En busca del enemigo estrat¨¦gico
No hay alianzas de tres. O no son estables. Solo hay estabilidad cuando dos se al¨ªan contra un tercero
Trump necesita un enemigo estrat¨¦gico, alguien que amenace permanentemente a Estados Unidos mientras ¨¦l est¨¦ al frente. Y a estas horas no sabe todav¨ªa muy bien d¨®nde encontrarlo: si basta el Estado Isl¨¢mico, si pueden ser Corea del Norte o Ir¨¢n, o si debe mirar m¨¢s alto y designar a China o incluso a su querida Rusia.
Ideas no le faltan, aunque no son propias y dependen de quien susurra en su oreja. Las suyas son nulas o reactivas, propias para twitter. Bannon, ahora en desgracia, le empujaba a entenderse con Rusia y liquidar la Uni¨®n Europea. Sus asesores comerciales solo piensan en China, a la que quieren declarar una guerra monetaria y tarifaria. Su hija Ivanka, conmovida por las v¨ªctimas infantiles de las armas qu¨ªmicas de Bachar el Asad, le pidi¨® que rociara con misiles al dictador sirio. Y los mandos militares que ha puesto al frente de la seguridad, halcones pragm¨¢ticos y realistas, le aconsejaron una respuesta limitada, para ense?ar los dientes, pero sin promover cambios de r¨¦gimen ni olvidar el enemigo inmediato, el califato terrorista.
Inicialmente, Trump quer¨ªa aliarse con Rusia y enfrentarse con China. Pero sin cumplir siquiera los cien d¨ªas de presidencia ya se ha enfrentado con Rusia y se ha sentado a dialogar con China. Pocos presidentes han hecho m¨¢s quiebros pol¨ªticos en menos tiempo.
La desorientaci¨®n estrat¨¦gica que sufre Estados Unidos es apote¨®sica, como demuestra la cacofon¨ªa que practican los m¨¢ximos responsables del Gobierno, presidente incluido, y especialmente, Sean Spicer, el torpe portavoz de la Casa Blanca, capaz de situar a Hitler detr¨¢s de Bachar el Asad en el medallero de la criminalidad de masas y de exculpar al genocida germano del uso de armas qu¨ªmicas, siendo el patrono de la mayor industria de asesinato masivo mediante gases letales conocida en la historia. El antielitismo trumpista, con su hostilidad hacia la diplomacia y los intelectuales, ha situado a un pu?ado de ignorantes en puestos de m¨¢xima responsabilidad.
El fin del idilio con Putin tiene sus ventajas. Oculta uno de los peores primeros cien d¨ªas presidenciales de la historia y distrae a la opini¨®n p¨²blica sobre la intervenci¨®n de Mosc¨² en la campa?a electoral y las complicidades rusas con el equipo y la familia presidencial. Una nueva amistad ha venido a sustituirlo, la trabada en Mar-a-Lago con Xi Jinping, debidamente apaciguado respecto a la negaci¨®n inicial de la Pol¨ªtica de una sola China. El Kremlin ha recibido de u?as al secretario de Estado, Rex Tillerson, el que iba a pedir a Rusia que escogiera entre Estados Unidos y Siria; pero Trump tuvo al menos la llamada componedora de Xi ante el fondo de tambores de guerra que se levanta en la pen¨ªnsula de Corea.
No hay alianzas de tres. O no son estables. Solo hay estabilidad cuando dos se al¨ªan contra un tercero. Lo peor que le podr¨ªa pasar a Trump es que no fuera ¨¦l quien escogiera entre Rusia y China, sino quien quedara excluido de una alianza entre Putin y Xi Jinping.
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