La lucha de la mujer en el siglo XXI
QU? SIGNIFICA ser mujer y feminista en el siglo XXI? Somos muchas mujeres las que nos lo preguntamos sin hallar una respuesta ¨²nica. Esto no es necesariamente algo negativo, sino el reflejo de la experiencia individual de cada una, as¨ª como de la riqueza conceptual y pr¨¢ctica del feminismo como tradici¨®n moderna de pensamiento y activismo que cumple casi dos siglos y medio de historia. De su tronco han ido brotando numerosas ramas a lo largo del tiempo, reflejo, a su vez, del creciente n¨²mero de mujeres (y hombres) que en diversas partes del mundo luchan por la igualdad entre los sexos y debaten sobre c¨®mo debe ser una sociedad igualitaria. La desigualdad de g¨¦nero se manifiesta de muchas maneras: desde la brecha salarial en nuestro pa¨ªs hasta la ausencia de iguales derechos para las mujeres en algunas sociedades de tradici¨®n isl¨¢mica, pasando por el sexismo en el lenguaje en muchos idiomas europeos o el reparto asim¨¦trico de las (pesadas) tareas dom¨¦sticas en todo el planeta./
Entre los retos, especialmente en el mundo desarrollado, est¨¢, por un lado, no dormirse en los laureles y pensar que ya hemos alcanzado sociedades pr¨¢cticamente igualitarias, y por otro, no caer en actitudes dogm¨¢ticas que, por excesivamente victimistas o excluyentes, generan rechazo entre muchas mujeres que terminan por no identificarse con la causa feminista. A pesar de la existencia de indicadores objetivos de desigualdad de g¨¦nero, existe la percepci¨®n de que son cada vez menos las mujeres j¨®venes que se autodefinen como feministas. Para muchas de ellas, el feminismo se ha vuelto sin¨®nimo de rechazo al hombre, la maternidad, la belleza femenina y otros valores tradicionalmente de la mujer a los que no necesariamente quieren renunciar. Ante esta noci¨®n de este movimiento como ruptura radical con los hombres (re)surgen corrientes m¨¢s conservadoras, naturistas o new age que abogan por la complementariedad de los sexos y emplazan a las mujeres a asumir incondicionalmente su papel biol¨®gico de gestadoras y cuidadoras. Reivindican un lugar y una visibilidad equivalente para las actividades reproductivas y productivas, por ejemplo, espacios urbanos y laborales m¨¢s amables con la crianza. Sin embargo, incurren con frecuencia en el mismo dogmatismo que se achaca al feminismo radical./
En lugar de imaginar a las mujeres como una suerte de hermandad que debe regirse por los mismos principios ¨Cla autosuficiencia absoluta o nuestra capacidad reproductiva¨C, algunas feministas ven a un colectivo de personas con vidas y aspiraciones diversas, que incluye tambi¨¦n a hombres, unidos en una lucha com¨²n por la igualdad de condiciones y oportunidades de mujeres y hombres. Entre ellas, la de, como mujeres, elegir libremente nuestro modo de vida sin miedo a ser juzgadas socialmente, sea como madres, trabajadoras, solteras o las tres cosas a la vez. O, como hombres, la de asumir papeles y tareas tradicionalmente femeninos sin ser estigmatizados por la sociedad. No se puede redefinir el papel de la mujer sin redefinir el del hombre.
La minor¨ªa m¨¢s grande de la humanidad sabe en el fondo todo lo que se juega y no va a cejar en su lucha.
Es quiz¨¢ en los pa¨ªses en desarrollo donde resulta m¨¢s evidente que la batalla por la igualdad de g¨¦nero se solapa con las luchas por la igualdad social. Muchas veces son mujeres procedentes de comunidades ¨¦tnicas marginales las que toman la delantera en las luchas campesinas por defender la tierra, por ejemplo. Al fin y al cabo, ellas sufren una doble o hasta triple violencia en su condici¨®n de mujeres, pobres, no blancas o ¨¦tnicamente minoritarias. Suelen ser las m¨¢s explotadas entre los explotados.
De la energ¨ªa, determinaci¨®n y visi¨®n de estas mujeres hay mucho que aprender en el mundo occidental en un momento en el que, adem¨¢s del riesgo de dormirse en los laureles o atrincherarse en el dogmatismo, el movimiento feminista se enfrenta a la cooptaci¨®n por parte del mercado y los medios. No es el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo movimiento contestatario que acabe nutriendo de esl¨®ganes a las grandes corporaciones. Puede que las campa?as de la marca Dove a favor de la ¡°belleza real¡± femenina hayan tenido un efecto positivo sobre la autoestima de muchas mujeres. Pero no debemos olvidar que el objetivo ¨²ltimo de las marcas no es este, sino vendernos m¨¢s productos. Tambi¨¦n conviene distinguir entre un inter¨¦s genuino de los medios por la causa feminista, el cual, por supuesto, hay que fomentar; y una moda pasajera que puede llegar a banalizar una lucha que lo es todo menos banal.
En un entorno pol¨ªtico global crecientemente reaccionario, las mujeres tienen mucho que perder. Por ello, y a pesar de los retos se?alados, las extraordinarias movilizaciones que se produjeron el pasado 8 de marzo en todo el mundo en defensa de las mujeres y contra la violencia machista son s¨ªntoma de que la minor¨ªa m¨¢s grande de la humanidad sabe en el fondo lo que se juega y no va a cejar en su lucha.
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