Una Uni¨®n Sovi¨¦tica del desierto
Arabia Saud¨ª ha aplicado a Qatar un s¨ªmil de la Doctrina Breznev de la soberan¨ªa limitada
En el nuevo mapa que est¨¢ surgiendo de la mano de la disrupci¨®n trumpista, se dibuja una nueva guerra fr¨ªa, de alcance m¨¢s limitado que la que enfrent¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica con Estados Unidos y sus aliados occidentales, pero de efectos polarizadores similares a la hora de obligar a los pa¨ªses afectados a un realineamiento. Es la que enfrenta a Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª, la rep¨²blica isl¨¢mica tutelada por los ayatolas y la monarqu¨ªa medieval que custodia La Meca y Medina, los dos lugares santos del Islam, rivales en el liderazgo religioso y geopol¨ªtico y enfrentados con las armas por procuraci¨®n en Siria y en Yemen.
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Para esta guerra fr¨ªa regional en la que se ha convertido la rivalidad ancestral entre persas chiitas persas y ¨¢rabes sunitas vale tambi¨¦n la doctrina que Mosc¨² utiliz¨® con los pa¨ªses de su entorno para evitar una evoluci¨®n que les alejara de su ¨¢reas de influencia. Sucedi¨® en Praga en 1968 y en Hungr¨ªa en 1956, cuando los tanques rusos terminaron con las experiencias de apertura reformista protagonizadas por los partidos comunistas locales.
El concepto, ¨²til ahora para la Pen¨ªnsula Ar¨¢biga, es el de la soberan¨ªa limitada, conocida como Doctrina Breznev, por el nombre del l¨ªder sovi¨¦tico que la propugnaba. La v¨ªctima en este caso ha sido el peque?o emirato de Catar, que no ha sido invadido por los tanques, pero ha sufrido lo que m¨¢s se parece a un ataque e incluso a una derrota militar en el actual orden globalizado e hiperconectado, especialmente para un pa¨ªs tan dependiente de las importaciones y el transporte a¨¦reo y situado en una pen¨ªnsula cuya ¨²nica frontera terrestre le separa precisamente de su enemigo.
Al final, Qatar deber¨¢ someterse o cambiar de bando
Nada se entiende en las relaciones interar¨¢bigas sin el car¨¢cter tribal y patrimonial de los estados autocr¨¢ticos construidos sobre tesoros energ¨¦ticos inabarcables y legitimados por una religi¨®n rigorista e intolerante. Riad y Abu Dabhi, las dos capitales coordinadas bajo la complaciente e incluso estimulante mirada de Donald Trump, tienen razones hist¨®ricas para desconfiar de Doha, que se remontan a los propios or¨ªgenes de los nuevos estados. Qatar ha estado siempre enfrentado con Bahrein, peque?a isla feudataria de la Casa de Saud, y se neg¨® a entrar en la federaci¨®n que conform¨® Emiratos ?rabes Unidos en 1971 como quer¨ªa Riad.
Pero fue el descubrimiento de la enorme bolsa de gas natural que hay en las aguas del Golfo la que sirvi¨® de base a los emires catar¨ªes para desarrollar una pol¨ªtica exterior independiente y propia, que tiene su mayor instrumento en la cadena de televisi¨®n Al Jazeera y juega a la equidistancia entre Riad y Teher¨¢n. Siguiendo el s¨ªmil hist¨®rico, Qatar quer¨ªa ser como Francia respecto a EE UU o Yugoeslavia respecto a la URSS, aunque su ministro de Exteriores citaba todav¨ªa hace unas horas el ejemplo de neutralidad de Finlandia.
Ahora la fiesta se ha terminado. La pol¨ªtica exterior de Qatar ha recibido un rev¨¦s probablemente mortal. Si el actual jeque no se acomoda, Riad se encargar¨¢ de hacerlo. Al final, Qatar deber¨¢ someterse o cambiar de bando, con Ir¨¢n, Turqu¨ªa y el Irak de mayor¨ªa chiita como socios, bajo una lejana protecci¨®n rusa y con el peligro de los tanques en su puerta.
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