La irresponsabilidad de las ¨¦lites pol¨ªticas
Quien pretenda gobernar Espa?a sin Catalu?a y Catalu?a sin Espa?a tendr¨¢ menos Espa?a y menos Catalu?a, o se abocar¨¢ incluso a la destrucci¨®n de Espa?a y de Catalu?a tal como las hemos conocido
Hay que dar nuevas vueltas al actual desencuentro para encontrar claves interpretativas que sean ¨²tiles. Una de ellas permite entender la crisis soberanista catalana como la ruptura de un pacto entre dos ¨¦lites pol¨ªticas, representantes de realidades econ¨®micas y sociales m¨¢s diferenciables que diferenciadas, sobre el que se hab¨ªa construido la estabilidad del sistema democr¨¢tico y constitucional desde 1977.
Para que la democracia llegara a Espa?a y el pa¨ªs se incorporara plenamente a la normalidad europea e internacional era imprescindible un pacto entre las ¨¦lites de Barcelona y de Madrid, que deb¨ªa significar, sin asomo de duda alguna, la recuperaci¨®n de la autonom¨ªa que liquid¨® Franco con la derrota de la Rep¨²blica. Como la legalizaci¨®n del Partido Comunista, la autonom¨ªa catalana era otra piedra de toque de la democracia.
Para traducirlo en t¨¦rminos de los inexactos sujetos esenciales, Catalu?a necesitaba a Espa?a para volver a existir pol¨ªticamente y Espa?a necesitaba a Catalu?a para ser reconocida por Europa y el mundo como un Estado democr¨¢tico, desinfectado del pasado dictatorial y de las amistades con Hitler y Mussolini.
Esto fue hace mucho tiempo. La memoria se pierde entre el trabajo preciso de los historiadores y la leyenda trabajada retrospectivamente por unos y otros para argumentar en las peleas pol¨ªticas contempor¨¢neas. La realidad es que hubo un pacto m¨¢s o menos expl¨ªcito ¨Cen algunos momentos sumamente expl¨ªcito, con fotos muy expresivas como la del acuerdo Majestic entre Pujol y Aznar en 1996¡ª que empez¨® a deshilacharse al menos desde el a?o 2.000, cuando el PP obtuvo la mayor¨ªa absoluta; aunque no culmin¨® su deterioro hasta 2012, cuando Artur Mas convoc¨® elecciones anticipadas para empezar el Proc¨¦s, despu¨¦s de dos a?os de recortes y de rigor en alianza y acuerdo todav¨ªa con el PP.
El pacto entre las ¨¦lites de Madrid y Barcelona que permiti¨® la Transici¨®n est¨¢ en ruinas
Todo hab¨ªa cambiado, entre 1977, momento de m¨¢xima sinergia entre Catalu?a y Espa?a, y la primera d¨¦cada del siglo XXI, cuando Pasqual Maragall lanz¨® una advertencia, entonces escasamente comprendida, acerca de la marcha que llevaba la capital de Espa?a, convertida en la capital m¨¢s pr¨®spera y din¨¢mica de las autonom¨ªas inventadas en la transici¨®n, de la mano de un PP situado en todos los niveles de las administraciones y dispuesto a echar el resto para convertirla en el nudo y centro radial espa?ol. Madrid se va, escribi¨® en su c¨¦lebre art¨ªculo en EL PA?S. ¡°Si Madrid se va solo por ah¨ª, puede ser que un d¨ªa se encuentre que los dem¨¢s vamos todos juntos por otro lado¡±, advert¨ªa el art¨ªculo.
Las palabras de Maragall traduc¨ªan una realidad de fondo hist¨®ricamente novedosa. Espa?a, la Espa?a del PP, ya no necesitaba a Catalu?a. Pod¨ªa organizarse sin contar con ella. De forma que a Catalu?a no le iba a quedar m¨¢s remedio que acomodarse a la nueva situaci¨®n si quer¨ªa sacar todav¨ªa alguna ventaja o encajar silenciosamente la decadencia. Quien hab¨ªa hecho el diagn¨®stico tambi¨¦n propugn¨® la medicina: el Estatuto de 2006; aunque el remedio fue peor que la enfermedad, sobre todo porque el PP no se avino y no hubo ni visi¨®n ni paciencia en la otra parte para mantenerle o acercarle en el nuevo consenso que ratificaron los catalanes en refer¨¦ndum.
La sentencia del TC de 2010 rubric¨® esa visi¨®n espa?ola del PP que se siente c¨®moda en el mundo y en la democracia sin necesidad de que Catalu?a la acompa?e. Traducido: las ¨¦lites anta?o socias y amigas ahora se declaraban adversarias y dispuestas a librarse la guerra, una guerra pol¨ªtica, cultural y geoecon¨®mica como las que corresponde a nuestra ¨¦poca, aunque cuidado, sin descuidar que en la ¨²ltima esquina de los enfrentamientos civiles esquinados siempre pueden relumbrar los pu?ales de la violencia civil.
Nadie quiere recuperarlo justo en el momento m¨¢s peligroso de la historia de Europa desde 1945
Hay unas ¨¦lites catalanas, poderosas, adineradas, con resortes econ¨®micos e institucionales ciertos y serios, que ya no quieren saber nada de las ¨¦lites espa?olas. Catalu?a se va, despu¨¦s de que Madrid, Espa?a, tambi¨¦n se fuera. Todo esto era sin contar con la profundidad de la crisis. Que no iba a resolverse en tres a?os. Ni en cinco. Ni en siete. La crisis no es un ciclo depresivo, sino que es la ¨¦poca. Sin contar, tampoco, con que la corrupci¨®n, la misma corrupci¨®n devastadora, id¨¦ntica incluso a veces en las bacterias corruptas, corro¨ªa a todas las ¨¦lites pol¨ªticas, unas y otras, catalanas y espa?olas. Y sin contar, especialmente, que tanta fanfarroner¨ªa de todos los que se iban hacia un lado o hacia otro era solo la alegre expresi¨®n de una ¨¦poca que no regresar¨¢ nunca m¨¢s, en la que la burbuja especulativa y corrupta enturbiaba el juicio de muchos dirigentes, l¨ªderes sociales y medi¨¢ticos y tambi¨¦n empresarios y financieros.
El mal ya est¨¢ hecho. La enemistad civil instalada entre las ¨¦lites que anta?o pactaban tambi¨¦n: es decir, entre Catalu?a y Espa?a. La parte de la globalizaci¨®n todav¨ªa no averiada permite a unos y otros hacerse la ilusi¨®n de que pueden seguir prescindiendo de las sinergias comunes que tan buenos rendimientos dieron en la transici¨®n. Pero la dura realidad que en alg¨²n momento deber¨¢n afrontar nuestras ¨¦lites pol¨ªticas es que gobernar Espa?a sin Catalu?a y gobernar Catalu?a sin Espa?a es la forma m¨¢s r¨¢pida y f¨¢cil de tener menos Espa?a y menos Catalu?a, o incluso, si situamos la reflexi¨®n al l¨ªmite de la capacidad de disrupci¨®n que tiene nuestra ¨¦poca, de abocarnos a la destrucci¨®n de Espa?a y de Catalu?a tal como las hemos conocido en los ¨²ltimos 40 a?os, en paz, democracia, estabilidad y prosperidad.
Si en 1977 las ¨¦lites pol¨ªticas acordaron como avanzar hacia la democracia y hacia Europa, ahora, en el momento probablemente m¨¢s peligroso de la historia de Europa desde 1945, con sus ideolog¨ªas desarboladas y su prestigio corro¨ªdo por la corrupci¨®n, han acordado que prefer¨ªan seguir retrocediendo y da?¨¢ndose mutuamente. Eso es lo que est¨¢n haciendo unos y otros con su tozudo inmovilismo y su inquietante incapacidad ni siquiera para hablarse y dialogar honestamente.
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