Verdad, democracia y periodismo
EL PA?S comienza hoy una serie de contenidos especiales sobre la libertad de prensa para mostrar la realidad de una labor en constante amenaza
EL PA?S publicar¨¢ durante este mes una serie de contenidos especiales con motivo de la conferencia del D¨ªa Mudial de la Libertad de Prensa de la UNESCO. Voces que han visto amenazada su vida por el hecho de cumplir con su deber como reportero, personajes que han dedicado su vida a luchar por el derecho a informar, experiencias en primera persona, y relatos de profesionales que arriesgan todo por abrir una ventana al periodismo en algunos de los lugares m¨¢s peligrosos del planeta formar¨¢n parte de las piezas que EL PA?S ha preparado para mostrar la realidad de una labor en constante amenaza.
La libertad de prensa est¨¢ en peligro, y con ella, toda la arquitectura de libertades y derechos que conforman una democracia. Conocimos una ¨¦poca en la que la falta de libertad se identificaba, justamente, por el miedo a hablar. Hoy, casi en el extremo contrario, es el exceso de palabras, la verborrea desatada, lo que, en buena medida, se utiliza para negarle al ciudadano el acceso a la verdad.
Vivimos un tiempo de gran convulsi¨®n. Es muy compartida la impresi¨®n de que todo lo que ten¨ªamos por estable se derrumba de repente sin explicaci¨®n: las costumbres, las pr¨¢cticas, los valores que nos acompa?aron durante d¨¦cadas son cuestionados y algunos se ven al borde de la extinci¨®n. Los m¨¦ritos que hasta hace poco nos orgullec¨ªan hoy se desprecian. Y lo m¨¢s grave de todo: las instituciones que ayer cre¨ªamos s¨®lidas como rocas parecen hoy, m¨¢s que vulnerables, insostenibles.
La crisis de la prensa est¨¢ marcada por dos grandes acontecimientos de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas: la expansi¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas vinculadas a Internet y la crisis econ¨®mica. Por un lado, las nuevas tecnolog¨ªas ponen al alcance de los lectores nuevos dispositivos que le ganan a los peri¨®dicos en rapidez y versatilidad, y que parecen llamados a sustituirlos de forma inexorable. Al mismo tiempo, la crisis econ¨®mica se refleja en los peri¨®dicos en una catastr¨®fica ca¨ªda de publicidad de la que nunca nos recuperamos y que ha acelerado el debilitamiento de las empresas period¨ªsticas.
Esa misma crisis econ¨®mica tuvo otros muchos efectos nocivos en la sociedad: la desmoralizaci¨®n ciudadana, la p¨¦rdida de confianza en las instituciones, la desesperaci¨®n, la insolidaridad y el odio. Caldo de cultivo todo ello del populismo y la demagogia.
Se juntan, pues, los elementos de la tormenta perfecta: por un lado, una sociedad abonada para el autoritarismo, que se alimenta con la difusi¨®n de mentiras, rumores, consignas, calumnias¡ y, por el otro, una prensa muy d¨¦bil para tratar de establecer los hechos y defender la verdad.
Como advierte Timothy Snyder: ¡°Renunciar a los hechos es renunciar a la libertad. Si nada es verdad, nadie puede criticar al poder porque no hay ninguna base sobre lo que hacerlo. Si nada es verdad, todo es espect¨¢culo. La billetera m¨¢s grande paga las luces m¨¢s deslumbrantes¡±.
En estas condiciones, hemos asistido al ascenso de figuras pol¨ªticas, organizaciones o ideas que cuestionan el papel de la prensa, a la que con frecuencia descalifican como c¨®mplice de las instituciones o como defensora de intereses espurios, para anular su capacidad de cr¨ªtica. El m¨¦todo es sencillo y ha sido practicado en los ¨²ltimos a?os en numerosos pa¨ªses: pongo en duda la honestidad y la legitimidad de un peri¨®dico, y a partir de ah¨ª cualquier cosa que ese peri¨®dico diga sobre m¨ª carecer¨¢ de credibilidad entre mis seguidores. Al mismo tiempo, eso me dar¨¢ la oportunidad de establecer yo mismo los hechos, de crear mi propia verdad; ni siquiera necesito crear mi propio peri¨®dico ¨Ccomo anta?o-, puedo crear mi propio universo ideol¨®gico a base de tuits.
Obviamente, el personaje m¨¢s paradigm¨¢tico en este papel es Donald Trump. Pero no es el ¨²nico. Y, sobre todo, puede no ser el el ¨²ltimo.
Trump asent¨® su ¨¦xito en el desprestigio de lo que llama la prensa del sistema liberal dominante, es decir los grandes peri¨®dicos que sirvieron para que Estados Unidos fuera una gran democracia: The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times¡ Trump sab¨ªa desde el principio que sus propuestas insensatas y su ideolog¨ªa xen¨®foba y populista ser¨ªan seriamente censuradas por los principales peri¨®dicos y necesitaba crearse mecanismos ¡°alternativos¡± con los que difundir sus soflamas y calumnias. Se apoy¨® en algunos peri¨®dicos digitales ¨Ceso que en Espa?a llamamos confidenciales- y en las redes sociales. Y se ocup¨® de anular la influencia de los grandes peri¨®dicos con insultos y desprecios a sus editoriales y a sus periodistas. Tuvo ¨¦xito, triunf¨®. Y hoy nuestros colegas norteamericanos, por mucho que cueste imaginarlo, ven seriamente en peligro la libertad de prensa en Estados Unidos.
Con m¨¦todos m¨¢s dr¨¢sticos, lo que intenta Trump en EE UU, lo hizo antes Ch¨¢vez en Venezuela o Putin en Rusia. De una u otra forma toda la actual ola de populismo y ultranacionalismo en Europa, de cualquier signo ideol¨®gico, est¨¢ basada en el desprestigio de la Prensa y en la creaci¨®n de supuestos medios alternativos.
Comprendo que la palabra suena bien: alternativo. Yo tambi¨¦n siento atracci¨®n inmediata por algo que se presenta como alternativo. Solo conviene comprobar si realmente lo es.
?Son los confidenciales alternativos a la Prensa tradicional por su tecnolog¨ªa? Desde luego que no. Las grandes cabeceras son hoy tambi¨¦n los primeros peri¨®dicos en Internet. The New York Times, The Washington Post, The Guardian son tambi¨¦n los mayores peri¨®dicos digitales del mundo, y EL PA?S es el primer peri¨®dico mundial en espa?ol.
?Son los peri¨®dicos nativos digitales distintos a los tradicionales en su forma de financiaci¨®n? En su mayor¨ªa tampoco. Casi todos recurren a la publicidad para su sostenimiento y, frecuentemente, con relaciones mucho menos transparentes que las que tienen los peri¨®dicos tradicionales. En los pocos casos en los que esa financiaci¨®n se limita a donaciones, se est¨¢ aceptando un papel secundario de los medios de comunicaci¨®n y se est¨¢ renunciando a lo que considero un principio indiscutible en los medios de comunicaci¨®n: que solo empresas period¨ªsticas robustas son capaces de garantizar la independencia de los peri¨®dicos y de los periodistas.
La gran diferencia entre los confidenciales y los peri¨®dicos tradicionales es, en realidad, su profesionalidad. Mientras los segundos, los peri¨®dicos, nos sentimos obligados a cumplir las exigencias y los l¨ªmites, las normas deontol¨®gicas de nuestros oficio, los primeros, los confidenciales, no tienen escr¨²pulos en exagerar, mentir o distorsionar para satisfacer sus objetivos comerciales, a veces disfrazados de objetivos ideol¨®gicos o causas sociales.
De nuevo, algunas palabras enga?an: la supuesta defensa de una causa esconde a veces la simple manipulaci¨®n. Los buenos peri¨®dicos no pueden tener m¨¢s causa que la de contribuir a que sus lectores est¨¦n bien informados, honestamente informados, con el objeto de que pueden defenderse de los poderosos y sean libres para tomar sus propias decisiones. Los peri¨®dicos justicieros, ni hacen justicia ni son peri¨®dicos.
La manipulaci¨®n, el rumor, el insulto son instrumentos para estimular el odio, crear adeptos y, por tanto, impedir la libertad. Los hechos son los hechos, tanto si nos benefician como si nos perjudican, y la mentira es la mentira, aunque se llame postverdad, y la postverdad ¡°es el prefascismo¡±. ¡°Los fascistas¡±, cito de nuevo a Snyder, ¡°despreciaban las peque?as verdades de la experiencia cotidiana, adoraban todas las consignas que resonaran como una nueva religi¨®n y prefer¨ªan los mitos creativos antes que la historia o el periodismo. Los fascistas tambi¨¦n utilizaron los nuevos medios de comunicaci¨®n, que en aquella ¨¦poca era la radio, para crear un son de tambores de propaganda que despertaba los sentimientos de la gente antes de que tuviera tiempo de establecer los hechos. Y ahora, igual que entonces, mucha gente ha confundido la fe en un l¨ªder con la verdad sobre el mundo en que vivimos todos¡±.
En Espa?a algunos tambi¨¦n tratan de que las emociones dominen sobre los hechos. Con constantes apelaciones al estado de ¨¢nimo de lo que llaman ¡°la gente¡±, se pretende que lo que se cree sea m¨¢s importante que lo que se conoce. Este desprecio al conocimiento va unido al desprecio a la verdad y al enaltecimiento del espect¨¢culo. Existe una p¨¢gina web en nuestro pa¨ªs que invita a inventarse las noticias y pone a disposici¨®n del cliente los instrumentos para crear una noticia falsa que parezca cierta, con el ¨²nico prop¨®sito, dicen, de hacer una broma.
No es una broma. El sometimiento constante de los ciudadanos a noticias falsas, a informaciones corrompidas, est¨¢ dificultando nuestra convivencia y destruyendo nuestra democracia.
No digo que los peri¨®dicos tradicionales seamos perfectos. Lo cierto es que estamos lejos de serlo. Pero basta medir la virulencia que los demagogos utilizan contra nosotros para entender hasta qu¨¦ punto los peri¨®dicos seguimos siendo un baluarte contra el totalitarismo. Y precisamente porque la amenaza de ese totalitarismo es hoy mayor ¨Cmiren a Polonia, a Hungr¨ªa, pero tambi¨¦n al Reino Unido o a Francia-, la libertad de prensa es m¨¢s necesaria que nunca.
Adaptaci¨®n del discurso pronunciado por Antonio Ca?o, director de EL PA?S, en la apertura de la jornada La Verdad y la Libertad de Informaci¨®n, celebrada en el marco del M¨¢ster en gobernanza y derechos humanos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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