La memoria en ¨¦poca de relatos
La actual amnesia sobre ETA es, sin embargo, diferente de aquella que nos embarg¨® en los albores de la Transici¨®n respecto del entonces inmediato pasado franquista
La teatral entrega de armas de ETA, que constituye ya la en¨¦sima representaci¨®n de su final a plazos, ha vuelto a suscitar la necesidad de hacer justicia a un periodo en el que la ilusi¨®n por un nuevo comienzo democr¨¢tico convivi¨® con la tragedia terrorista. Una tragedia que, a la luz de la forma en la que est¨¢ siendo despachada en nuestro espacio p¨²blico, parece una noticia m¨¢s, del mont¨®n. Ignoro si eso se debe a una de tantas manifestaciones de la superficialidad que nos rodea o a la mera indiferencia. Para quienes vivimos con intensidad ese dolor y espanto casi cotidiano esta amnesia moral resulta insoportable.
El problema puede obedecer a que ya no hay una aut¨¦ntica gesti¨®n racional de la memoria y el olvido, y sin ella casi todo vale. ¡°El pasado -dec¨ªa H. Arendt-, por el hecho de ser tal, depende de nuestro juicio¡±; es decir, necesita afianzarse mediante la ponderaci¨®n serena y reflexiva de lo que nos precede. Porque del juicio de los que ahora vivimos se derivar¨¢ la forma en la que algo sea recordado: manipulado o borrado o, por el contrario, preservado y rememorado. Sin una adecuada cultura de la memoria no hay manera de encontrar una orientaci¨®n para el futuro.
La actual amnesia sobre ETA es, sin embargo, diferente de aquella que nos embarg¨® en los albores de la Transici¨®n respecto del entonces inmediato pasado franquista. Decidimos olvidar precisamente porque record¨¢bamos. Y, como ha se?alado a menudo Santos Juli¨¢, no es cierto que no nos hici¨¦ramos un juicio de cuanto nos preced¨ªa. Sobre todo en la literatura, el cine y la historiograf¨ªa la labor anamn¨¦tica fue constante. Otra cosa ya fue la actitud pol¨ªtica oficial, que hasta Zapatero no dio el giro necesario.
Creo que lo que hoy nos ocurre se debe a otras causas mucho m¨¢s banales. Bajo las actuales condiciones de expresi¨®n y representaci¨®n de la realidad queda menos espacio cada vez para esa reflexi¨®n serena a la que antes me refer¨ªa. Todo se inunda de relatos inconexos, de ¡°hechos alternativos¡±, de historias fabricadas para satisfacer a una u otra clientela pol¨ªtica, una sopa de narrativas que eluden la aut¨¦ntica confrontaci¨®n dial¨¦ctica. El resultado es el juicio apresurado, la imposibilidad de concentrar el inter¨¦s en algo compartido, la inevitable ca¨ªda en la indiferencia.
Hay excepciones, como el extraordinario Patria de Fernando Aramburu. Su publicaci¨®n hubiera sido una ocasi¨®n perfecta para volver a esos tiempos de plomo. Y, seamos optimistas, en gran medida lo es para quienes lo leen. Pero, ?ha recibido la discusi¨®n p¨²blica que merece? Se elogia m¨¢s por ser un ¡°superventas¡± que por la descripci¨®n de la s¨®rdida realidad que rememora. La parte buena es que si se vende tanto es porque hay una demanda por comprender, por eludir el peligro del olvido o la indiferencia. Todav¨ªa hay esperanza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.