Mejor no pensarlo
ALGUNOS CAT?LOGOS de libreros anticuarios traen informaci¨®n sobre los autores de las obras que venden, y ¨¦sta es a menudo fuente de sorpresas y melancol¨ªa. Hace poco me lleg¨® uno de Paul ?Rassam, de Charlbury, en Oxfordshire, y primero me encontr¨¦ con un viejo conocido, al que hice aparecer en mi ¡°falsa novela¡± de 1998 Negra espalda del tiempo. Es m¨¢s, me dio la impresi¨®n de que parte de los datos expuestos pod¨ªan provenir de lo que cont¨¦ en ese libro, pero como de ¨¦l hace ya mucho, y no fue de los m¨¢s le¨ªdos, vale la pena recapitular aqu¨ª ahora. Hugh Oloff De Wet se form¨® con la RAF pero se estren¨® como piloto y esp¨ªa a las ¨®rdenes de Haile Selassie, el Emperador de Abisinia, hasta que se vio obligado a abandonar ese pa¨ªs por un duelo en el que se vio envuelto. A continuaci¨®n ofreci¨® sus servicios a Franco, que los rechaz¨®, as¨ª que De Wet vol¨® para el enemigo, la Rep¨²blica, y escribi¨® un libro relatando esa experiencia. El conflicto entre Alemania y Checoslovaquia lo llev¨® a ayudar a este segundo pa¨ªs, y en Praga espi¨® para el Deuxi¨¨me Bureau franc¨¦s, lo cual tuvo como resultado su detenci¨®n y la de su mujer por parte de la Gestapo en 1939. Se cree que ella se ahorc¨® en el transcurso de los interrogatorios, y De Wet fue torturado durante varios meses, como cont¨® m¨¢s tarde en The Valley of the Shadow. Finalmente se lo juzg¨® por traici¨®n en Berl¨ªn, se lo declar¨® culpable y se lo conden¨® a muerte. Desde el ventanuco de su celda vio guillotinar a centenares de hombres y mujeres, mientras aguardaba su turno, que no llegaba. Intent¨® colgarse, lo que hizo que pasara los dos a?os siguientes encadenado. Sobrevivi¨® a un bombardeo de aviones aliados, y la destrucci¨®n de numerosas celdas de la prisi¨®n hizo que los nazis la compensaran con el ahorcamiento inmediato de ciento ochenta reclusos. De Wet escap¨® de nuevo a la muerte, y fue liberado en abril de 1945, al t¨¦rmino de la contienda. Volvi¨® a Londres e inici¨® una carrera de escultor de bustos, entre los cuales hay varios de famosos poetas y prosistas como Pound, Dylan Thomas, MacNeice y Robert Graves. Hay que decir que fue De Wet el encargado de relatar tantas y tan truculentas peripecias, por lo que no cabe descartar que mintiera algo o exagerara. El volumen del cat¨¢logo era Cardboard Crucifix: The Story of a Pilot in Spain, y costaba 250 libras.
Poco antes de expirar, Wilde le dijo a un amigo: ¡°El papel pintado de mi habitaci¨®n y yo libramos un duelo a muerte. Uno de los dos ha de desaparecer¡±.
Despu¨¦s me encontr¨¦ con Anna Wickham, pseud¨®nimo de Edith Harper, nacida en Londres pero llevada a Australia a los seis a?os, donde permaneci¨® hasta los veinte, para regresar a su ciudad natal en 1904. All¨ª se cas¨® con el abogado y astr¨®nomo Patrick Hepburn, convencional hasta la asfixia: desaprobaba cuanto ella hac¨ªa, sobre todo sus versos, m¨¢s a¨²n los que adoptaban una perspectiva feminista y expon¨ªan su desarmon¨ªa matrimonial. Uno de esos poemas dec¨ªa: ¡°Me cas¨¦ con un hombre de Croydon / a los veintid¨®s a?os, / y yo lo contrar¨ªo, y ¨¦l me aburre / hasta no saber qu¨¦ hacer ninguno¡±. En venganza, Hepburn la encerr¨® en un manicomio en 1913, en el que ella permaneci¨® s¨®lo cuatro meses gracias a la insistencia del inspector que la visitaba. Una vez liberada, hizo amistad con escritores y artistas, entre ellos D. H. Lawrence y la notoria ¡°amazona¡± Natalie Clifford Barney, de la que fue ¨ªntima. Y al morir su marido, abri¨® las puertas de su casa a toda clase de bohemios como Dylan Thomas, el tambi¨¦n borracho Rey de Redonda John Gawsworth y el no menos bebedor Malcolm Lowry, m¨ªtico autor de Bajo el volc¨¢n, que en el acogedor hogar de ?Wickham reescribi¨® su obra Ultramarina, cuyo primer original le hab¨ªan robado, o eso dec¨ªa. El cat¨¢logo a?ad¨ªa que Anna Wickham se ahorc¨® en 1947, a los sesenta y tres a?os. Sus seis libros de poes¨ªa se vend¨ªan a 250 libras cada uno, en Paul Rassam el erudito librero.
Y a continuaci¨®n apareci¨® el infinitamente m¨¢s c¨¦lebre Oscar Wilde, del que, a diferencia de lo que ocurre con los oscuros De Wet y Wickham, casi todo se sabe. De ¨¦l se ofrec¨ªa una brev¨ªsima carta aut¨®grafa, firmada con iniciales, de 1899, tras su salida de la c¨¢rcel, sin porvenir literario y arruinado. Al destinatario, su amigo y editor Smithers, le dice: ¡°Muchas gracias por las 2 libras. Me han aplacado los nervios y me han dado algo de paz ¡¡± ?2 libras! Incluso en 1899 no ser¨ªan gran cosa. Claro que pocos d¨ªas antes le hab¨ªa rogado: ¡°?Puedes enviarme mi paga por adelantado? 10 libras ¡ No tengo un penique y mi estado es deplorable, ya que toda mi ropa est¨¢ en el H?tel Marsollier, retenida por impago. Estoy en verdad en el arroyo¡±. En el H?tel d¡¯Alsace en el que muri¨®, el due?o fue m¨¢s compasivo y le perdon¨® una factura de 190 libras. Poco antes de expirar, Wilde le dijo a un amigo: ¡°El papel pintado de mi habitaci¨®n y yo libramos un duelo a muerte. Uno de los dos ha de desaparecer¡±. Deb¨ªa de ser lo ¨²nico que ve¨ªa, postrado, un hiriente papel pintado. La carta aut¨®grafa del cat¨¢logo costaba 6.750 libras, unos 8.000 euros. Si el moribundo Wilde lo hubiera sabido ¡ Pero es mejor no pensarlo.
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