Militantes y votantes
Las primarias importan, pero en algunos partidos no son suficientes para ganar
En el a?o 2013, en el epicentro de la crisis, numerosos manifiestos neorregeneracionistas defend¨ªan con entusiasmo las primarias como el ung¨¹ento sanador de nuestra democracia. Si unos partidos cerrados y opacos hab¨ªan sido el origen de nuestros males, ?c¨®mo no iban las primarias a ser la soluci¨®n? Hoy casi todos los partidos espa?oles han incorporado ¡ªal menos sobre el papel¡ª primarias abiertas o mecanismos ¡°un militante, un voto¡±. Sin embargo, no parecen haberse colmado las expectativas puestas en estos procesos. La situaci¨®n del PSOE, en ciernes de una elecci¨®n interna decisiva, ha terminado de dar un giro copernicano al argumento. Lo que hoy se discute vivamente es si los votantes en primarias yerran a la hora de elegir candidatos competitivos para ganar elecciones.
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Al acercarse a esta cuesti¨®n se suele mirar a experiencias de nuestro entorno, pero conviene ser prudentes al extrapolar ense?anzas. Un sistema ¡°un militante, un voto¡± ha elegido (dos veces) como l¨ªder laborista a Jeremy Corbyn, quien a tenor de los sondeos sacar¨ªa resultados parecidos a los de Ed Miliband, que fue electo por voto ponderado. Unas primarias abiertas eligieron a Fran?ois Hollande y a Beno?t Hamon como candidatos del Partido Socialista franc¨¦s con resultados electorales antit¨¦ticos. Y con el mismo sistema se ha reelegido a Matteo Renzi de manera abrumadora al frente del Partido Democr¨¢tico, o a Antonio Costa como candidato del Partido Socialista portugu¨¦s. Parece que las bases no se equivocan ni en todos los sitios ni en todos los momentos.
Aunque casi la mitad de los partidos en Europa sigan operando mediante congresos, la tendencia ha sido a abrir los procesos de selecci¨®n del liderazgo. Unas primarias que han tendido a darse m¨¢s en la izquierda (a excepci¨®n de los comunistas) y en democracias m¨¢s consolidadas. Las razones de esta apertura a la participaci¨®n son variadas. La personalizaci¨®n de la pol¨ªtica y el ¨¢nimo de reenganchar a los afiliados se suelen se?alar como las principales causas. No es menos cierto que se suelen adoptar tras una derrota electoral y como soluci¨®n a luchas de poder internas. Es frecuente buscar que la militancia decida el desempate.
Los candidatos elegidos por los militantes ganan algo m¨¢s pero, sobre todo, que en caso de derrota son desalojados m¨¢s f¨¢cilmente
Eso no significa que los l¨ªderes pierdan el control del proceso. Con much¨ªsima frecuencia se producen ¡°coronaciones¡± al presentarse un solo candidato. Adem¨¢s, no deben despreciarse los acuerdos entre los l¨ªderes (primarias en la sombra), pues la organizaci¨®n siempre intenta orientar a la militancia, que en realidad representa una peque?a fracci¨®n del electorado total. En el PSOE los militantes apenas representan el 3,4% de sus votantes y distan de ser una muestra representativa. Se sabe que la militancia de los partidos tiende a estar m¨¢s envejecida, m¨¢s masculinizada, m¨¢s acomodada y m¨¢s interesada en la pol¨ªtica que el conjunto del electorado. ?Supone esto tambi¨¦n que tambi¨¦n podr¨ªa estar m¨¢s ideologizada? ?M¨¢s radicalizada?
La tesis cl¨¢sica del polit¨®logo John May es que los militantes y cargos medios suelen tener posiciones m¨¢s extremas que los votantes y que los l¨ªderes. Les interesa m¨¢s la pureza del partido que ganar las elecciones. Por tanto, si la militancia elige a sus representantes, necesariamente lo har¨¢ optando por candidatos radicales incapaces de triunfar. Esta tesis, formulada casi ad hoc para el caso de los laboristas brit¨¢nicos de los a?os ochenta, ha sido muy disputada y ha tenido dificultades para demostrarse en otros partidos. No est¨¢ nada claro que los sectores ¡°m¨¢s radicalizados¡± queden confinados a la militancia. A veces los l¨ªderes de un partido tienen posiciones m¨¢s desajustadas de sus votantes que las de un afiliado.
Quiz¨¢ sea ¨²til distinguir la cr¨ªtica al instrumento de la cr¨ªtica a los resultados de una elecci¨®n concreta. A veces los l¨ªderes recurren a la apertura del proceso de selecci¨®n y decisi¨®n para hacer bypass a sus contrapesos internos, generando una pulsi¨®n cesarista. La cr¨ªtica hacia adentro es leg¨ªtima. Ahora bien, los l¨ªderes elegidos en primarias no son derrotados en mayor medida. Es m¨¢s, los estudios apuntan a que estos candidatos ganan algo m¨¢s, pero, sobre todo, que en caso de derrota son desalojados m¨¢s f¨¢cilmente. Sabiendo esto, lo prudente es no poner excesivas expectativas en estos mecanismos de selecci¨®n. Importan, pero para determinados partidos el cambio en el liderazgo es cuesti¨®n necesaria pero no suficiente para ganar elecciones.
Pablo Sim¨®n es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Carlos III.
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