Estupideces que no deber¨ªan decirse sobre la II Guerra Mundial
Las declaraciones sobre el Holocausto de Marine Le Pen y Sean Spicer ofrecen peligrosas falsedades
La Segunda Guerra Mundial es un periodo inabarcable, que los historiadores no han parado de investigar casi desde que termin¨® ¡ªel primer libro sobre el suicido de Hitler, de Hugh Trevor Roper, se public¨® en 1947¡ª. El horror fue tan bestial, los cr¨ªmenes cometidos tan inabarcables que una parte escapa al entendimiento. Nuevos historiadores se incorporan a los autores cl¨¢sicos con tesis renovadas, el alumbramiento de territorios oscuros provoca pol¨¦micas, algunos pa¨ªses se sienten permanentemente ofendidos y no logran una lectura com¨²n del pasado. Sin embargo, por resumir dos declaraciones recientes de pol¨ªticos muy relevantes ¡ªuna candidata presidencial francesa y el portavoz de la Casa Blanca¡ª, existen algunas estupideces sobre el conflicto que nunca deber¨ªan pronunciarse, sobre todo cuando se trata del Holocausto. Y mucho menos desde puestos de enorme responsabilidad.
En un caso se trata de una sandez, del intento fallido de meterse en un jard¨ªn que requiere una sutileza muy grande: decir que Hitler no utiliz¨® gas contra su propia poblaci¨®n para justificar el ataque contra Bachar el Asad. El otro, quiz¨¢s m¨¢s grave porque en este caso fue totalmente consciente, bordea el revisionismo: negar la participaci¨®n francesa en la persecuci¨®n de los jud¨ªos franceses. Las dos declaraciones est¨¢n relacionadas con un crimen ¨²nico en la historia, la mayor atrocidad de todas las que cometieron los nazis bajo su reinado de terror: el exterminio del pueblo jud¨ªo.
¡°Nosotros no usamos armas qu¨ªmicas en la II Guerra Mundial. Hab¨ªa una persona tan detestable como Hitler que ni siquiera cay¨® tan bajo como para utilizar armas qu¨ªmicas¡±
El historiador y periodista de la BBC Laurence Rees acaba de publicar un libro titulado The Holocaust (Londres, Viking, 2016), en el que resume en casi 600 p¨¢ginas los conocimientos adquiridos durante toda una vida investigando esta atrocidad. Rees ha manejado documentos y estudios, pero, sobre todo, sus fuentes son decenas de testigos, v¨ªctimas y verdugos, del Holocausto. En un breve ep¨ªlogo final, se hace una pregunta clave que le ha perseguido durante toda su vida profesional: ?Es el Holocausto un acontecimiento ¨²nico en la historia? ?Puede ser comparable con otros genocidios? Su conclusi¨®n es que no admite ninguna comparaci¨®n. ¡°En los ¨²ltimos tiempos he llegado a estar de acuerdo con el fallecido profesor David Cesarini que, en una conversaci¨®n que tuvimos hace unos a?os, lo expres¨® de forma muy elocuente: ¡®Nunca antes en la historia un l¨ªder decidi¨® que, en un espacio temporal delimitado, un grupo ¨¦tnico o religioso deb¨ªa ser totalmente eliminado y que crear¨ªa todo el equipamiento necesario para llevar a cabo este fin¡¯. Eso no tiene precedentes¡±.
Este hecho ¡ªel Holocausto como crimen ¨²nico en la historia, durante el que fueron asesinados seis millones de seres humanos en apenas seis a?os¡ª deber¨ªa tener una consecuencia inevitable: sobre el Holocausto no se puede decir cualquier cosa, los pol¨ªticos y historiadores deben ser precisos, respetuosos y hablar solamente desde el conocimiento. De eso, precisamente, trata la interesante pel¨ªcula Negaci¨®n, que se acaba de estrenar en Espa?a, de que hay cosas que son inadmisibles. No significa que tengan que existir temas tab¨², pero s¨ª deber¨ªan seguirse dos reglas: ser tremendamente respetuoso con las v¨ªctimas y tener mucho cuidado con lo que se afirma.
Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, asegur¨® para justificar el ataque con misiles contra Bachar el Asad: ¡°Nosotros no usamos armas qu¨ªmicas en la Segunda Guerra Mundial. Hab¨ªa una persona tan detestable como Hitler que ni siquiera cay¨® tan bajo como para utilizar armas qu¨ªmicas¡±. Lo que seguramente quiso decir es que, pese a ser un tirano despiadado, pese a que en la Segunda Guerra Mundial se superaron todas las fronteras del horror, pese a que los nazis consideraron la guerra en el Este un conflicto de exterminio del enemigo ¨Cunos tres millones de prisioneros rusos murieron de hambre¨C no se utilizaron armas qu¨ªmicas en el campo de batalla, algo que hab¨ªa sido moneda corriente en la Primera Guerra Mundial. Solo Jap¨®n, en China, utiliz¨® este tipo de armamentos en batallas. La falta de matices llev¨® a Spicer a entrar en el siniestro territorio del negacionismo, aunque la estupidez era tan inconmensurable que nadie pens¨® que estaba diciendo lo que estaba en realidad estaba diciendo: que Hitler no utiliz¨® gas contra civiles, por lo tanto, que no existieron las c¨¢maras de gas. Al final, tuvo que pedir perd¨®n con un gr¨¢fico: ¡°La jod¨ª¡±.
Los nazis asesinaron a millones de jud¨ªos, y miembros de otras minor¨ªas como gitanos, en las c¨¢maras de gas de los seis campos de exterminio que instalaron en Polonia ¨CChelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Birkenau (parte del complejo de Auschwitz) y Majdanek¨C, en algunos casos con el siniestro Zyklon B y, en otros, con el m¨¢s rudimentario mon¨®xido de carbono. Pero el uso de gas no solo se produjo durante la Shoah: antes de la guerra, antes de las masacres masivas en las que decenas de miles de presos eran gaseados cada d¨ªa, ya hab¨ªan utilizado este m¨¦todo para asesinar a personas con problemas f¨ªsicos o mentales. El uso de gas para asesinar a personas que no cuadraban con la delirante doctrina racial nazi est¨¢ en el coraz¨®n mismo del nacionalsocialismo incluso antes de la Segunda Guerra Mundial. Efectivamente, se mire como se mire, Spicer meti¨® la pata de una forma lamentable.
El caso de Marine Le Pen, la candidata ultraderechista francesa que tiene grandes posibilidades de pasar a la segunda vuelta en los comicios del pr¨®ximo 23 de abril, es m¨¢s grave. Lo que afirm¨® la representante de esta saga de l¨ªderes ultras es que ¡°Francia no es responsable del V¨¦l¡¯Hiv¡±, la razia contra los jud¨ªos de Par¨ªs, el 16 y el 17 de julio de 1942, la mayor¨ªa de los cuales acabar¨ªan siendo asesinados en Auschwitz. Aquellos dos d¨ªas fueron detenidas por la polic¨ªa francesa unas 13.000 personas como qued¨® constancia en numerosos documentos e innumerables testimonios. En un editorial, Le Monde acus¨® a la candidata de ¡°haber cruzado una l¨ªnea roja, la del consenso nacional sobre la lectura de uno de los episodios m¨¢s dolorosos de la historia de Francia¡±. Se trata, eso s¨ª, de una tradici¨®n familiar, ya que su padre y fundador de su partido, el Frente Nacional, fue condenado por asegurar que ¡°las c¨¢maras de gas fueron una an¨¦cdota en la historia de la Segunda Guerra Mundial¡±.
Como otros pa¨ªses que vivieron la ocupaci¨®n nazi, al final del conflicto Francia traz¨® un relato nacional: los franceses se liberaron a s¨ª mismos gracias a la Resistencia, los colaboradores fueron una minor¨ªa y los cr¨ªmenes contra los jud¨ªos fueron cometidos por los nazis. Eso, naturalmente, era totalmente falso: una parte significativa de los franceses abrazaron el r¨¦gimen colaboracionista de Vichy, la polic¨ªa francesa particip¨® en la persecuci¨®n de jud¨ªos ¨Cel antisemitismo era un problema muy general¨C y los enfrentamientos entre la Milicia de Vichy y la Resistencia fueron bastante parecidos a una guerra civil.
Poco a poco, el relato fue resquebraj¨¢ndose, sobre todo gracias a tres pel¨ªculas muy importantes: El viejo y el ni?o (1967), La pena y la piedad (1969) y Lacombe Lucien (1974). Siguieron todo tipo de investigaciones de autores como Robert Paxton. El ¨²ltimo ensayo significativo sobre el asunto fue publicado este a?o, Combatientes en la sombra (Taurus), del brit¨¢nico Robert Gildea. Sin embargo, los pol¨ªticos de la generaci¨®n de la posguerra tardaron mucho en asumir la realidad. Fue Jacques Chirac, un presidente conservador, quien en 1995 reconoci¨® la culpa de Francia en las deportaciones, algo que tambi¨¦n hicieron los dos siguientes presidentes, Nicolas Sarkozy y Fran?ois Hollande.
El relato nacional hab¨ªa cambiado, hasta las placas que recuerdan la deportaci¨®n, presentes en muchos rincones de Par¨ªs, en colegios o edificios en los que viv¨ªan jud¨ªos, se?alan directamente a la polic¨ªa francesa. Es muy importante: si los franceses fueron responsables de los cr¨ªmenes, son los propios franceses los que tienen que permanecer vigilantes ante cualquier forma de racismo y el resurgir del antisemitismo. En una de las plazas m¨¢s bellas de Par¨ªs, la des P¨¦tits¨CP¨¨res, se encontraba el Comisariado de Asuntos Jud¨ªos de Vichy, cuya misi¨®n era aplicar las leyes racistas de Vichy contra jud¨ªos y gitanos. No era una instituci¨®n nazi, era una instituci¨®n francesa. Diga lo que diga Marine Le Pen, existe un consenso entre los historiadores sobre la participaci¨®n francesa en esos cr¨ªmenes. Negarlo es una forma de negar que ocurriesen.
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