El valor de la moderaci¨®n
La soluci¨®n al desaf¨ªo catal¨¢n solo se alcanzar¨¢ mediante la raz¨®n, la pol¨ªtica y la duda. Y si de algo carecen los independentistas es de dudas. Tratar con gente que siempre va cargada de certeza resulta muy problem¨¢tico
La comunicaci¨®n solo es posible mediante el lenguaje. Por eso es tan importante que los pol¨ªticos hablemos un lenguaje que la gente pueda entender. Para que a partir de la comprensi¨®n de lo que queremos decir, la gente decida y entonces apruebe o repruebe, elija o reelija. De ah¨ª que cuando el lenguaje pol¨ªtico se desviste de matices para reducirse a clich¨¦s, estereotipos y consignas, la esencia misma de la pol¨ªtica se desvanece.
Con la inestimable ayuda de la red, donde las mentiras m¨¢s pesadas se balancean con plena seguridad, como los elefantes en la tela de ara?a de la canci¨®n infantil, hay discursos hoy en d¨ªa que se abren paso pese a su falta de verosimilitud.
Creo en la duda y en la palabra y las reivindico como requisitos para el di¨¢logo y la pol¨ªtica
Imag¨ªnense la muela de un molino, a vueltas ruidosas sobre el eje. Eso ocurre con algunos discursos de apariencia muy potente, pero incapaces de acercarse al otro. Los clich¨¦s son palabras que giran sobre s¨ª mismas, inservibles para el di¨¢logo. En nuestro pa¨ªs, el debate est¨¢ monopolizado por el eje izquierda-derecha tanto en lo econ¨®mico, lo social, lo cultural y lo moral como en lo territorial. Y tal es el dominio de ese monopolio que quienes han querido introducir planteamientos m¨¢s transversales ¡ªpor ejemplo, en t¨¦rminos de vieja y nueva pol¨ªtica, arriba y abajo, o ciudadan¨ªa y ¨¦lites¡ª han abandonado esa pretensi¨®n para ubicarse definitivamente en la izquierda de la izquierda. Despu¨¦s de tanto amago, la posici¨®n en el eje izquierda-derecha sigue siendo la br¨²jula m¨¢s socorrida para orientarse pol¨ªticamente.
?Por qu¨¦ es tan importante la moderaci¨®n? Ser moderado es saber que la pol¨ªtica es un aprendizaje de la decepci¨®n, porque est¨¢ incapacitado para ella quien no haya aprendido a dar por bueno lo que no le satisface plenamente. No puede ser moderado ni el pol¨ªtico de las reivindicaciones absolutas, ni el que piense que su inter¨¦s se formula contra otros, ni el de la insobornable intransigencia moral.
No se trata de hacer pol¨ªtica a golpe de consenso universal. Ser moderado no consiste en negar el conflicto; de hecho, la pol¨ªtica es inevitable justamente porque el conflicto tambi¨¦n lo es. La firmeza y la moderaci¨®n no son enemigas; tampoco la discrepancia y la moderaci¨®n son incompatibles. Pero la moderaci¨®n se lleva mal con las categor¨ªas absolutas, con el fanatismo, el sectarismo, la confianza en la posesi¨®n de la ¨²nica verdad.
Ser moderado consiste en no interpretar la pol¨ªtica como un combate, en no achicarla a un antagonismo que opone un nosotros virtuoso frente a un ellos vicioso. Consiste en desterrar del lenguaje pol¨ªtico el tono camorrista, el matonismo, en renunciar a la descalificaci¨®n ¨¦tica del adversario al que se describe como un ¡°intocable¡±. Aza?a dec¨ªa que ¡°el car¨¢cter espa?ol transforma los problemas en tormentas de pasi¨®n¡± y a?ad¨ªa que ese car¨¢cter agregaba ¡°una violencia peculiar a todas las facetas de la vida¡±.
La aspereza de nuestra vida p¨²blica dificulta el acuerdo, que precisa de un aprendizaje
No me gusta rendirme al t¨®pico, a esa visi¨®n exaltada y rom¨¢ntica del car¨¢cter espa?ol, tan frecuentada en los ¨²ltimos siglos por los propagandistas de nuestra leyenda negra, tan a?orada por el casticismo trabucaire. Pero ochenta a?os despu¨¦s no puedo m¨¢s que dar la raz¨®n a Aza?a. No se trata de que a media Espa?a le sobre la otra mitad, sino que la dial¨¦ctica amigo-enemigo parece convertirse de nuevo en el eje capital de una idea de la pol¨ªtica en la que lo que importa es ser uno de los nuestros. Para ser justos con Aza?a, la devastaci¨®n de las formas alcanza un nivel in¨¦dito. Hoy ni siquiera se injuria con buen gusto, quiz¨¢s porque el insulto parlamentario, uno de los g¨¦neros m¨¢s exigentes, requiere dosis de tacto y refinamiento intelectual de los que carece la actual clase pol¨ªtica.
Esa aspereza de nuestra vida p¨²blica dificulta el di¨¢logo en la medida en la que la negociaci¨®n y el acuerdo precisan de un aprendizaje que s¨®lo es posible a partir de una disposici¨®n psicol¨®gica cada vez m¨¢s infrecuente. En un pa¨ªs en el que el eje izquierda-derecha lo succiona todo, la pol¨ªtica se convierte en un limbo en el que se juega con las necesidades, las emociones, las frustraciones de la gente y las reputaciones de los pol¨ªticos. La pol¨ªtica se sit¨²a bajo la argumentaci¨®n emocional sin poder ser replicada con lo que Hayek llamaba ¡°la fatal arrogancia del exceso de raz¨®n¡±.
Un tiempo en el que a los mejores les falta convicci¨®n y a los peores les sobra apasionamiento es, en efecto, el tiempo de una democracia sentimental, donde se imponen quienes confunden las realidades sociales con las redes sociales y en la que las apelaciones a la raz¨®n, antes entronizada, se desmigan al chocar con el muro de la ciberpol¨ªtica.
La pol¨ªtica se transforma tambi¨¦n en un lugar donde impera la sentencia disyuntiva: ¡°me gusta¡±, ¡°no me gusta¡± que suprime de un golpe toda posibilidad de discusi¨®n, todo atisbo de duda. Y dudar es muy importante. Cr¨¦anme, yo siempre tengo dudas. S¨¦ que los doctrinarios tienen el privilegio de no verse afectados por las perplejidades y la inseguridad que asaltan al resto de los mortales, pero para conciliar posiciones, para pactar, para negociar, hay que tener muchas dudas y, eso s¨ª, unas pocas certezas. En la pol¨ªtica espa?ola ocurre al rev¨¦s. Los populistas no dudan. Eso s¨ª, cambian, mutan, fluyen. Se contradicen a diario sin que nadie les pida cuentas, porque la solidez nunca les ha importado. El populismo ya era l¨ªquido antes de Zygmunt Bauman.
Los nacionalistas tampoco dudan. Ah¨ª siguen con sus naciones, sus soberan¨ªas, sus referendos y dem¨¢s entelequias, ese lenguaje m¨ªtico con el que preparan las tisanas que nos marean con sus vapores. Andan tambi¨¦n en b¨²squeda de una emoci¨®n, la expectativa colectiva ante una supuesta parus¨ªa que inaugurar¨¢ un mundo nuevo. Dicen que al independentismo no se le puede replicar s¨®lo con la ley porque es un sentimiento, el sentir propio de quienes se consideran naci¨®n. Yo respondo que ya lo s¨¦, y que mi preocupaci¨®n es que no se conteste al sentimiento con el sentimiento, porque los choques emocionales tienen muy mal remedio. No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢ el punto exacto de la soluci¨®n, pero estoy convencido de que s¨®lo se alcanzar¨¢ mediante la raz¨®n, la pol¨ªtica y la duda. Y si de algo carecen los independentistas es de dudas. Tratar con gente que siempre va cargada de certeza resulta muy problem¨¢tico.
Creo en la duda y en la palabra, y las reivindico como requisitos para el di¨¢logo y la acci¨®n pol¨ªtica. Las reclamo ante la tensi¨®n independentista, ante la falta de consensos b¨¢sicos como el que es necesario para ordenar la educaci¨®n, ante la reforma de la Constituci¨®n, ante todos los grandes problemas que no pueden despacharse con el encastillamiento de quien se supone due?o de la ¨²nica raz¨®n.
Javier Fern¨¢ndez es presidente de Asturias. Extracto del discurso pronunciado al recoger la Almuravela de oro.
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