EE UU y Cuba: cambio de tercio
Para los intereses de la Administraci¨®n de Trump no es tolerable ayudar a pagar un r¨¦gimen como el que lidera Ra¨²l Castro

Una vez m¨¢s, el poder pol¨ªtico de Florida le ha vuelto a ganar el pulso sobre Cuba al lobby de los inversionistas y partidarios de la "normalizaci¨®n total". Un cambio significativo: hasta ayer mismo, muchos no cre¨ªan que el presidente Trump, campe¨®n de la libre empresa, rendir¨ªa su o¨ªdo -y su poder ejecutivo- a los argumentos del "exilio duro" cubanoamericano, impotente ante la indiscutible popularidad de la pol¨ªtica cubana de la anterior administraci¨®n dem¨®crata.
Puede o no lamentarse, pero bien visto, la desastrosa Administraci¨®n actual ha dado esta vez un paso coherente con las demandas de sus valedores electorales.
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Detr¨¢s de la lucha entre "liberalizadores" y "reaccionarios", entre la "nueva mentalidad" y los "defensores de la Guerra Fr¨ªa" subyace una oposici¨®n de la que se habla menos: entre aquellos que, con tal de que en Cuba algo se moviera, estuvieron dispuestos a incentivar un capitalismo de Estado controlado por el aparato militar, y quienes ven con recelo que por medio del turismo masivo y la apertura de mercados se financie a los mismos militares encargados del control y la represi¨®n en la isla. Es el precio a pagar, pensaron Ben Rhodes y el resto de los asesores de Obama. Sus buenas intenciones bastaron para erigir un monumento a una sociedad civil casi inexistente y esbozar el sue?o ef¨ªmero de un pa¨ªs donde los j¨®venes pod¨ªan llegar a ser pr¨®speros empresarios independientes y desafiar el statu quo. La realidad es que, dos a?os despu¨¦s, el raulismo ha conseguido controlar el peligro que represent¨® la apertura y ahora maniobra para que las medidas de apertura beneficien sobre todo a su maquinaria pol¨ªtico-econ¨®mica, repartiendo apenas migajas entre los llamados "cuentapropistas".
Las medidas que se acaban de anunciar dejan claro que para los intereses norteamericanos no es tolerable ayudar a pagar un r¨¦gimen que, con Ra¨²l o sin ¨¦l como cara visible, seguir¨¢ en el poder desde un Partido Comunista antidiluviano, y continuar¨¢ impidiendo cualquier conato de sociedad democr¨¢tica. Un simple repaso demuestra el incremento de la represi¨®n en estos ¨²ltimos a?os de "normalidad", desde expulsiones de la Universidad por motivos ideol¨®gicos hasta penas de prisi¨®n por derechos humanos elementales. Son diarias las noticias de arrestos de opositores, negativas de viaje, chantajes, palizas y secuestros en plena calle. Quienes defienden que una apertura econ¨®mica y relaciones normales de cooperaci¨®n conseguir¨¢n acabar con casi seis d¨¦cadas de autoritarismo han tenido un tiempo para probar su tesis. El resultado, ha decidido el nuevo presidente norteamericano, no es satisfactorio. Hace falta "a better deal".
El Estado cubano quiere llevarse la mejor tajada y no ha dictado una sola medida de apertura real en el ¨²ltimo a?o para que la situaci¨®n no se le vaya de las mano
No hay muchas esperanzas de que ese "trato" llegue a concretarse. El r¨¦gimen cubano buscar¨¢ el dinero en otra parte, incluso si la crisis en Venezuela recorta sus previsiones inmediatas. Por otra parte, ?c¨®mo armar una estrategia que impida transacciones financieras con un emporio de las Fuerzas Armadas que controla el 60% de la econom¨ªa cubana, a trav¨¦s de una intrincada red de bancos, filiales y subsidiarias, al frente del cual Ra¨²l Castro ha puesto a su yerno? En Cuba, GAESA est¨¢ por todas partes: en el lucrativo turismo, claro, pero tambi¨¦n en la restauraci¨®n, en el cambio de divisas y en sectores como la construcci¨®n, telecomunicaciones, comercio interior, defensa, energ¨ªa, turismo, miner¨ªa y sideromec¨¢nica.
GAESA es el n¨²cleo del poder econ¨®mico que sostiene el aparato pol¨ªtico cubano, y para detectar cualquier competidor que ponga en peligro su monopolio sobre los sectores m¨¢s rentables tiene a todos los auditores estatales a su disposici¨®n. As¨ª, cuando el vicepresidente Marino Murillo advierte desde un estrado que "no se permitir¨¢ la concentraci¨®n de la propiedad y la riqueza" est¨¢ habl¨¢ndole a aquellos a los que Obama y sus asesores pretend¨ªan "empoderar". Para ellos tambi¨¦n se han dictado decretos en los ¨²ltimos meses: suspensi¨®n de nuevas licencias a restaurantes privados, guerra y competencia desleal del Estado contra a los boteros o taxistas privados, acoso fiscal, sindicalizaci¨®n forzada en organismos gubernamentales, guerra abierta contra quienes pretenden vender caf¨¦ y tabaco directamente a EE UU sin pasar por la mediaci¨®n del Gobierno, etc¨¦tera.
El Estado cubano quiere llevarse la mejor tajada y no ha dictado una sola medida de apertura real en el ¨²ltimo a?o para que la situaci¨®n no se le vaya de las manos. Sigue cobrando tarifas abusivas por una conexi¨®n limitada a Internet, no ampl¨ªa la lista de trabajos permitidos, importa obreros de la India porque son m¨¢s "productivos", mantiene un esquema de doble moneda que genera inflaci¨®n, ha empezado a regular el mercado inmobiliario... Es f¨¢cil para los inversionistas norteamericanos, ansiosos de nuevos mercados, ignorar todo esto y pagar un precio que siempre ser¨¢ inferior al beneficio bruto. Pero pretender que con esas inversiones se est¨¢ "democratizando" o "empoderando" a la sociedad cubana es, a todas luces, una exageraci¨®n.
La llamada "l¨ªnea dura" de la pol¨ªtica cubanoamericana tiene a su favor la reciente situaci¨®n en Venezuela: lo que all¨ª est¨¢ pasando quiz¨¢s tambi¨¦n tenga que ver con cierta pol¨ªtica de "apaciguamiento" y el intento de Obama de "normalizar" a un castrismo autocr¨¢tico para ganar influencia en la regi¨®n. No parece haber funcionado esa estrategia. Detr¨¢s de Nicol¨¢s Maduro y su salvaje represi¨®n hay muchos intereses cubanos. Es l¨®gico que el Gobierno de Trump no quiera seguir financiando semejante estado de cosas con los 284.937 turistas norteamericanos que llegaron a Cuba en 2016 (un 74% m¨¢s que el a?o anterior) y el medio mill¨®n anunciado para este a?o.
Ante la previsible retirada de inversionistas norteamericanos, los mercados espa?oles saltar¨¢n de alegr¨ªa. Hay nuevo embajador en La Habana, se prepara una inminente visita de Estado, y hace apenas unos d¨ªas una inmobiliaria espa?ola, el Grupo Financiero Urbas, firm¨® un acuerdo para construir seis campos de golf y seis hoteles de lujo en la isla con una inversi¨®n de 350 millones de euros. Llevaban meses en tr¨¢mite, y de pronto lleg¨® la aprobaci¨®n oficial del Estado cubano. Parece algo m¨¢s que un gui?o.
Ernesto Hern¨¢ndez Busto es ensayista (premio Casa de Am¨¦rica 2004). Es autor de La ruta natural (Vaso Roto) y Diario de Kioto (Cuadrivio), entre otros libros.
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