El irresistible encanto de vestirse para domar a las fieras
De c¨®mo el autor del art¨ªculo estuvo en el camerino de ?ngel Cristo mientras se cambiaba... y otros domadores m¨ªticos
He sido un gran payaso, pero lo que en realidad me ha gustado siempre del circo es el domador. Desde ni?o so?¨¦ con ser uno, vestir como ellos, con ropas de fantas¨ªa pero muy aventureras; cargar un rev¨®lver en la cintura, esgrimir el l¨¢tigo, esas cosas. Me ha echado atr¨¢s, sin embargo, lo de meterme en una jaula con fieras, que en realidad es la esencia del asunto y no el vestuario. Estamos hablando, claro, de valor.
De hecho, solo una vez estuve a punto de hacerlo, meterme entre leones, leones muy grandes, a invitaci¨®n de ?ngel Cristo, a la saz¨®n mi anfitri¨®n en una jornada inolvidable a pie de pista. Solt¨¦ como excusa que, precisamente, no iba vestido para la ocasi¨®n; pero me temblaban las piernas, lo cual provoc¨® una mueca en la cara del popular domador, que tampoco las ten¨ªa todas consigo. ?l era as¨ª. Probablemente, dado el descontrol reinante, fuera peor meterte en la jaula con ?ngel Cristo que solo, aunque ahora que lo pienso al menos con ¨¦l pod¨ªas repartir los mordiscos.
Cuando hablo de ser domador y vestir de domador mi modelo no es precisamente el muy recordado Cristo, en paz sea, sino domadores m¨¢s glamurosos, a ser posible de circos de gran categor¨ªa como el Krone, el Medrano, el Althoff de tres pistas o el Ringling Bros. and Barnum & Bailey, que es decir el nombre completo y ya se ha acabado la funci¨®n.
A Bill Stephens le mat¨® su le¨®n Pach¨¢ al no reconocer su olor porque hab¨ªa cambiado su vestuario habitual. Hecho del que hemos de extraer la siguiente lecci¨®n: siempre has de cuidar lo que te pones cuando trates con leones
Cristo vest¨ªa de una manera m¨¢s del Cuore que de ICON. Hab¨ªa que verlo enfundado en aquellas mallas muy comprimidas, con la camisa abierta mostrando el amplio pecho de barril sobre el que pend¨ªan un crucifijo y un rosario, el chalequito con flecos y las botas altas de piel. Yo tuve el privilegio de observarlo cambiarse en su caravana (uno ha hecho cosas muy raras en su vida) y apreciar de cerca las cicatrices en su torso y en su cuello. ¡°Toca, toca¡±, me dec¨ªa.
No, no, mi modelo son los domadores old style, elegantes, con aire de oficiales austroh¨²ngaros, h¨²sares, cosacos, con alamares y entorchados. Van Amburgh, que sedujo con su aspecto hasta a la reina Victoria, y al duque de Wellington (que ser¨ªa por uniformes), vest¨ªa a veces as¨ª (aunque otras iba de gladiador); sol¨ªa mojarse una mano en sangre y meterla en la boca de un le¨®n, que ya es performance y ganas de tener un disgusto.
O, si no, los que visten de exploradores, como el gran Clyde Beatty, que sal¨ªa con salacot y una silla (las cuatro patas confunden a las fieras, por lo visto: yo no salgo ni detr¨¢s de un armario). Es verdad que tambi¨¦n ha habido domadores de primera que vest¨ªan como para Eurovisi¨®n, como Gunther Gebel-Williams, cuyo vestuario glam contrastaba con una cara llena de cicatrices que le imped¨ªan hablar cuando hac¨ªa fr¨ªo. Si se trata de vestuario y fieras, hay que mencionar a la irrepetible Mabel Stark, que vest¨ªa de blanco para que no se notaran las efusiones seminales de su enorme tigre Rajah que se vaciaba de entusiasmo sobre ella en cada show (es verdad, les juro que soy incapaz de inventarme algo as¨ª).
Bill Stephens, que met¨ªa la cabeza en las fauces de sus leones, alternaba un atuendo a lo z¨ªngaro con el de gu¨ªa de safari. Una vez se le escap¨® un le¨®n en Dubl¨ªn y lo persigui¨® por las calles (no sabemos si cantando Molly Malone). Merece un lugar especial aqu¨ª porque falleci¨® a causa de su indumentaria: su le¨®n Pach¨¢ lo atac¨® al no reconocer su olor porque hab¨ªa cambiado su vestuario habitual. Hemos de extraer de ello una lecci¨®n fundamental: siempre has de cuidar lo que te pones cuando trates con leones.
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