El cosmos, el folk y una historia de amor que dura 50 a?os
Donovan, el Dylan brit¨¢nico, cumple 71 a?os junto a su mujer Linda, su obsesi¨®n por J¨²piter y un pu?ado de canciones influyentes
Donovan quiere que le advierta de que J¨²piter ha entrado en Libra. O al rev¨¦s, no me ha quedado claro. Seg¨²n el cantautor escoc¨¦s, usted no deber¨ªa preocuparse tanto por Trump o el Brexit. C¨¦ntrese en esta conexi¨®n c¨®smica. Cito textualmente: ¡°Si en los pr¨®ximos meses no conectamos con nuestro yo interior, tenemos un problema¡±. Aunque no resulta f¨¢cil entender cu¨¢l. Efectivamente, con 71 a?os, Donovan Leitch sigue siendo m¨¢s jipi que tocar la flauta travesera en un prado mirando un arco¨ªris. Advenedizo no es.
Este es el hombre que en 1967 acompa?¨® a los Beatles a un ashram en Rishikesh, India. ¡°Fuimos a estudiar con el Maharishi Mahesh Yogi, pero ¨¦ramos superestrellas y nos siguieron periodistas y televisiones de todo el mundo. Tuvieron que mandar al ej¨¦rcito a echarlos. Un d¨ªa John [Lennon] se estaba lavando el pelo en un estanque de la selva y descubri¨® a un fot¨®grafo espi¨¢ndole. Sali¨® corriendo tras ¨¦l: ¡®?Ven aqu¨ª, cabr¨®n! ?Como te pille te vas a enterar!¡¯. No era el mejor ambiente para la meditaci¨®n trascendental¡±.
"Soy el heredero de una tradici¨®n de poetas bohemios. De Keats y Shelley. Posiblemente su reencarnaci¨®n. No puedo quejarme de nada. Lo que no consiga aqu¨ª lo lograr¨¦ en mi pr¨®xima vida¡±
Lo cuenta en un hotel de Madrid, en medio de una gira que repasa sus 50 a?os de trayectoria. Una historia que comienza cuando Sunshine Superman coloc¨® en 1966 a este escoc¨¦s proveniente del folk en el n¨²mero uno de EE UU. ¡°Mi disco abri¨® las puertas para todo. Le dijo al mundo: ¡®No hay reglas, haz lo que quieras¡±. Exagera, pero en los sesenta fue parte de la vanguardia psicod¨¦lica. Se le considera, ¨¦l mismo lo hace, instigador de discos como Sgt. Pepper¡¯s y ense?¨® a los Beatles arpegios que usaron en su White album.
Famoso a ambos lados del Atl¨¢ntico, se le vendi¨® como la respuesta brit¨¢nica a Bob Dylan, pero al Nobel de literatura no parec¨ªa hacerle mucha gracia la comparaci¨®n. En el documental Don¡¯t look back est¨¢n registradas muchas de las burlas que le dedic¨®. ¡°No le copi¨¦. A ¨¦l le gustaba Woody Guthrie y le copi¨® la gorra y la arm¨®nica. Y de repente aparezco yo, un chaval de Glasgow tambi¨¦n con gorra y arm¨®nica. La verdad es que hab¨ªa cientos como nosotros, pero fuimos los ¨²nicos famosos. No s¨¦ si le enfad¨®, le preocup¨® o le divirti¨®. Ya no tiene importancia¡±.
Su problema era ser la cara amable de la contracultura. Con una voz tan dulce que en ocasiones parec¨ªa un ni?o de coro, en Espa?a su gran ¨¦xito fue la versi¨®n de Colours que grab¨® con Mocedades. Dicen que otro de sus ¨¦xitos, Mellow yellow, habla de las presuntas capacidades alucin¨®genas de la piel de pl¨¢tano, pero de una forma tan blanda que la perpetra hasta Abraham Mateo.
Su aportaci¨®n al pop se reduce al periodo entre 1962 y 1969. Que ya es. En los setenta, cuando los nombres que pueblan su conversaci¨®n se convert¨ªan en superestrellas, su figura se desvaneci¨®. ¡°Publiqu¨¦ nueve discos en aquella d¨¦cada¡±, rebate con un deje de tristeza. ¡°Pero en realidad no ve¨ªa mi obra como una carrera y en 1969, mi labor, la invasi¨®n de la cultura popular por la bohemia, hab¨ªa terminado. Fue un momento duro, porque estaba solo. Me hab¨ªa enamorado de Linda [Lawrence] en el 65, pero la fama destruy¨® las parejas. Todas. Nos hab¨ªamos separado y Linda tuvo un hijo con Brian Jones [componente de los Stones fallecido en 1969]. A principios de los setenta me fui de gira a Jap¨®n. A los dos meses me mir¨¦ al espejo y no me reconoc¨ª. Me di cuenta de que todo hab¨ªa acabado para m¨ª. Volv¨ª a Inglaterra y alquil¨¦ un cottage. No hab¨ªa nadie, todos estaban en una fiesta de tres d¨ªas en casa de Eric Clapton. Yo me sent¨ªa morir, dorm¨ªa en los bosques. Una ma?ana lleg¨® un coche. Conduc¨ªa la chica de Clapton: ¡°?Don!, ?C¨®mo est¨¢s? Vengo con alguien que conoces¡¯. Y apareci¨® Linda. No nos hemos separado desde entonces¡±. Llevan 50 a?os juntos.
Convertido en un hombre de familia, pas¨® a?os volviendo a asentarse en la Tierra. ¡°Me vi metido en disputas legales porque me deb¨ªan millones de d¨®lares. Segu¨ª haciendo discos, pero no giras¡±. ?Se arrepiente? ¡°?De qu¨¦? Soy el heredero de una tradici¨®n de poetas bohemios. De Keats o Shelley. Posiblemente su reencarnaci¨®n. No puedo quejarme de nada, lo que no consiga aqu¨ª lo conseguir¨¦ en mi pr¨®xima vida¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.