Brindis con los adversarios tras la reyerta sobre Gloria Fuertes y Javier Mar¨ªas
Lo mejor de Twitter es la reconciliaci¨®n. Ah¨ª dentro, hay de todo: insulto, ternura, palabras de amor
Para J. R., exmagnate, que me las pidi¨®
Lo mejor de Twitter es la reconciliaci¨®n. Ah¨ª dentro, en medio de esos millones de metros de palabras construidas a partir de sucesivos 140 caracteres, hay de todo: insulto, ternura, palabras de amor. Cu¨¢nta locura, que dice la canci¨®n.
Pero en medio se producen historias de reconciliaci¨®n, Este usuario, que en su limitad¨ªsima historia de Twitter se llama @cosmejuan, suele resolverlas por mensaje directo, MD, aunque algunas veces esos desencuentros que culminan en amistades cibern¨¦ticas salen a la luz, por la generosidad de los adversarios, o por mi mala cabeza.
En las ¨²ltimas semanas han ocurrido, en esa cuenta que cito m¨¢s arriba, algunos encuentros interesantes, desde el punto de vista humano, e incluso period¨ªstico, aunque sostengo que ah¨ª se comunica periodismo, o lo contrario, pero no se hace periodismo. Periodismo, tengo esa convicci¨®n, sigue siendo lo de siempre, el ejercicio de un oficio que exige trabajo (de comprobaci¨®n, de verificaci¨®n, de contraste, de relevancia), mientras que en Twitter la gente entra, ve algo que est¨¢ a favor (generalmente) de lo que piensa y de inmediato se lanza al bonito, ?e inocente?, juego del retuiteo.
Entre las cosas que pasaron en las ¨²ltimas semanas en ese terreno nebuloso de las identidades de Twitter (seud¨®nimos, identidades falsificadas, an¨®nimos desde los que se disparan con gran alegr¨ªa los m¨¢s s¨®rdidos adjetivos) est¨¢n las que pasaron despu¨¦s de la publicaci¨®n de un comentario que publiqu¨¦ en este mismo blog sobre el art¨ªculo de Javier Mar¨ªas en torno a sus convicciones como lector de Gloria Fuertes.
Hubo una enorme reyerta que tuvo al autor de Ma?ana en la batalla piensa en mi como blanco de las mayores y m¨¢s diversas (y m¨¢s despiadadas) invectivas, porque pon¨ªa en cuesti¨®n la obligatoriedad de considerar a la citada poeta parte de la primera divisi¨®n de la literatura. Tuve el atrevimiento de terciar y me llev¨¦ lo que ahora se llama una manta de hostias. Merecidas casi todas ellas, supongo.
Pero hubo dos hostias que me llamaron la atenci¨®n. Una, porque se basaba en algo incierto, que ped¨ª a quien me interpelaba que rectificara, aunque nunca lo hizo en directo; al contrario, pas¨® a buscar otras razones para prolongar su desacuerdo conmigo por otras v¨ªas. Sin retirar nunca la primera informaci¨®n err¨®nea, ni las otras, que tampoco estaban matizadas hasta tomar el formato de lo que hab¨ªa ocurrido en la realidad. La otra diatriba era gen¨¦rica, usted est¨¢ equivocado, qu¨¦ le vamos a hacer, sus posiciones est¨¢n erradas, etc¨¦tera; y conclu¨ªa el adversario con una alusi¨®n a una enfermedad ocular seguramente inexistente (¡°esguince de retina¡±) que ¨¦l me atribu¨ªa y que yo juzgu¨¦ atrevida como argumento para descalificar a alguien en Twitter.
En el primer caso, el usuario de Twitter, cuya cuenta me inspir¨® confianza, dec¨ªa que el se?or Mar¨ªas se amparaba en EL PA?S, que era propiedad de Prisa y por tanto de Alfaguara. Por circunstancias de la historia empresarial, esto no es cierto, y no lo es de manera notoria desde hace unos a?os. Qu¨¦ m¨¢s quisi¨¦ramos, pens¨¦ yo, y lo dije, que esa admirable editorial estuviera a¨²n en nuestras cercan¨ªas. Mi insistencia en que rectificara ese dato en concreto fue deso¨ªda con insistencia por mi adversario, hasta que localic¨¦ (no sin cierto esfuerzo y algunas benem¨¦ritas colaboraciones) al se?or (era un se?or) que firmaba la cuenta. ?l mismo me llam¨® al tel¨¦fono, a mis requerimientos. Fue tan cordial la resoluci¨®n del reencuentro que al final el adversario de horas antes me envi¨®, tambi¨¦n por mensaje directo de Twitter, la foto de un vaso de vino (blanco) con el que me dec¨ªa que se dispon¨ªa a brindar conmigo desde Andaluc¨ªa. Yo le correspond¨ª, desde Las Palmas de Gran Canaria, con otra fotograf¨ªa: de un vaso de vino tinto. Y brindamos, claro que brindamos. Por la poes¨ªa y por lo que fuera.
Con respecto al se?or (que s¨ª aparec¨ªa con su nombre real) que me acus¨® de padecer lo que ¨¦l llamaba, seguro que de broma, ¡°esguince de retina¡±, le hice saber, de buenos modos, lo juro, que el nombre de esa enfermedad inventada se parece a otra que es frecuente y, en muchos casos, preocupante para quienes la padecen y tambi¨¦n para sus familiares. Lo s¨¦ de manera fehaciente: siempre he cre¨ªdo, adem¨¢s, que en periodismo o en cualquier controversia debe estar prohibida cualquier comparaci¨®n peyorativa que incluya la menci¨®n a una enfermedad o a algo que se parezca al nombre de una enfermedad. Con mucha rapidez, en este caso, aunque tambi¨¦n en mensaje directo, esta persona se disculp¨®, atendiendo a la raz¨®n que yo le hab¨ªa expuesto. Y no s¨®lo se disculp¨®. Retir¨® su tuit. Ahora nos seguimos en Twitter, tan contentos.
Esta misma ma?ana le¨ª que un tuitero muy habitual, y muy bien hablado, llamaba ¡°gilipollas¡± a no s¨¦ qui¨¦n. Le dije que quiz¨¢ en el diccionario habr¨ªa sin¨®nimos menos insultantes que ese. Y en seguida se cay¨® ese tuit de su cuenta. Esta vez el usuario no s¨®lo se disculp¨® sino que anunci¨® en p¨²blico que retiraba la expresi¨®n.
Son historias que pasan en Twitter. Mi experiencia recuerda algunas mucho peores. Pero ahora he querido abrazar a los adversarios que terminaron afectuosamente aquello que comenz¨® como una batalla y ahora se queda ah¨ª como una sucesi¨®n de brindis.
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