Cada vez m¨¢s ni?as esposas en el campo de refugiados sirios de Zaatari
Las menores son casadas con hombres hasta 15 a?os mayores que ellas, suelen dejar la escuela y a menudo sufren violencia de g¨¦nero
En el distrito seis del campo de refugiados jordano de Zaatari, la familia de Hamda ha reconstruido su propio universo en el interior de un recinto de chapa met¨¢lica. A la entrada, el aroma de un rosal casi aturde los sentidos. Los hombres fuman dentro de la tienda. Las mujeres est¨¢n reunidas en un contenedor blanco amueblado con almohadones y alfombras de colores vivos. Sirven el t¨¦ y r¨ªen entre ellas mientras cinco ni?os sucios de polvo corretean. Hamda es la anfitriona; tiene 49 a?os y es madre de nueve cr¨ªos. En 2014, padres, hijos, nueras, yernos y nietos huyeron de la zona rural de los alrededores de Damasco para reencontrarse en Zaatari. Es como una ciudad artificial construida en 2012 en el desierto del norte de Jordania que actualmente acoge a unos 80.000 sirios y se ha convertido en el segundo campo de refugiados m¨¢s grande del mundo despu¨¦s de Dabaab, en Kenia. ¡°Aqu¨ª no estamos bien, pero s¨ª mejor que en Siria bajo las bombas¡±, dice Hamda con la sonrisa de las personas optimistas.
Amal, la pen¨²ltima de sus hijas, sostiene en brazos a un beb¨¦ regordete envuelto en una manta blanca bordada. Se llama Mohamed, tiene nueve d¨ªas y el cabello negro y espeso para su edad. ¡°?Que cu¨¢ntos a?os tengo? 20¡±, dice la joven ech¨¢ndose a re¨ªr y haciendo re¨ªr tambi¨¦n a las dem¨¢s mujeres. ¡°No, es broma. Tengo 16¡±, corrige con voz infantil. Lleva las u?as pintadas de rojo, los p¨¢rpados cubiertos de kohl y un hiyab oscuro con puntitos brillantes, como un cielo nocturno salpicado de estrellas. Cuenta que su marido tiene 20 a?os, que tambi¨¦n es un refugiado sirio, pero que vive en la ciudad de Zarqa, 50 kil¨®metros al sur del campo. ¡°Sus padres viven en Zaatari. ?l ven¨ªa a verlos, y as¨ª nos conocimos. Tiene trabajo y vive bien, pero mientras nuestro hijo Mohamed sea peque?o me quedar¨¦ aqu¨ª, donde tengo la ayuda de mi familia¡±, dice Amal.
"La mayor¨ªa de los refugiados proceden de zonas rurales de Siria ni siquiera saben que el matrimonio hay que registrarlo", dice una abogada
¡°Casarla era la ¨²nica manera de que tuviese un futuro¡±, interviene su madre, Hamda. ¡°Yo tambi¨¦n me cas¨¦ muy joven, con 14 a?os¡±. La mujer se apresura a asegurar que el matrimonio de su hija se ha registrado como corresponde, y seguramente es verdad. En el reino hachem¨ª, la edad m¨ªnima para casarse son los 18 a?os, pero los tribunales isl¨¢micos pueden conceder dispensas hasta los 16. Sin embargo, el problema es otro. Casarse siendo menor de edad es una costumbre en retroceso entre la poblaci¨®n jordana. En cambio, entre los refugiados sirios acogidos en el pa¨ªs cada vez es m¨¢s frecuente. Se calcula que suman en total alrededor de un mill¨®n y medio de refugiados sirios, de los cuales solo 657.000 est¨¢n inscritos oficialmente en el registro del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El resto son como fantasmas, sin documentos y con empleos en negro y el 86% vive por debajo del umbral de la pobreza.
"Con la llegada de los primeros refugiados procedentes de Siria tambi¨¦n hemos visto surgir un mercado de adolescentes¡±, asegura Adnan Abu Alhaija
Mientras la crisis de Siria ha entrado en su s¨¦ptimo a?o sin que se vislumbre el final (hay 6,5 millones de desplazados internos y cinco millones de refugiados, la mayor¨ªa acogidos en Turqu¨ªa, L¨ªbano y Jordania), las organizaciones de ayuda humanitaria observan un desalentador efecto colateral del desarraigo forzoso: el aumento del n¨²mero de esposas y madres entre las sirias menores de edad instaladas en el reino hashem¨ª. En 2014, Unicef daba a conocer que el 31,7% de estas menores hab¨ªa contra¨ªdo matrimonio, lo cual representa un aumento exponencial de 19 puntos con respecto al 12% de 2011 y un porcentaje muy superior al de la Siria anterior a la guerra, en la que la tasa de matrimonios precoces no sobrepasaba el 13%.
Y no solo eso. ¡°Respecto al informe de Unicef de 2014, el n¨²mero de ni?as casadas sigue aumentando¡±, puntualiza Melanie Megevand, especialista en protecci¨®n y empoderamiento de las mujeres refugiadas en Jordania de la ONG estadounidense Comit¨¦ Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en ingl¨¦s). ¡°Adem¨¢s, la edad del matrimonio es cada vez m¨¢s temprana. En la actualidad, las refugiadas sirias llegan a casarse a los 13 a?os, mientras que la edad de los maridos, que en estos momentos son entre 10 y 15 a?os mayores que ellas, es cada vez m¨¢s alta. Estas chicas abandonan los estudios, con el consiguiente aumento del analfabetismo¡±, a?ade Megevand.
En la geometr¨ªa inmensa y deprimente de Zaatari hay unas 2.800 adolescentes de entre 11 y 17 a?os, el 7,1% de la poblaci¨®n femenina del campo. A pesar de ello, en la cl¨ªnica de salud reproductiva del Fondo de Poblaci¨®n de Naciones Unidas, la doctora Rima Diab cuenta que el 10% de los embarazos controlados por ellos corresponden a menores de edad. ¡°Llegan embarazadas o casadas¡±, afirma. ¡°Es dif¨ªcil prevenir estas cosas¡±. En uno de los contenedores de la cl¨ªnica, cuatro mujeres que acaban de dar a luz amamantan a sus reci¨¦n nacidos. Heba, de 19 a?os, ha tra¨ªdo al mundo a su segunda hija, Silin. ¡°La primera tambi¨¦n naci¨® aqu¨ª, cuando yo ten¨ªa 17 a?os¡±, susurra.
¡°En los ¨²ltimos cinco a?os tenemos constancia de unos 4.000 matrimonios de sirias menores de edad contra¨ªdos en Jordania, y eso contando solamente los registrados¡±, informa Hiba Obeidat, periodista de Balad Radio y de la revista digital AmmanNet, que investiga desde hace tiempo el asunto de las ni?as esposas. ¡°Es verdad que en algunas zonas de Siria es normal casarse antes de los 18 a?os, pero, en el contexto de los refugiados, hay otros factores. Las familias piensan que no tienen m¨¢s remedio que casar a las hijas para protegerlas de la precariedad en la que viven y resolver los problemas econ¨®micos familiares, ya que el marido paga una dote a los padres de la esposa¡±. Por ejemplo, en Zaatari, Amal reconoce que recibi¨® 1.000 dinares jordanos de su marido, es decir, unos 1.300 euros.
Un problema a?adido es que muchos matrimonios precoces no se registran, sino que solo se celebran con la intervenci¨®n de un im¨¢n complaciente, seg¨²n aseguran las organizaciones de cooperaci¨®n. Si no tienen los documentos en regla, las mujeres quedan privadas de muchos derechos. ¡°La mayor¨ªa de los refugiados proceden de zonas rurales de Siria, est¨¢n poco alfabetizados y muchas veces ni siquiera saben que el matrimonio hay que registrarlo¡±, dice la abogada Samar Muhareb, directora de la asociaci¨®n jordana Ardd, que proporciona apoyo legal a los refugiados.
¡°En el origen del problema hay un asunto que nunca se ha resuelto¡±, precisa Muhared. ¡°Jordania no ratific¨® la Convenci¨®n de Ginebra de 1951 sobre la acogida de refugiados, as¨ª que estos no gozan en ning¨²n caso de esa condici¨®n. Nuestras leyes se refieren a ellos como visitantes o hu¨¦spedes, y eso los priva de muchos derechos y complica la asistencia y su vida en nuestro pa¨ªs", a?ade la letrada, que detalla que a veces es m¨¢s f¨¢cil conseguir documentos falsos, incluidos los necesarios para la boda, que enfrentarse a la burocracia jordana. "Esta situaci¨®n acaba creando enormes problemas en asuntos como el divorcio, la custodia de los hijos y la herencia¡±, asegura.
¡°Con la llegada de los primeros refugiados procedentes de Siria tambi¨¦n hemos visto surgir un mercado de adolescentes¡±, a?ade Adnan Abu Alhaija, director del Instituto de Salud Familiar de la Fundaci¨®n Noor al-Husein, que se encarga de prestar servicios m¨¦dicos gratuitos a los refugiados y de darles asesoramiento sobre temas de familia en diversos puntos de Jordania. ¡°Ven¨ªan hombres adinerados de los pa¨ªses del Golfo a casarse con sirias adolescentes. Celebraban la boda solo en la mezquita y no registraban el matrimonio ante las autoridades civiles. Al cabo de tres meses, desaparec¨ªan, a veces dejando a las mujeres embarazadas. En ausencia del padre, ellas no pod¨ªan inscribir el matrimonio ni registrar al hijo, as¨ª que se encontraban con un problema", se?ala Alhaija, que asegura que la prostituci¨®n ha aumentado entre las j¨®venes sirias.? "Son mujeres que no tienen elecci¨®n para sobrevivir y que son presa f¨¢cil de los delincuentes que manejan el negocio del sexo. Fuera de las mezquitas y de los hospitales aparecen muchos reci¨¦n nacidos abandonados", dice.?
Matteo Paoltroni, responsable de la delegaci¨®n jordana de Echo, la Oficina de Ayuda Humanitaria de la Comisi¨®n Europea (que desde 2011 ha destinado 657 millones de euros a los refugiados en el reino hashem¨ª), no oculta su preocupaci¨®n. ¡°La situaci¨®n de los sirios se est¨¢ deteriorando, sobre todo en Zaatari¡±, se?ala. ¡°Nadie quiere estar en un campo de refugiados, pero mucha gente no se puede permitir pagar un alquiler en la ciudad. As¨ª que, por desgracia, es f¨¢cil entrar en una espiral de frustraci¨®n que lleva, entre otras cosas, a sacar a los ni?os del colegio para ponerlos a trabajar y casar a las hijas antes de tiempo para que la familia pueda sobrevivir. A estos j¨®venes se les llama ya La generaci¨®n perdida¡±.
Otro asunto urgente entre las familias sirias refugiadas en Jordania es la violencia de g¨¦nero. Desde 2012, el Comit¨¦ Internacional de Rescate se ha encontrado con 4.633 casos de v¨ªctimas de abusos por parte del marido entre las 13.000 sirias que han recibido ayuda psicol¨®gica en las cl¨ªnicas de la organizaci¨®n en Ramtha y Mafraq. En 2016, el 70% de los casos de maltrato de los que tuvo conocimiento el personal del IRC se produjeron en familias sirias. ¡°Esta violencia va estrechamente unida al matrimonio precoz¡±, afirma Megevand.
¡°En la cultura siria, el matrimonio no es cosa solo del marido y la esposa, sino tambi¨¦n de sus familias y de toda la comunidad. En ¨¦poca de paz, el apoyo de la comunidad sirve para vigilar las tensiones y atenuarlas. En cambio, ahora, con la gente desarraigada y empobrecida, todos los mecanismos de protecci¨®n desaparecen. Los niveles de estr¨¦s causados por la guerra y la huida agudizan las tensiones entre las personas dentro y fuera de casa", ilustra Megevand, que adem¨¢s indica que la chica apartada de la familia para casarse se encuentra en un ambiente ajeno, en compa?¨ªa de un hombre que a menudo no forma parte de su comunidad.
"La joven se encuentra m¨¢s aislada, m¨¢s sometida a las normas de sus suegros, m¨¢s expuesta al maltrato, porque, al ser demasiado joven, no satisface las expectativas depositadas en su papel de esposa. Por otra parte, al casarse a una edad tan temprana, las chicas sufren la violencia m¨¢s tiempo que una mujer adulta¡±, enumera la especialista del IRC, que matiza que no se debe acusar a los padres de actuar de mala fe, sino que hay que observar el fen¨®meno desde una perspectiva "mucho m¨¢s compleja", como la p¨¦rdida de dignidad por la que est¨¢n pasando las familias sirias. ?Qu¨¦ hacer, pues, para poner fin a esta peligrosa tendencia? ¡°Proyectos de prevenci¨®n¡±, responde Megevand. ¡°Es importante que las j¨®venes tengan acceso a los servicios, que se relacionen entre ellas, que vuelvan a estudiar aunque est¨¦n casadas¡±, propone.
En las oficinas del Comit¨¦ Internacional de Rescate en Mafraq, la ciudad jordana m¨¢s pr¨®xima al campo de Zaatari, mujeres sirias de todas las edades asisten a cursos de formaci¨®n profesional y reciben apoyo psicol¨®gico. ¡°Hay muchos casos de ni?as casadas¡±, admite Nuura, refugiada que huy¨® de Homs en 2014 y tiene 31 a?os y cuatro hijos. En Jordania tuvo el valor de divorciarse de un marido que le pegaba. Marah, en cambio, tiene 21 a?os. A?ora Damasco y estudia dise?o gr¨¢fico en su pa¨ªs de acogida. Es alta y guapa, lleva las cejas perfectamente delineadas y un ligero toque de pintalabios. ¡°Mi padre ha conseguido llegar a Alemania¡±, cuenta. ¡°Dos de mis hermanas y un hermano podr¨¢n reunirse con ¨¦l porque todav¨ªa son menores de edad, pero mi hermana y yo no tenemos m¨¢s remedio que quedarnos aqu¨ª con mi madre. Todo el mundo nos dice que nos casemos como ¨²nica soluci¨®n para sentirnos protegidas. Mi hermana se lo est¨¢ pensando, pero yo no quiero. Quiero estudiar, trabajar y ser independiente. No creo en el matrimonio como un remedio m¨¢gico que salva a la mujer de la crueldad de la vida¡±, considera Marah.
Art¨ªculo publicado en colaboraci¨®n con la UN Foundation.
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