El ¨¢lbum secreto de Sorolla
El pintor Joaqu¨ªn Sorolla se sirvi¨® de la c¨¢mara para capturar todo aquello que escapaba a la fugacidad de la mirada. La fotograf¨ªa ocup¨® un lugar privilegiado en su obra y tambi¨¦n en su vida: se code¨® con los maestros de la ¨¦poca y atesor¨® una nutrida colecci¨®n de instant¨¢neas. Ahora una exposici¨®n nos permite asomarnos al excepcional ¨¢lbum que recoge los momentos clave del universo del artista valenciano.
EN LA VIDA del pintor Joaqu¨ªn Sorolla (Valencia, 1863-Madrid, 1923), la fotograf¨ªa ocup¨® un lugar fundamental. As¨ª lo atestigua su cercan¨ªa con algunos de los grandes profesionales espa?oles de su tiempo como Antonio Garc¨ªa, Christian Franzen, Alfonso, Camp¨²a, Guillem Bestard, Venancio Gombau, Rioja de Pablo y Gonz¨¢lez Ragel. Especialmente estrechos fueron sus v¨ªnculos con los dos primeros: su suegro, Antonio Garc¨ªa, el gran patriarca de la fotograf¨ªa valenciana, y el dan¨¦s Christian Franzen, el m¨¢s importante retratista y reportero de la Espa?a de la restauraci¨®n y la regencia. Con Garc¨ªa comparti¨® Sorolla sus a?os de formaci¨®n en Valencia, y en su estudio realiz¨® en su juventud faenas de iluminaci¨®n y retoque. A Franzen comenz¨® a tratarle al poco de instalarse en Madrid, en los d¨ªas finales del siglo XIX. A ambos los retrat¨® el artista en dos obras admirables, no solo por su propia excepcionalidad en la producci¨®n art¨ªstica espa?ola, sino tambi¨¦n por su car¨¢cter de homenaje y celebraci¨®n de las disciplinas pict¨®rica y fotogr¨¢fica.
pulsa en la fotoSorolla pintando Charro a caballo en los campos de Salamanca en 1912.Venancio Gombau
La afinidad de Sorolla con los fot¨®grafos se mantuvo tambi¨¦n en sus viajes por Estados Unidos, donde le retrataron profesionales de la talla de W. A. Cooper, William G. Hollinger, Sebastian Cruset, George Harris, Martha Ewing y Gertrude K?sebier ¨Cde esta ¨¦poca destaca precisamente el retrato que esta, miembro ilustre del movimiento Photo-Secession, le tom¨® en Nueva York en 1909¨C. La proximidad con los fot¨®grafos fue decisiva en la creaci¨®n de la visi¨®n fotogr¨¢fica de Sorolla. Las fotos le sirvieron para observar detalles de las cosas que, como advirti¨® Proust, el ojo humano no era capaz de percibir debido a la fugacidad de la mirada. De la fotograf¨ªa apreciaba el artista lo que tiene de azaroso, el car¨¢cter de pasado que alcanzan las instant¨¢neas en el momento mismo de la toma, su cualidad de testimonio y de fuente de memoria. Las crecientes exigencias de su obra, sobre todo cuando inici¨® su monumental Visi¨®n de Espa?a en 14 paneles (1912-1919), lo llevaron a buscar el auxilio de la fotograf¨ªa: a menudo tuvo que recurrir a aquellas im¨¢genes amarillentas, que encontraba el pintor Guti¨¦rrez Solana expuestas en los escaparates de los estudios de Castilla, ¡°de tipos del pa¨ªs, con sus trajes caracter¨ªsticos, que ya no se sacan m¨¢s que en los juegos florales¡±. M¨¢s que valerse de las fotos para refrescar los huecos de su memoria, trat¨® siempre de acercarse a sus realidades ocultas y superpuestas. Era plenamente consciente de que solo la c¨¢mara era capaz de mostrarle lo que ya no exist¨ªa, lo que hab¨ªa sido barrido por la desconsideraci¨®n del tiempo.
El inter¨¦s de Sorolla por la fotograf¨ªa tambi¨¦n se advierte en la nutrida colecci¨®n de im¨¢genes que lleg¨® a reunir en vida de autores diversos y diferentes ¨¦pocas, estilos y geograf¨ªas. Entre ellas, adem¨¢s de numerosos retratos, no faltan cientos de estampas de sus escenarios personales m¨¢s queridos: las playas de la Malvarrosa y el Caba?al, los trajines de los pescadores que guiaban a los bueyes uncidos por parejas, las barcas o la Casa dels Bous, que estaba frente a la antigua lonja de pescado y en la que sol¨ªa guardar el pintor sus lienzos y aparejos. Las fotograf¨ªas nos muestran a Sorolla en estos ambientes marineros, trabajando con el caballete bien anclado en la arena, contemplando extasiado el espect¨¢culo inagotable del mar, la ondulaci¨®n de las olas, el imperceptible movimiento del sol, la m¨¢gica reverberaci¨®n de la luz, dichoso en su para¨ªso creativo en el que guardaba su tesoro de sol y de luz, como pronto percibi¨® Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. ¡°Cuando uno entra en el estudio de Sorolla parece que se sale a la playa o al cielo; no es una puerta que se cierra con nosotros, es una puerta que se abre al mediod¨ªa¡±.
Durante largos a?os, Sorolla fue tan cuestionado por los sectores m¨¢s burocr¨¢ticos de la cr¨ªtica como apreciado por el p¨²blico de todo el mundo. Hoy el pintor mantiene intacta la estimaci¨®n popular y su obra se ha ganado tambi¨¦n el respeto del entendido. Como hab¨ªa pronosticado P¨ªo Baroja, el gran maestro valenciano ha superado en los ¨²ltimos 30 a?os el olvido de d¨¦cadas para alcanzar el reconocimiento universal. La exposici¨®n Sorolla en su para¨ªso se centra en la imagen del pintor m¨¢s que en su obra, y en ella lo podremos ver rodeado de las personas de su c¨ªrculo familiar y afectivo, abandonado al ejercicio de su oficio en los ¨¢mbitos infinitos de la naturaleza, desde la orilla del mar hasta la vastedad de los campos de Castilla. Un monumento iconogr¨¢fico de inapreciable valor que nos acerca a la imagen ¨ªntima y p¨²blica de este hombre sencillo y acogedor de menguada estatura que se convert¨ªa en gigante cuando cog¨ªa los pinceles.
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