Mocoa
No les voy a pedir que donen, pero no se olviden de Mocoa. Aunque est¨¦ muy lejos

Desde que vivo en Colombia he comprendido el concepto de pobreza multidimensional. Aqu¨ª no tiene sentido mirar las cuentas bancarias para contar pobres. Aqu¨ª la gente no tiene una cuenta porque tampoco tiene casa, ni agua corriente, ni luz cuando cae la noche. Por eso, un r¨ªo desbordado es capaz de convertir una ciudad en un recuerdo.
Mocoa, en el sur del pa¨ªs, desapareci¨® la madrugada del pasado s¨¢bado. En una noche llovi¨® como no hab¨ªa llovido en 25 a?os. Riadas incontrolables de barro, piedras y palos acabaron con la vida de centenares de personas. Todas humildes de solemnidad. Muchas eran, adem¨¢s, v¨ªctimas de la guerra de Colombia. Viv¨ªan a los pies del Amazonas. Probablemente nadie les dijo d¨®nde deb¨ªan construir sus casas de barro, ladrillo, arena y tejado de chapa para evitar las embestidas de la naturaleza. Y es muy posible que tampoco les explicaran que el cambio clim¨¢tico unido a la ganader¨ªa descontrolada y los cultivos de coca podr¨ªa terminar en tragedia. Porque estos negocios eran su manera de poner un plato en la mesa.
Cuando esta columna se publique, el n¨²mero de fallecidos seguir¨¢ subiendo porque a¨²n quedan cientos de desaparecidos por identificar. No les voy a pedir que donen. Voy a permitirme la licencia de recordar el lema con el que Forges consigui¨® que unos cuantos no se olvidaran de Hait¨ª cuando en 2010 la tierra cruji¨®. No se olviden de Mocoa, aunque est¨¦ muy lejos. (Ni de Siria).
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