Bertrand Tavernier, o c¨®mo fustigar a la ¡®nouvelle vague¡¯ con elegancia
El director de cine vive con el coraz¨®n partido entre la creaci¨®n de relevantes obras propias y el puro placer de ser espectador
Su libro 50 a?os de cine norteamericano (1997), coescrito junto a Jean-Pierre Coursodon, le permiti¨® a Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) canalizar su pasi¨®n por ese cine facturado tanto por los grandes estudios de Hollywood como por las modestas compa?¨ªas del Poverty Row. Y su ¨²ltimo trabajo para la pantalla le ha permitido devolver a la cinematograf¨ªa francesa todo el amor recibido. La suya es una educaci¨®n de deslumbramientos en sesi¨®n continua. En su m¨¢s reciente obra, Las pel¨ªculas de mi vida (estreno en Espa?a, 26 de mayo), el director desgrana en tres horas y 10 minutos su pasi¨®n por los directores que le formaron y definieron su gusto, lejos de las directrices de ese repudio al cine de los padres que decret¨® la generaci¨®n de la nouvelle vague.
En Las pel¨ªculas de mi vida se confunde constantemente el recuerdo personal con la vida sublimada en la gran pantalla. Significativamente, todo empieza con una rima po¨¦tica: las luces del Par¨ªs liberado de la ocupaci¨®n alemana siempre estar¨¢n asociadas en la memoria de Tavernier con la luz del proyector convocando ilusiones en la sala oscura. ¡°Tengo muy pocos recuerdos de la guerra¡±, rememora el cineasta, ¡°no escuch¨¦ la ca¨ªda de las bombas, pero s¨ª tengo muy presente cuando me llevaban al refugio. Uno de los recuerdos m¨¢s poderosos fue el de la tarde en que me llevaron a la azotea para ver las luces de la liberaci¨®n de Par¨ªs: eran como fuegos artificiales. Las luces siempre han desempe?ado un papel muy importante en mi vida¡±.
Hijo de un padre que ejerci¨® la Resistencia desde las p¨¢ginas de la revista Confluences, Tavernier creci¨® en una localidad tan cargada de connotaciones cinematogr¨¢ficas como Lyon, base de operaciones de los hermanos Lumi¨¨re, aunque muchos de sus primeros recuerdos de espectador estuvieron m¨¢s cerca de lo sical¨ªptico que de lo acad¨¦mico.
"?Sirve de algo el concepto de 'nouvelle vague' para entender c¨®mo trabajaban dos cineastas tan distintos como Chabrol y Godard?"
¡°Cuando yo era peque?o, en los cines de Lyon hab¨ªa espect¨¢culos de striptease. Preced¨ªan a los noticiarios que se proyectaban justo antes de la pel¨ªcula. Lyon es una ciudad muy cat¨®lica y resultaba chocante enfrentarse a este tipo de espect¨¢culo: era incre¨ªble vivir en una misma sesi¨®n la experiencia de estar haciendo algo pecaminoso y prohibido y descubrir una obra maestra cinematogr¨¢fica: El acorazado Potemkin y un n¨²mero de striptease formaban una combinaci¨®n memorable de revoluci¨®n y erotismo. Ser¨ªa interesante ver una pel¨ªcula tan religiosa como Silencio, de Martin Scorsese, con un n¨²mero de striptease¡±, explica.
Siguiendo el modelo de Un viaje personal con Martin Scorsese a trav¨¦s del cine americano (1995), Tavernier detiene la minuciosa cr¨®nica de Las pel¨ªculas de mi vida en 1974, el mismo a?o en que empez¨® a dirigir. ¡°Si hubiese proseguido, se hubiese generado un conflicto de intereses¡±. Su gesto de pudor no ha dejado de resultar pol¨¦mico. Llama la atenci¨®n que Tavernier pase tan de puntillas sobre la nouvelle vague, actitud que precisamente justifica argumentando que los trabajos m¨¢s interesantes de cineastas como Truffaut o Chabrol son posteriores a la fecha que escogi¨® como punto y final de su recorrido.
Quien s¨ª est¨¢ presente es Jean-Luc Godard, para cuyo Pierrot, el loco (1965) Tavernier consigui¨® un elogioso art¨ªculo de Louis Aragon, amigo de su padre, en sus tiempos como responsable de prensa de Rome-Paris Films. La posterior etapa mao¨ªsta de Godard marc¨® un desencuentro con un Tavernier que sigue sinti¨¦ndose inc¨®modo incluso con la mera menci¨®n del movimiento: ¡°?Sirve de algo el concepto de nouvelle vague para entender c¨®mo trabajaban dos cineastas tan distintos como Chabrol y Godard? ?Aporta algo para entender el modo en que decid¨ªan el plano o dirig¨ªan a sus actores? No hay nada en com¨²n entre Rohmer y Godard, como tampoco hay nada en com¨²n entre Godard y Chabrol. Tampoco me gusta que se hable de la escuela del realismo po¨¦tico, porque supone la misma limitaci¨®n: colocar cosas muy distintas en una misma caja y pasar por alto lo grandes que son cada una de estas pel¨ªculas por separado¡±.
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