Un refer¨¦ndum dual
Una salida constitucional al problema que se ha generado en y con Catalu?a es la celebraci¨®n de una votaci¨®n en todo el territorio nacional con m¨²ltiples opciones abiertas que desactivar¨ªan el rupturismo independentista
Los referendos no son buenos ni malos. Los hay disgregadores, como los plebiscitos presidenciales, el Brexit o los que arruinaron al Estado de California con consultas populistas de expansi¨®n del gasto p¨²blico y contracci¨®n de los impuestos. Y los hay que, por el contrario, favorecen el pactismo, como los celebrados en Suiza o Uruguay. Tal y como se?ala el polit¨®logo David Altman, Suiza y Uruguay son los pa¨ªses que m¨¢s consultas populares organizan en sus regiones y, en lugar de ser los pa¨ªses m¨¢s radicalizados, son los m¨¢s consensuales.
Lo que determina si un refer¨¦ndum socava o apuntala una democracia es qui¨¦n lo promueve. Los referendos polarizadores tienen un solo emprendedor pol¨ªtico. Este puede ser un conservador como Cameron o un izquierdista como Tsipras, un movimiento socialista caribe?o o uno popular catal¨¢n. Todos comparten el mismo problema: responder s¨ª o no a una sola propuesta.
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El sentido com¨²n nos dice que las consultas s¨ª-no son m¨¢s claras, pero esconden una oscura perversidad. Porque, como la opci¨®n del s¨ª (al Brexit, a la independencia de Catalu?a, etc) se construye sobre muchos hipot¨¦ticos si (si nos dejan estar en el mercado com¨²n, si quedamos fuera de la UE, etc), a la hora de la verdad lo que se discute es cu¨¢nto nos gusta la situaci¨®n actual.
El resultado de estos referendos dicot¨®micos depende pues del siempre vol¨¢til term¨®metro del enfado social. Pol¨ªticos ventajistas, o salvapatrias bienintencionados, intentar¨¢n capitalizar el descontento ciudadano generado por una crisis pol¨ªtica o econ¨®mica para elevar la temperatura con cr¨ªticas desmesuradas y pescar en r¨ªo revuelto para su causa antisistema. En reacci¨®n, los partidarios del sistema se defender¨¢n tambi¨¦n con argumentos hiperb¨®licos sobre las catastr¨®ficas consecuencias de dejar votar al pueblo. El corolario es una fuerte polarizaci¨®n social.
Ese efecto es independiente de si la consulta se celebra o no. Por ejemplo, aunque no se pongan las urnas, Catalu?a ya est¨¢ fracturada en dos bandos.
La soluci¨®n pasa por facilitar un refer¨¦ndum dual. Es decir, una consulta iniciada por dos emprendedores pol¨ªticos que act¨²an el uno de contrapeso al otro porque derivan su legitimidad de fuentes opuestas.
Es lo que ocurre en Suiza o Uruguay. Estos pa¨ªses permiten una participaci¨®n ciudadana activa tanto para proponer iniciativas legislativas como para someter a refer¨¦ndum las del legislador. Pero, para evitar un saqueo del debate pol¨ªtico por parte de minor¨ªas altamente motivadas, el legislador tiene la opci¨®n de hacer una contrapropuesta, que tambi¨¦n se a?ade a la pregunta de la consulta.
Las consultas con s¨®lo dos respuestas (¡®s¨ª¡¯ o ¡®no¡¯) no trazan entendimiento sino fronteras internas
A su vez, para que los representantes pol¨ªticos no descuarticen la iniciativa popular con una contraoferta que divida al ¡°enemigo¡±, los referendos consensuales pueden incluir una doble pregunta. Primero se decide sobre si el statu quo debe cambiar o no (una disyuntiva que favorece a los impulsores de la propuesta popular). Y despu¨¦s se enfrenta la concreta iniciativa popular a la contrapropuesta del legislador (un dilema que favorece a ¨¦ste).
De esta forma, un refer¨¦ndum potencialmente centr¨ªfugo se convierte en centr¨ªpeto. Los adversarios pol¨ªticos se ven forzados a acomodar la opini¨®n del otro en sus propuestas para evitar una derrota humillante. Si los movimientos populares saben que su invitaci¨®n rupturista acabar¨¢ contraponi¨¦ndose a una respuesta estrat¨¦gica de los partidarios del continuismo, ser¨¢n m¨¢s cautos en sus peticiones; y viceversa.
Esto es lo que debemos lograr en Espa?a: transformar el enfrentamiento binario en un acuerdo plural. Eso quiere decir rechazar un refer¨¦ndum polarizador, como el propuesto por la Generalitat, y sentar las bases de uno consensual en el que haya una secuencia de preguntas ¡ªseparadas en el tiempo¡ª sobre la estructura territorial del pa¨ªs.
Para ello, las Cortes Generales deber¨ªan permitir, primero, una consulta no vinculante en Catalu?a sobre si sus ciudadanos desean un cambio en el modelo territorial o no. En el caso de existir una amplia respuesta afirmativa, se abrir¨ªa un proceso participativo en el que se ver¨ªan obligados a posicionarse hasta los m¨¢s esc¨¦pticos, como Ciudadanos y el PP.
En Espa?a es necesario transformar el enfrentamiento binario en un acuerdo plural
Tras un prudencial periodo de negociaciones, las fuerzas pol¨ªticas representadas en las Cortes har¨ªan una propuesta de relaci¨®n territorial con Catalu?a, que podr¨ªa incluir un pacto fiscal y algunas delegaciones de competencias, pero tambi¨¦n devoluciones y obligaciones. Y es que ninguna iniciativa que incluyera s¨®lo cesiones tendr¨ªa posibilidades de generar consenso en todo el pa¨ªs.
Llegado ese momento, nos encontrar¨ªamos ya en condiciones de plantear un refer¨¦ndum dual en todo el territorio nacional. Es decir, un refer¨¦ndum en el que el statu quo se enfrente tanto a la propuesta popular (la independencia que proponen los soberanistas) como a la propuesta del legislador (la reforma territorial acordada en las Cortes).
La pregunta se podr¨ªa articular de distintas formas. Podr¨ªa ser una pregunta con tres respuestas (la situaci¨®n actual frente a las dos alternativas), tal y como planteamos con Alberto Penad¨¦s en El arte del refer¨¦ndum (EL PA?S, 08/09/2014). Una pregunta as¨ª permitir¨ªa satisfacer la preferencia mayoritaria de los catalanes que no es ni el contexto presente ni la independencia, sino una opci¨®n intermedia.
Otra alternativa ser¨ªa una doble pregunta: ?Quiere que se cambie el Estado de las Autonom¨ªas? S¨ª o no. Y, en caso afirmativo: ?Quiere esta reforma del Estatuto de Autonom¨ªa o quiere iniciar un proceso de reforma constitucional agravado que regule un proceso de separaci¨®n para Catalu?a? En este caso tambi¨¦n los votantes tendr¨ªan una opci¨®n intermedia de consenso.
Tanto con un dise?o como con otro, un refer¨¦ndum dual sobre la estructura territorial de Espa?a desactivar¨ªa la opci¨®n rupturista. El refer¨¦ndum favorecer¨ªa un pacto consensuado sobre la cuesti¨®n de fondo porque cada una de las partes actuar¨ªa de forma t¨¢ctica. Si sabes que no vas a arrollar en las urnas, abandonas las posiciones maximalistas y te conformas con reescribir el marco de convivencia.
Los constitucionalistas deben entender que permitir referendos de estas caracter¨ªsticas es la mejor f¨®rmula para salvar el orden constitucional de tempestades pol¨ªticas presentes y futuras. Porque la alternativa realista a un refer¨¦ndum dual no es la paz social, sino un refer¨¦ndum polarizador de s¨ª o no a la independencia de Catalu?a que, si no llega en 2017, lo har¨¢ en 2019 o en cuanto el pa¨ªs entre en el pr¨®ximo ciclo recesivo.
Y los soberanistas deben asumir que las votaciones claras ¡ªde s¨ª o no¡ª son las que m¨¢s confunden, porque no trazan l¨ªneas de entendimiento sino fronteras internas.
Un mal refer¨¦ndum, se celebre o no, nos separa. Uno bueno nos unir¨¢.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Gotemburgo.
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