en 1947, el historiador Daniel Cos¨ªo Villegas escribi¨®, en un ensayo inolvidable, que todos los hombres de la Revoluci¨®n Mexicana, sin excepci¨®n alguna, hab¨ªan estado por debajo de las exigencias de ella.
Podr¨ªa parafrasear a Cos¨ªo Villegas y decir, 70 a?os despu¨¦s de su sentencia, que todos en mi generaci¨®n, sin excepci¨®n alguna, hemos estado por debajo de las oportunidades que la historia nos brind¨® y m¨¢s por debajo a¨²n de lo que nos propusimos y so?amos. Hemos sido inferiores a lo que so?amos.
Me consuelo pensando que el pa¨ªs es m¨¢s grande que sus males, m¨¢s vital que sus vicios y m¨¢s inteligente que las ilusiones de sus hijos. Lo ha sido desde que existe. Su poder ha sido la resistencia, el ¡°aguante¡± como decimos los mexicanos, no la lucidez pr¨¢ctica de la acci¨®n colectiva.
En la mina de sabidur¨ªa recobrada que son los Inventarios de Jos¨¦ Emilio Pacheco, las columnas period¨ªsticas que escribi¨® entre 1974 y 2014, publicadas ahora en tres vol¨²menes por editorial Era, encuentro tres citas inesperadas de Chesterton que tienen una pertinencia, a la vez risue?a y serena, ante mis quejas.
Una dice: ¡°Para el esp¨ªritu infantil del pesimismo moderno cada derrota es el fin del mundo, cada nube el crep¨²sculo de los dioses. En la literatura, sobre todas las cosas, debemos resistir este p¨¢nico inane¡±.
La segunda cita dice: ¡°La esperanza solo resulta una fuerza cuando todo es desesperado¡ La ¨²nica raz¨®n para ser progresista es la tendencia al empeoramiento que hay en todas las cosas¡±.
La tercera dice: ¡°La historia no est¨¢ hecha de ruinas completadas y derribadas; m¨¢s bien est¨¢ hecha de ciudades a medio edificar, abandonadas por un constructor en quiebra¡±.
As¨ª el presente de M¨¦xico, eternamente inacabado. Hay que renovar el contrato y cambiar al constructor, aliviando una vez m¨¢s, como quer¨ªa Gramsci, el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad.
H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn es escritor, director de la revista Nexos.
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