La involuci¨®n francesa
El cambio hist¨®rico que invalid¨® la utop¨ªa de mayo del 68 sigue actuando hoy. Las sucesivas crisis econ¨®micas, la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la globalizaci¨®n ya no permiten luchar por lo imposible sino apenas sobrevivir a la precariedad
Hace casi medio siglo, en las jornadas de mayo de 1968, Francia se pon¨ªa de nuevo al frente de un mundo en cambio. La juventud francesa hab¨ªa ido m¨¢s all¨¢ de la norteamericana, al convertir la protesta universitaria en una repentina puesta en cuesti¨®n del sistema social y pol¨ªtico, de todas las formas de poder vigentes. Pronto vino el reflujo, pudo comprobarse que aquella gran ilusi¨®n se desvanec¨ªa, y Raymond Aron ironiz¨® con su habitual lucidez sobre una revoluci¨®n inexistente (introuvable). Solo que por unas semanas, fue l¨ªcito imaginar que el mundo desarrollado se encontraba a las puertas de una transformaci¨®n radical. ¡°?Solo es el comienzo, continuemos el combate!¡±, fue el eslogan m¨¢s difundido.
La utop¨ªa del mayo franc¨¦s, al igual que otras utop¨ªas contempor¨¢neas, result¨® un espejismo invalidado por el cambio hist¨®rico. Y el sentido de ese cambio sigue actuando hoy. La explicaci¨®n es bien simple. Los sesentayochos vivieron su experiencia creyendo viajar en un ferrocarril que inevitablemente llevaba hacia adelante. Segu¨ªa en pie la idea del progreso. Crecimiento econ¨®mico desde 1945, mejoras en salarios y en forma de vida del affluent worker, anuncio de la salida del subdesarrollo gracias a un take off generalizado, ingreso de los j¨®venes en el mundo del placer gracias a un peque?o artilugio, la p¨ªldora, y tambi¨¦n a la droga y a un ambiente social de tolerancia. Todo iba hacia lo mejor en el mejor de los mundos. Faltaba la guinda de la revoluci¨®n.
Solo que las movilizaciones socio-econ¨®micas que envolvieron al 68 fueron en realidad el final de un ciclo largo revolucionario, iniciado a mediados del XIX. Marx no solo fue un profeta de la revoluci¨®n, sino que explic¨® los efectos del cambio econ¨®mico sobre las formas sociales y las ideolog¨ªas. A partir del 68 las sucesivas crisis fueron recortando el bienestar, y de paso la capacidad de movilizaci¨®n social. La contestaci¨®n hab¨ªa enlazado con un salto a la utop¨ªa de ejercer ilimitadamente la libertad, confiando en el mantenimiento de las condiciones que la hicieran posible. En d¨¦cadas sucesivas, la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la globalizaci¨®n se han traducido en una dram¨¢tica p¨¦rdida de posiciones para Europa en la escala del poder econ¨®mico mundial. Ya no es tiempo de utop¨ªa, sino de adecuaci¨®n a la precariedad. Y semejante adaptaci¨®n resulta dif¨ªcil. A nadie gusta vivir peor que ayer.
El fen¨®meno no es solo franc¨¦s y ha consistido en la disgregaci¨®n de los v¨ªnculos s¨®lidos preexistentes, dando lugar a una sociedad en que su p¨¦rdida destruye al ciudadano y le reemplaza por un individuo en situaci¨®n de permanente inseguridad (Bauman). No es un cambio filos¨®fico-social, sino de ra¨ªz econ¨®mica. As¨ª fue el estancamiento de la econom¨ªa francesa lo que sofoc¨® las capacidades para soportar la reconversi¨®n productiva y al mismo tiempo la supervivencia equilibrada de una forma satisfactoria de civilizaci¨®n. Sigue la quiebra de un conjunto de valores pol¨ªticos y culturales, en apariencia estabilizados desde la segunda mitad del siglo XX. Quiebra tambi¨¦n de los protagonistas pol¨ªticos tradicionales.
La desagregaci¨®n de la izquierda francesa es una variante del marco de la Europa mediterr¨¢nea
La desagregaci¨®n de la izquierda en Francia es una variante del marco de la Europa mediterr¨¢nea. Cayeron primero los partidos comunistas, v¨ªctimas tanto de su obsolescencia econ¨®mica y de la nueva sociabilidad, como del desplome de la utop¨ªa sovi¨¦tica. En el caso franc¨¦s, los tres factores operaron a fondo. Los grandes centros industriales y mineros fueron sucesivamente desmantelados, y paralelamente, la sociabilidad comunista, fuertemente enraizada en la banlieue rouge de Par¨ªs, sufri¨® un desgaste inevitable. Muestra: los resultados electorales. En medio siglo, el paisaje urbano ha dado un vuelco. Adem¨¢s, la deshumanizaci¨®n imperante en el urbanismo de amplios sectores de la misma banlieue encuadra al paro y a la protesta juveniles. Son los partidarios de M¨¦lenchon.
El descenso a los infiernos del PCF tuvo adem¨¢s otro efecto no despreciable. En los a?os 30, Maurice Thorez logr¨® nacionalizar al partido. Al iniciarse la cuesta abajo de los 80, Georges Marchais pas¨® a jugar la baza del comunismo nacionalista, colocando ante todo los intereses a corto plazo de los trabajadores franceses. Vale la pena recordar sus campa?as apocal¨ªpticas contra el ingreso de Espa?a en la Uni¨®n Europea. Cuando la crisis estall¨® definitivamente, el tr¨¢nsito al ultranacionalismo de Le Pen fue cosa f¨¢cil. Los reflejos patrioteros de M¨¦lenchon, al hablar de Putin y condenar a Europa, tienen el mismo origen. Los extremos se tocan.
Desde un ¨¢ngulo opuesto, el ultranacionalismo de Marine Le Pen hunde asimismo sus ra¨ªces en el pasado. Hay en la historia de Francia contempor¨¢nea un hilo negro, que lleva del asunto Dreyfus y de P¨¦tain a las guerras y las derrotas coloniales entre 1945 y 1962. El colonialismo franc¨¦s fue una ideolog¨ªa ¡°blanca¡± de odio al otro, definido como esencialmente inferior y merecedor de la destrucci¨®n. Y bien que las torturas y los cr¨ªmenes contra la humanidad fueron utilizados para lograrlo. No en vano Le Pen padre fue legionario en Argelia y en Indochina. La inmigraci¨®n sirvi¨® al FN para enlazar con ese pasado. con las consiguientes xenofobia e islamofobia, nacionalismo econ¨®mico y antieurope¨ªsmo. Encontramos los dos ¨²ltimos tambi¨¦n en M¨¦lenchon: son dos ideolog¨ªas enfrentadas pero coincidentes en cuanto expresiones de un profundo malestar social.
Ni los reaccionarios ni los enrag¨¦s encajan en la larga marcha de la Francia revolucionaria
Del mismo modo que ese mismo malestar ha provocado el desplome de los dos grandes partidos que protagonizaron la vida pol¨ªtica en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Cierto que en ambos casos ha intervenido otro espejismo, el del plus de democracia atribuido a las primarias, cuando al igual que en Espa?a vienen a suponer contiendas personalizadas de imagen y de marketing pol¨ªtico. El penoso ejemplo de Beno?t Hamon lo muestra, convirti¨¦ndose adem¨¢s en personificaci¨®n de una socialdemocracia que se hunde, tras haber sido incapaz de garantizar reformas sostenibles, de Mitterrand a Hollande. Otro tanto podr¨ªa decirse en cuanto a calidad pol¨ªtica y humana de Fran?ois Fillon, tocado por corrupciones y escorado hacia la extrema derecha, habiendo derrotado en primarias a uno de los m¨¢s s¨®lidos valores del centro-derecha franc¨¦s, Alain Jupp¨¦.
Macron, el vencedor, es t¨¦cnicamente correcto. Un centrista puro, que intenta apuntalar y racionalizar el orden existente. Demasiado light frente al mundo de promesas sociales ofrecido a sus ¡°insumisos¡± por M¨¦lenchon, excelente demagogo, que contacta en muchos puntos con Podemos. Al exsocialista de origen murciano le disgusta Europa, defiende la alianza con Putin, admira al chavismo y propone el ingreso de Francia en la Alianza Bolivariana. Expresi¨®n del gran rechazo. Al conseguir Macron los votos para enfrentarse con Marine Le Pen, se mantiene la trayectoria iniciada en 1789, dado que ni los reaccionarios ni los enrag¨¦s encajan en la larga marcha de la Francia revolucionaria.
?Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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