Redes criminales
Si el Ejecutivo incrementara los controles asomar¨ªa m¨¢s corrupci¨®n en todos los gobiernos
Ahora que podemos disfrutar de una amplia exposici¨®n sobre el Guernicacreo que, al tiempo, podemos contemplar un cuadro que tambi¨¦n toca un aspecto repulsivo de la naturaleza humana: el de la corrupci¨®n en Espa?a. Picasso nos expuso con mano maestra los horrores de la guerra, la tragedia de la violencia, la perversi¨®n del fascismo, en blanco y negro, sin concesiones. Cientos de guardias civiles y polic¨ªas rigurosos y profesionales, fiscales valientes, jueces honestos e imparciales, periodistas de raza nos van dibujando la corrupci¨®n en Espa?a. Tambi¨¦n sin concesiones. Ya no son bocetos aislados, ya tenemos un cuadro. ?Y qu¨¦ nos expresa ese cuadro?
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Ese cuadro nos indica que la corrupci¨®n en Espa?a no es la suma de casos aislados, manzanas podridas de una cesta sana. Lo que nos dice es que Espa?a es, en t¨¦rminos de Michael Johnston, un pa¨ªs de elite cartels. Esto implica que en nuestro pa¨ªs hay un conjunto de diferentes ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas que van generando sistemas de corrupci¨®n para protegerse y enriquecerse mutuamente. No es la trama como sostienen algunos, una ¨²nica red que controla todo. Son las m¨²ltiples redes criminales que atenazan numerosos Gobiernos aut¨®nomos y locales, o ciertas empresas p¨²blicas del Estado; redes que han jugado a financiar partidos y a ennoblecer desalmados; redes que han florecido por todas partes y donde, por cierto, algunos empresarios repetidamente han navegado ¨¢gilmente pirateando en numerosos mares¡ y siguen libres.
Es cierto que la corrupci¨®n en Espa?a no es la de un pa¨ªs de oligarcas y clanes mafiosos capturando impunemente el Estado, como la Rusia postsovi¨¦tica, ni la de una dictadura donde la familia del aut¨®crata se lo lleva todo; tampoco es un pa¨ªs de alta corrupci¨®n administrativa, como algunos pa¨ªses del Este europeo, sin ir m¨¢s lejos. Por suerte, las reformas de la Administraci¨®n, desde el Estatuto de Maura de 1918, pasando por las reformas de 1964 o las de 1984, han consolidado un sistema de funcionariado que, con todos sus defectos, permite el ejercicio del cargo con legalidad y cierta objetividad, adem¨¢s de generar un cierto ethos que mayoritariamente rechaza la corrupci¨®n grosera, como los sobornos o las malversaciones. Tambi¨¦n es importante destacar que nuestro modelo judicial, aunque lento e ineficiente, desde la Constituci¨®n de 1869 y la Ley Provisional de 1870 establece un sistema de selecci¨®n de jueces meritocr¨¢tico y con garant¨ªa de permanencia en el cargo frente a los vaivenes pol¨ªticos. En suma, que a¨²n no hemos ca¨ªdo en las t¨¦tricas celdas de la corrupci¨®n sist¨¦mica.
Si pusi¨¦ramos la lupa en las miles de empresas y fundaciones p¨²blicas espa?olas, ?qu¨¦ encontrar¨ªamos?
Pero desde luego que la corrupci¨®n de Espa?a no es a¨²n la propia de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados econ¨®micamente. En pa¨ªses como Alemania o Estados Unidos la corrupci¨®n suele hacerse en el marco de la ley o borde¨¢ndola y consiste esencialmente en la concesi¨®n de privilegios normativos, impositivos, reglamentarios a determinados grupos econ¨®micos muy poderosos, a cambio de la financiaci¨®n de campa?as electorales. Algunos dir¨¢n que esto no es corrupci¨®n, pero cuando se ven los efectos sobre la competencia e igualdad pol¨ªtica, sobre la apertura de los mercados o sobre la rendici¨®n de cuentas de los gobernantes es evidente que estamos ante un abuso de poder para beneficio privado, que es la definici¨®n est¨¢ndar de corrupci¨®n. En todo caso, esta corrupci¨®n se basa en la influencia indebida, no en los sobornos (aunque haya alg¨²n caso), y no amenaza la viabilidad de las instituciones, aunque las da?e.
En Espa?a a¨²n no se ha dado el paso a estas formas m¨¢s sutiles y ¡°elegantes¡± de corrupci¨®n. Nuestro cuadro tiene a¨²n manchones negros, aceitosas manos llenas de billetes de 500 euros, bolsas de hipermercado que circulan de casa en casa por Cartagena de Indias. Pero lo importante es que el cuadro, aunque ya lo tenemos dibujado en su esencia, es cada d¨ªa m¨¢s grande y no va a haber museo donde quepa. Si pusi¨¦ramos la lupa en las miles de empresas y fundaciones p¨²blicas espa?olas, en sus tres niveles de gobierno, ?qu¨¦ encontrar¨ªamos? ?El Canal de Isabel?II es un caso aislado? Todos sabemos que no. Si el Gobierno incrementara en n¨²mero suficiente los efectivos de polic¨ªas, fiscales y jueces dedicados a esta lucha, con la ayuda de peritos econ¨®micos acreditados, probablemente estar¨ªamos conociendo casos nuevos en los pr¨®ximos meses o a?os. Pero es obvio que no lo va a hacer. El presidente Rajoy sabe el porqu¨¦ y ser¨ªa bueno que lo explicara.
Manuel Manuel Villoria es el director del Observatorio de Buena Gobernanza de la Universidad Rey Juan Carlos.
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