Robots, tuits y secretos
C?MO AFRONTAR la Segunda Era de las M¨¢quinas? En los comienzos de la Primera Era, la que se conoce como revoluci¨®n industrial, hubo rebeliones de trabajadores que destrozaron las m¨¢quinas. En la historia tal como nos fue contada, ese movimiento, el de los luditas, qued¨® rese?ado como una impotente embestida de parias cabreados contra el dios del progreso. En Utop¨ªa para realistas (Ediciones Salamandra, marzo de 2017), un libro en el que las ideas parlotean con una libertad inquietante, el rompedor Rutger Bregman se pregunta: ¡°?Y si los temores de los luditas eran prematuros, pero en ¨²ltima instancia prof¨¦ticos? ?Y si a la larga la mayor¨ªa de nosotros estamos condenados a perder la carrera contra la m¨¢quina?¡±.
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En la Primera Era, pese al rencor de los luditas, arrojados a la intemperie, las m¨¢quinas eran recibidas con entusiasmo, y no solo por los fabricantes. Como proclam¨® Oscar Wilde, nac¨ªa una nueva civilizaci¨®n: la esclavitud humana era sustituida por la ¡°esclavitud de la m¨¢quina¡±. En la Segunda Era, la que estamos viviendo, la de la revoluci¨®n cibern¨¦tica y rob¨®tica, los nuevos cacharros podr¨¢n ocuparse de casi todas las tareas humanas, empezando por la guerra. He ah¨ª un apasionante desaf¨ªo para las pr¨®ximas mil tertulias: definir lo que nos har¨ªa no prescindibles, adem¨¢s de tertulianos.
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Hoy apenas hay luditas militantes. No es el caso de Jan Hein Donner. Preguntado por su estrategia para enfrentarse a una computadora, el ajedrecista holand¨¦s declar¨®: ¡°Llevar¨ªa un martillo¡±.
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El nieto de Henry Ford, euf¨®rico con sus robots, le pregunt¨® al sindicalista Walter Reuther: ¡°?C¨®mo va a conseguir que estos robots paguen las cuotas sindicales?¡±. Y Reuther le respondi¨®: ¡°?C¨®mo va a conseguir que los robots compren sus coches?¡±.
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"Los robots est¨¢n capacitados para escribir esas obras transg¨¦nicas que etiquetan como 'best seller".
Los robots est¨¢n capacitados para escribir esas obras transg¨¦nicas que etiquetan como best sellers ya antes de salir a la venta. Pero ser¨¢ imposible que escriban como Juan Rulfo o William Faulkner. A Faulkner le preguntaron: ¡°?Qu¨¦ aconsejar¨ªa a los lectores que se quejan de no entender lo que usted escribe, incluso despu¨¦s de haberlo le¨ªdo dos o tres veces?¡±. Y ¨¦l respondi¨®: ¡°Leerlo cuatro veces¡±. Si a un robot hay que leerlo cuatro veces, habr¨ªa que desatornillarlo de inmediato. Es de la estirpe del Gran Wyoming y de los tuiteros C¨¦sar Strawberry y Cassandra. No ha entendido que la libertad de expresi¨®n consiste en no ejercerla.
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Criticar o parlotear con la punta de los dedos. Sigmund Freud anticip¨® el Twitter all¨¢ por 1905: ¡°Aquel que tenga ojos para ver y o¨ªdos para escuchar se convencer¨¢ de que ning¨²n mortal es capaz de guardar un secreto. Si su boca permanece callada, parlotear¨¢ con la punta de los dedos¡±.
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Extraordinaria la precisi¨®n hist¨®rica de Katy, una superviviente de la trata de mujeres, entrevistada en este diario (El Pa¨ªs, 17-4-2017): ¡°El oficio m¨¢s antiguo del mundo no es la prostituci¨®n, es mirar para otro lado¡±.
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Sal¨ªa en la programaci¨®n infantil de TVE y la ten¨ªan por una poeta de broma. Pero hab¨ªa algo en Gloria Fuertes que romp¨ªa la pantalla: un principio de verdad. Fran?oise Dolto, la ense?ante y psicoanalista que tanto luch¨® por los derechos del ni?o: ¡°Si se le dice la verdad, la verdad lo construye¡±. Tan valiente era Gloria que, en el actual ambiente de neoinquisici¨®n, yo casi ni me atrevo a parlotear alguna de sus glorier¨ªas: ¡°Al entrar tropec¨¦ y me dije: ?co?o! / Una r¨¢faga de avemar¨ªas me ensordeci¨®: / ¨C?Pecado, pecado, esa mujer trae el co?o en la boca!¡± (Me crece la barba, en Reservoir Books).
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En vez de mirar para otro lado, el activismo ir¨®nico del paisano que en una vi?eta de Castelao le dice al silencioso acompa?ante: ¡°Ya que lo sabes, te lo voy a contar¡±.
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