Ser un vampiro no es f¨¢cil. Y no solo por los ajos y las estacas: a veces toca comer ladrillos. En marzo de 2009, el antrop¨®logo forense Matteo Borrini, de la Universidad de Florencia, desenterr¨® los restos de un vampiro en una fosa com¨²n del Lazzaretto Nuovo, una min¨²scula isla de la laguna de Venecia donde se aislaba a los enfermos de peste. Se trataba el esqueleto de una mujer con un ladrillo incrustado en la boca, para que no mordiese a nadie despu¨¦s de muerta.
Comedores de mortajas
Lazzaretto Nuovo?debi¨® de ser un lugar siniestro. La escasez de sepulturas para el enorme n¨²mero de v¨ªctimas por la epidemia de peste negra que azot¨® Europa en el siglo XIV obligaba a reabrir las fosas para arrojar los nuevos cad¨¢veres, y lo que sacaban a la luz no era agradable de ver: algunos cuerpos aparec¨ªan en extra?as posturas y mostraban expresiones atroces; otros parec¨ªan haberse comido el sudario y de sus bocas rezumaba un l¨ªquido oscuro y viscoso como la sangre. Son fen¨®menos post m¨®rtem para los que los forenses modernos tienen explicaci¨®n; pero en Edad Media, aquellos muertos tan feos no eran sino criaturas inmundas ¨¢vidas de sangre y transmisores de enfermedades: vampiros, un t¨¦rmino de origen serbio para los no-muertos. Se cre¨ªa que la forma de evitar eso era desenterrar sus cuerpos, descuartizarlos y luego quemarlos, como debi¨® de ocurrir en Wharram Percy, un pueblo medieval abandonado del norte de Inglaterra, donde un equipo de arque¨®logos ha encontrado los restos de 10 personas que hab¨ªan sido desmembrados y quemados antes de enterrarlos.
Sed de mal
El pr¨ªncipe Vlad Tepes, el aut¨¦ntico Dr¨¢cula, naci¨® en 1431 en Sighi?oara (Transilvania, Ruman¨ªa) y fue un personaje sediento de sangre, aunque no se sabe si lleg¨® a beberse la de sus v¨ªctimas, a los que gustaba hervir, decapitar, enterrar vivas y, sobre todo, empalar. Voivoda de Valaquia, luch¨® contra los turcos con la sombra del imperio otomano cerni¨¦ndose sobre los territorios de la actual Ruman¨ªa. Muri¨® asesinado en 1476 en los bosques que rodean la isla de Snagov, en cuya iglesia se dice que est¨¢ la tumba del pr¨ªncipe que inspir¨® a Bram Stoker su famosa novela. Erzs¨¦bet B¨¢thory (1560-1614), la Condesa Sangrienta, fue una vampiro real, una asesina en serie que tortur¨® y asesin¨® a cerca de 650 muchachas en macabros rituales de sangre que celebraba en su castillo de Csejthe, en una boscosa regi¨®n de lo que hoy es la rep¨²blica de Eslovaquia. Y en la Barcelona de principios del siglo XX, una alcahueta llamada Enriqueta Mart¨ª Ripolles (1868-1913), la vampira del Raval, secuestraba ni?as a las que obligaba a prostituirse y despu¨¦s asesinaba para extraerles la sangre, las grasas y el tu¨¦tano de los huesos y elaborar con ellos ¡°p¨®cimas m¨¢gicas¡±. Acab¨® en la c¨¢rcel, donde la mataron sus compa?eras de celda antes de ir a juicio.
Fest¨ªn de sangre
Los verdaderos vampiros se reducen a tres especies de murci¨¦lagos hemat¨®fagos ?se alimentan exclusivamente de sangre? que viven en Centroam¨¦rica y Sudam¨¦rica. El vampiro com¨²n (Desmodus rotundus) se posa silenciosamente sobre su v¨ªctima, por lo general ganado, animales dom¨¦sticos o seres humanos, y elige una zona con poco pelo donde infiere una peque?a herida, completamente indolora, con sus afilad¨ªsimos incisivos, a la que aplica con fruici¨®n labios y lengua. Su saliva anticoagulante y analg¨¦sica mantiene constante la hemorragia, incluso despu¨¦s de que el murci¨¦lago, empachado de sangre, haya dejado de chupar. Como la sangre apenas contiene grasa, debe consumir el equivalente a la mitad de masa corporal cada noche o se arriesgan a morir de hambre. Menos mal que solo pesa 30 gramos.
El naturalista sueco Carlos Linneo bautiz¨® como Vampyrum spectrum un murci¨¦lago gigante de Am¨¦rica Central, con alas de hasta 13,5 cent¨ªmetros de envergadura. Quiz¨¢s influido por las leyendas, Linneo pens¨® que chupaba la sangre, pero en realidad es carn¨ªvoro. Para evitar que los vampiros muerdan a los ni?os o a las gallinas, en algunos lugares de Sudam¨¦rica cuelgan de las ventanas las largas hojas de una hierba conocida como cortadera, con bordes dentados que destrozan las finas membranas de las alas de los quir¨®pteros.
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