Trump y el inmovilismo en Cuba
Apostar por las pol¨ªticas del actual presidente estadounidense, como hacen sectores de la oposici¨®n y el exilio, es un regalo al Gobierno de Ra¨²l Castro. El objetivo debe ser concertar pol¨ªticas internas y globales de cambio en la isla
Las ¨²ltimas medidas del presidente Donald Trump en relaci¨®n con Cuba han confirmado que la estrategia dise?ada por la segunda administraci¨®n de Barack Obama se ha convertido en pol¨ªtica de Estado. El n¨²cleo fundamental de la normalizaci¨®n diplom¨¢tica ¨Crestablecimiento de relaciones, reapertura de embajadas, flexibilizaci¨®n de viajes y remesas, fin de la ¡°ley de pies secos, pies mojados¡±- se mantiene. La nueva pol¨ªtica no es una reversi¨®n de la anterior, como intent¨® hacer ver el acto demag¨®gico en Miami, sino tan s¨®lo una promesa de mayor fiscalizaci¨®n de las operaciones comerciales, inversionistas y financieras que favorecen directamente el consorcio militar-empresarial que controla la t¨ªmida apertura de la isla al mercado global.
Habr¨¢ que ver en los pr¨®ximos meses de qu¨¦ manera las nuevas disposiciones logran afectar intereses espec¨ªficos del empresariado estatal, sin da?ar el creciente mercado laboral de servicios que, en buena medida, est¨¢ interconectado con dicho consorcio. Y habr¨¢ que ver tambi¨¦n si, como se ha visto en el primer semestre de este a?o, en reacci¨®n inmediata a la llegada de Trump a la Casa Blanca, el flujo tur¨ªstico sigue disminuyendo. Uno de los impactos de la nueva pol¨ªtica ser¨ªa el decrecimiento de los viajes, por lo que las medidas no s¨®lo afectar¨¢n a la c¨²pula militar sino a la franja emergente del sector no estatal, que se ha dilatado consistentemente en los tres ¨²ltimos a?os, bajo el aliento de la estrategia de Obama.
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En el estudio Voces de cambio en el sector no estatal cubano (2016), que realiz¨®, dentro de la isla, un grupo de investigaci¨®n encabezado por el economista Carmelo Mesa-Lago, se documenta que entre 2014 y 2016, la fuerza laboral no dependiente del Estado alcanz¨® cerca del 30%. Apenas cinco a?os antes, en 2010, estaba ligeramente por encima del 15%. Ese aumento est¨¢ relacionado, indudablemente, con las reformas de liberaci¨®n del trabajo por cuenta propia o diversas modalidades del negocio personal y familiar y con el acercamiento de Estados Unidos y la Uni¨®n Europa. Pero ese estudio es tan revelador de la duplicaci¨®n de los m¨¢rgenes del negocio privado en Cuba como de la ofensiva en su contra que, justamente tras el viaje de Obama, emprende el gobierno de Ra¨²l Castro.
Para decirlo r¨¢pido, la agenda ligeramente punitiva, pero escandalosamente medi¨¢tica de Trump, llega luego de un a?o de freno a las reformas en Cuba, que arranc¨® en el VII Congreso de Partido Comunista, en abril de 2016, donde la ¨¦lite del poder se propuso deliberadamente combatir los efectos de la pol¨ªtica de Obama a la que calific¨® como un ¡°injerencismo¡± m¨¢s pernicioso que el de cualquier otro presidente en la historia de Estados Unidos. El equ¨ªvoco de que hab¨ªa un ¡°acuerdo¡± entre los gobiernos de Barack Obama y Ra¨²l Castro -que reiteran, curiosamente, medios de Miami y de la izquierda m¨¢s autoritaria iberoamericana-, que ahora Trump deshace, se basa en una ignorancia profunda de lo que ha sucedido en la isla en el ¨²ltimo a?o. La nueva pol¨ªtica y, sobre todo, la ganga propagand¨ªstica que la cubre, han sido ideadas por personas que no leen Granma ni Cubadebate.
Uno de los impactos de la nueva estrategia ser¨ªa el decrecimiento de los viajes tur¨ªsticos a la isla
El gobierno cubano se encuentra enfrascado en un combate cuerpo a cuerpo contra el avance de la autonomizaci¨®n de la sociedad civil en Cuba. Un combate que incluye la represi¨®n de opositores pero tambi¨¦n de las cada vez m¨¢s frecuentes manifestaciones de reformismo. Lo que sucede es que opositores y reformistas son incapaces de dialogar y, en buena medida, esa incapacidad es alimentada desde afuera por el sectarismo de grupos de inter¨¦s involucrados en la cuesti¨®n cubana. Tal desencuentro, que se refleja en la disputa entre las pol¨ªticas de Obama y Trump, pasa por la contradicci¨®n entre la idea de cambio pol¨ªtico como remoci¨®n fulminante y ex¨®gena de un r¨¦gimen o transici¨®n gradual a la democracia, con todos los actores, incluidos el gobierno, la oposici¨®n y el exilio.
A todo esto habr¨ªa que agregar la evidencia de que el l¨ªder de la nueva pol¨ªtica hacia Cuba es alguien con el emblema de un muro en la frente, que hace apenas unos meses era el candidato de Mosc¨², Caracas y La Habana. Un pol¨ªtico que abiertamente ha defendido posiciones racistas, machistas, xen¨®fobas y homof¨®bicas, que semana tras semana suma agravios en casi todas las zonas de la sociedad de Estados Unidos y la comunidad internacional. Apostar a Trump, como hacen sectores de la oposici¨®n y el exilio, cuando de lo que se trata es de concertar pol¨ªticas internas y globales de cambio en la isla, parece ser un regalo al gobierno de Ra¨²l Castro en los pocos meses que le restan.
La nueva pol¨ªtica complica, adem¨¢s, las gestiones que varios gobiernos latinoamericanos, especialmente el mexicano, hacen dentro de la OEA para tratar de unificar las posiciones regionales sobre la crisis venezolana. La principal resistencia a una resoluci¨®n conjunta, que demande el fin de la represi¨®n, la convocatoria a elecciones, la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos y el abandono del proyecto de una nueva Asamblea Constituyente, proviene de los pa¨ªses caribe?os, que privilegian su relaci¨®n con Venezuela y Cuba. El gobierno cubano no participa oficialmente en el foro de la OEA, pero indirectamente tiene una presencia constante, a trav¨¦s de sus socios de la Alianza Bolivariana.
Existe un manifiesto desencuentro entre opositores y reformistas, incapaces de dialogar
El giro que Trump ha dado a la relaci¨®n con Cuba es sobredimensionado en el circuito caribe?o y bolivariano como un ¡°fin unilateral del deshielo¡±, que esos gobiernos aprovechan para boicotear cualquier acuerdo sobre Venezuela. Como tantas veces en el pasado -recordemos tan s¨®lo la ¡°batalla de ideas¡± en tiempos de George W. Bush-, la hostilidad de Estados Unidos se vuelve directamente proporcional a las campa?as de ¡°solidaridad con Cuba¡±, que s¨®lo sirven para justificar el statu quo y transferir toda la responsabilidad de lo que sucede en la isla a la Casa Blanca y el Capitolio. Frente a la deriva autoritaria de Venezuela, tan interrelacionada con la geopol¨ªtica rusa y cubana, la mayor eficacia siempre estar¨¢ del lado de las iniciativas diplom¨¢ticas regionalmente consensuadas.
Por si fuera poco, la nueva pol¨ªtica de Trump no cancela en modo alguno la posibilidad de un ¡°better deal¡± entre La Habana y Washington. Las recientes declaraciones del canciller Bruno Rodr¨ªguez en Viena, adem¨¢s de evidenciar la capitalizaci¨®n simb¨®lica que ya hace el gobierno cubano de su rol de v¨ªctima de Trump, de cara a la Uni¨®n Europea, dejan claro que el gobierno de Ra¨²l Castro sigue estando interesado en entenderse con el nuevo presidente. Lo peor es que ese entendimiento, de producirse, podr¨ªa carecer del compromiso con el desarrollo de la sociedad civil y el avance a la democracia que contemplaba la estrategia anterior. La v¨ªa hacia un capitalismo autoritario en la isla tal vez quede m¨¢s libre a partir ahora.
Rafael Rojas es historiador.
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