Cortesanos

Disculpen que incordie con consideraciones quiz¨¢ superadas, pero para m¨ª esto de la telebasura ib¨¦rica es nuevo: son fascinantes esos programas con gente que ni sabes qui¨¦n es hablando de otros que tampoco y diciendo cosas sin inter¨¦s con gravedad suprema. Nimiedades rebuscad¨ªsimas, para iniciados, como si hablaran de ingenier¨ªa at¨®mica. En uno de estos espacios, mientras discuten sus chorradas, un r¨®tulo dice: ¡°Si conoce informaci¨®n de alg¨²n famoso y puede demostrarla, ll¨¢menos¡±. Parece la frase promocional del Equipo A. Es gracioso lo de demostrarlo, implica fotos, documentos, muchas molestias para el ciudadano corriente. Adem¨¢s, uno no se cruza casi nunca con famosos y, si ocurre, hacen cosas de lo m¨¢s normal: tomar un caf¨¦, comprar algo, pasar por la calle¡­ ?A qui¨¦n va entonces este aviso, a sus vecinos, a sus familias, a sus animales de compa?¨ªa? Es un llamamiento al espionaje, que pasa por normal en un pa¨ªs de cotillas. Pero lo interesante es el tratamiento impl¨ªcito de ¡°los famosos¡± como especie animal de caza libre o delincuentes. Hablan de ellos con una superioridad que delata inferioridad, se les contempla como gente con algo especial, que t¨² no tienes. Si no, nos dar¨ªa igual lo que hagan. Es un acomplejamiento colectivo que se redime con esta afici¨®n al despellejamiento, este rencor cortesano, sobre todo con los nuevos famosos, porque nadie debe escapar a su destino ni de donde le ha tocado vivir. Casi dir¨ªa que es algo profundamente mon¨¢rquico. Todo muy espa?ol. Esta aristocracia medi¨¢tica es culpable de su dinero, su suerte, su belleza o su talento y al menos debe pagar por ello con el escarnio. Si no, para qu¨¦ estamos los dem¨¢s.