Las ¡®start-ups¡¯ y las mariposas
A muchos les sonar¨¢n ina?decuadas las traducciones en espa?ol para la gran idea que piensan en ingl¨¦s
Los anglicismos progresan entre nosotros. Ya hemos dicho que no por eso va a bajar el producto interior bruto, as¨ª que debemos plantear el problema en su justa medida: en efecto, esto es mucho m¨¢s grave.
El desinter¨¦s de algunos comunicadores por aportar palabras del espa?ol (nuevas o viejas) ante lo que llega nombrado en ingl¨¦s incrementa seguramente la sensaci¨®n hispana de inferioridad.
Y en el momento en que empezamos a sentirnos inferiores, somos ya realmente inferiores.
De ese complejo en la lengua se derivar¨¢n renuncias en otros terrenos: no nos creeremos competitivos, desde?aremos el talento cercano, no apreciaremos la innovaci¨®n propia, desistiremos de ciertos empe?os. El aleteo de una mariposa psicol¨®gica que vuele en nuestro lenguaje puede producir al otro lado de los vocablos un verdadero cataclismo. Y qui¨¦n sabe si ese conocido efecto del lepid¨®ptero se desatar¨¢ con una mera palabra como start-up. A lo mejor no, pero m¨¢s valdr¨ªa no correr riesgos.
Este anglicismo vino para prestigiar (raro ser¨¢ el anglicismo que desprestigie) a las empresas nuevas e innovadoras.
En ingl¨¦s, el verbo to start equivale a ¡°empezar¡±, ¡°emprender¡±. Al ir acompa?ado del adverbio up (que significa ¡°hacia arriba¡±), la idea que ambos t¨¦rminos componen puede expresarse en espa?ol con ¡°emerger¡±, y tambi¨¦n con ¡°brotar¡±, ¡°surgir¡±, ¡°despuntar¡±, ¡°descollar¡±, ¡°despegar¡±, ¡°irrumpir¡±¡
Traducciones hay. Pero a muchos les sonar¨¢n ina?decuadas esas opciones en castellano para la gran idea que piensan en ingl¨¦s. Y as¨ª se manifiesta de lleno ese complejo. No les valdr¨¢n ni ¡°empresas despuntantes¡±, ni ¡°brotantes¡± ni ¡°descollantes¡± o ¡°irruptoras¡±, ni siquiera ¡°empresas incipientes¡±. Y a?adir¨¢n, ay, que ninguno de esos t¨¦rminos equivale a lo que significa start-up. En efecto, como ya apunt¨® Gregorio Salvador en Sem¨¢ntica y lexicolog¨ªa del espa?ol a partir de la locuci¨®n ¡°vestir de sport¡± (Paraninfo, 1985) y como ha desarrollado m¨¢s recientemente Juan G¨®mez Capuz en La inmigraci¨®n l¨¦xica (Ariel, 2005), el extranjerismo suele alterar en espa?ol el ¨¢mbito que ten¨ªa en la lengua de origen. (Para nosotros, ponerse ropa de sport no es ponerse ropa para hacer deporte). Pero eso ya hab¨ªa ocurrido en ingl¨¦s con el primigenio start-up, que, pudiendo designar a cualquier empresa nueva, se especializ¨® en las innovadoras o tecnol¨®gicas.
De ese modo, si alguien crea un negocio a trav¨¦s del iPhone, eso es una start-up. Y si monta una florister¨ªa, eso no lo es. Aunque vaya como un tiro.
Ahora bien, nada impide que tal fen¨®meno de especializaci¨®n que se dio en la palabra extranjera se produzca tambi¨¦n en las propias. Por ello cabr¨ªa defender la alternativa ¡°empresas emergentes¡±; que puede servir, s¨ª, para cualquier tipo de negocio que brota, pero que se diferenciar¨ªa a su vez de ¡°empresas nuevas¡± (como la florister¨ªa). Los contextos reiterados afinar¨ªan el sentido, y as¨ª ocurri¨® por ejemplo con ¡°ordenador¡±: ya no pensamos a bote pronto en el ¡°jefe de una ordenaci¨®n u oficina¡±.
Si esta posibilidad llegara a consolidarse en los medios y entre la gente, hablar¨ªamos de ¡°las emergentes¡± y no de ¡°las start-ups¡±; con el adjetivo en funci¨®n de nombre, del mismo modo que decimos ¡°las el¨¦ctricas¡± en vez de ¡°las empresas el¨¦ctricas¡±.
Mientras fragua o no fragua esa opci¨®n, ¡°las start-ups¡± siguen entre nosotros. Pero el problema no lo tiene el idioma. Lo tienen nuestros complejos.
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