Eso

El pr¨ªncipe Pablo de Grecia ha celebrado una fiesta de disfraces con el lema Prince and the revolution, no se sabe si por el cantante, por ¨¦l y su hija Olympia, que lo peta como celebrity, o por todo a la vez. El caso es que muchos invitados entendieron que deb¨ªan hacer el rid¨ªculo. Las fotos, con poses fr¨ªvolas pero miradas desimantadas hace d¨¦cadas, transmiten una inenarrable sensaci¨®n de decadencia. Pod¨ªan aparecer todos en una escena deprimente de La gran belleza, salvo Valentino embalsamado, demasiado ¨¦nfasis en la idea de fosilizaci¨®n, y Paris Hilton, que arruina toda insinuaci¨®n de falsedad porque es realmente as¨ª. Adem¨¢s de preguntarse c¨®mo est¨¢n tan forrados, uno se plantea a qu¨¦ se dedican el resto de la semana, c¨®mo se deben de aburrir y, batalla perdida en todas las clases sociales, por qu¨¦ se hacen fotos y las ense?an. Sin saber nada les respetar¨ªamos m¨¢s, nos lo imaginar¨ªamos mejor de lo que es. Estas fotos ya no dan envidia, mueven a risa y perplejidad. M¨¢s a¨²n cuando aparecen por ah¨ª nuestro Rey, primo del anfitri¨®n, y, dicen, Urdangarin. Lo peor es la chiquiller¨ªa, metid¨ªsima en su papel de vivir del aire. Olympia ya est¨¢ consagrada como it girl, una chica que tiene eso (it), ese atractivo indefinible que, por lo visto, da un dineral en revistas y poniendo fotos en Instagram. Estos se creen todos eso. Se comprende lo duro de llevar durante generaciones esta forma de vida al ver por all¨ª a una F¨¹rstenberg, una tal Talita, y recordar a su t¨ªa abuela, Ira von F¨¹rstenberg, que se acerc¨® en una fiesta a Fellini y le dijo que le encantar¨ªa hacer cine. ?l suspir¨®: ¡°Tenemos ya un mont¨®n de problemas¡±.