?Hasta d¨®nde? ?Hasta cu¨¢ndo?
Cada nueva prueba sobre la trama rusa que rodea a Donald Trump resulta m¨¢s aplastante que la anterior
El d¨ªa que el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, re¨²na al secretario de Estado, Rex Tillerson, al de Seguridad Nacional, John Kelly, al de Defensa, James Mattis, y al del Tesoro, Steven Mnuchin, y decidan si Donald Trump est¨¢ o no mentalmente capacitado para presidir el imperio del norte, todo habr¨¢ pasado.
No es que la gran pesadilla nacional haya terminado, como declar¨® enf¨¢ticamente Gerald Ford aquel 9 de agosto de 1974, despu¨¦s de la dimisi¨®n y la huida ¡ªen plan torero¡ª de Richard Nixon en un helic¨®ptero, sino que habr¨¢ acabado la etapa de un presidente que desconoc¨ªa por completo las reglas del juego ¡ªlas impl¨ªcitas y las expl¨ªcitas¡ª que conducen a la Casa Blanca.
Trump es una persona con suerte, no solo por su fortuna, no solo porque se forjara en una ciudad como Nueva York, en la que para convertirte en un magnate del ladrillo hay que aprender a negociar con los bancos, pero tambi¨¦n con las mafias, sino porque, como en las pel¨ªculas del lejano Oeste, los hijos tratan de morir de pie para no decepcionar a los padres que no tienen conciencia exacta del alcance de las leyes.
Para el hijo de un terrateniente del viejo Oeste, la ley es la voluntad y la sonrisa de su padre. En ese sentido, Trump Jr. es un excelente hijo. Le parece muy normal recibir una propuesta de apoyo de un Gobierno enemigo de Estados Unidos a cambio de obtener informaci¨®n estrat¨¦gica, no contra la oponente electoral de su padre, sino contra alguien que, al parecer, percibi¨® como una especie de competidora en una lucha para ganar la construcci¨®n del edificio m¨¢s alto y m¨¢s espectacular.
Tanto en Estados Unidos como en cualquier otro pa¨ªs civilizado, el desconocimiento de las leyes no exime de la obligaci¨®n de cumplirlas. Sin embargo, hay casos, historias, circunstancias o inclusive milagros en los que da la impresi¨®n de que algunas personas est¨¢n por encima de la ley.
Ese es el caso de Trump, el ni?o solo y abandonado que ha recibido el apoyo y la comprensi¨®n del presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, que le llev¨® de la mano por la plaza de la Concordia, le explic¨® ¡ªm¨¢s all¨¢ de las pel¨ªculas¡ª qui¨¦n fue Napole¨®n Bonaparte y le invit¨® a los Campos El¨ªseos para presenciar el desfile militar que conmemora la toma de la Bastilla.
Todo eso est¨¢ muy bien para ¨¦l, aunque sea muy negativo para el sistema estadounidense. Cuando Paul Ryan, presidente de la C¨¢mara de Representantes, se vaya a dormir esta noche, lo har¨¢ sabiendo que ya es c¨®mplice de un delito de alta traici¨®n. Igual que Mitch McConnell, l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en el Senado, debe saber ya que se dan todas las condiciones para pedir la rendici¨®n de cuentas.
Supongamos que Trump Jr. nunca le dijo nada a su padre sobre su reuni¨®n con una abogada rusa. Sin embargo, fue un encuentro donde el exjefe de campa?a, Paul Manafort, y el yerno y ahora asesor especial del presidente, Jared Kushner, tambi¨¦n participaron para conseguir informaci¨®n ilegal ¡ªpor la naturaleza de la misma¡ª facilitada por un Gobierno enemigo para atacar a un opositor pol¨ªtico, algo que rompe todas las normas de lo permitido.
Seguro que Nixon se r¨ªe desde su tumba. ?l s¨®lo era un mentiroso, inseguro y compulsivo que, cuando buscaba la reelecci¨®n frente al dem¨®crata McGovern, no pudo resistir la tentaci¨®n de conocer las entra?as de una campa?a que, adem¨¢s, las encuestas se?alaban como perdedora.
Nixon no pudo resistir la tentaci¨®n de mentir y vulnerar la ley y eso le cost¨® el cargo y dej¨® para la historia de Estados Unidos la primera dimisi¨®n de un presidente. Hoy el Rusiagate deja al Watergate moral, legal y f¨¢cticamente no solo en las catacumbas de la evoluci¨®n tecnol¨®gica del siglo XXI, sino que, adem¨¢s, destruye el esp¨ªritu de los padres fundadores y la moral inherente a la Declaraci¨®n de Independencia.
¡°Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos¡±, los que tenemos un prop¨®sito de felicidad que no otorga la Constituci¨®n pero que establece las bases para obtenerlo, somos los testigos colectivos en todas nuestras instituciones del destrozo de la moral republicana. ?Hasta d¨®nde? ?Hasta cu¨¢ndo durar¨¢ el mirar hacia otro lado y soslayar que una nueva prueba resulta m¨¢s aplastante que la anterior?
Porque siendo as¨ª, ?qu¨¦ pasar¨ªa si ahora descubrimos sin querer que Jared Kushner hizo un negocio con los bancos de Putin ganando millones de d¨®lares que no ten¨ªan nada que ver con la campa?a?
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