Barcelona, del 92 al 17
Los Juegos de hace 25 a?os ense?an hoy que la integraci¨®n supera las diferencias
El 25? aniversario de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona 1992 se celebr¨® ayer en sendos actos institucionales desarrollados en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat y en el palacete Alb¨¦niz, residencia de los Reyes en la capital catalana. Los protagonistas de los diversos niveles de gobernanza democr¨¢tica reafirmaron su voluntad de remar juntos hacia el futuro.
Con la crisis abierta a consecuencia del proc¨¦s es noticia ¡ªmuy positiva¡ª que junto al jefe del Estado se re¨²nan administraciones de signos tan distintos como las del gobierno municipal de Ada Colau, la Generalitat encabezada por Carles Puigdemont y el gobierno, representado por el ministro de Educaci¨®n, Cultura y Deporte, ??igo M¨¦ndez de Vigo.
Dada la creciente tensi¨®n, cualquier observador lejano valorar¨ªa como sorprendentes estos encuentros. Pero hay una mejor explicaci¨®n: la tracci¨®n del modelo Barcelona en los JJ?OO, que consisti¨® en un esquema federador de esfuerzos, de reparto de cargas y de multiplicaci¨®n de sinergias, es tal que los incentivos para desarmarlo son escasos. Nadie quiere romper la magia del ejemplo ol¨ªmpico, nadie osa mellar las consecuencias positivas de la unidad de acci¨®n estrat¨¦gica que tantos y tan buenos resultados alleg¨® para Barcelona, Catalu?a y Espa?a.
Aflora tambi¨¦n por encima de las tensiones de la coyuntura ¡ªque conviene no minimizar¡ª otro hecho relevante. Consiste en que en el peor momento de las relaciones institucionales entre gobiernos de distinto nivel, cuando el desaforo dial¨¦ctico es dif¨ªcilmente empeorable, el recurso a los tribunales parece el lenguaje dominante y cuando la percepci¨®n de lo ajeno pretende reemplazar al imperativo de la proximidad, justo en ese momento la gobernanza democr¨¢tica sabe encontrar el m¨ªnimo com¨²n denominador de un protocolo correcto, revelador de unas relaciones de poder menos emponzo?adas de lo que a veces se escenifica.
Ambas constataciones ¡ªla validez del modelo Barcelona y la comunidad de valores, aunque sea minimalista¡ª explican c¨®mo la unidad de esfuerzos de sinton¨ªa y de estrategia se ha impuesto en el lanzamiento y defensa de la candidatura de Barcelona para la Agencia Europea del Medicamento, que prepara el abandono de su sede londinense, a causa del Brexit. Claro que cada administraci¨®n exhibe razones propias para ello: el Gobierno, la necesidad de demostrar que no abandona a los catalanes a su suerte y que pugna por incrementar la participaci¨®n espa?ola en las tareas, misiones y agencias de la UE; la Generalitat, la de evidenciar que se ocupa de algo m¨¢s que la mera agitaci¨®n y propaganda; la del municipio hegemonizado por Ada Colau, que su vocaci¨®n de rebeld¨ªa no constri?e la pretensi¨®n de adaptarse a la cultura de gobierno.
Pero esos leg¨ªtimos intereses particulares solo encuentran marco adecuado integrador en una iniciativa com¨²n de largo alcance europeo, superadora de todos ellos. Eso es lo fundamental. Y eso permite albergar alguna esperanza de que las ub¨¦rrimas lecciones del 92 sean aplicadas creativa y din¨¢micamente al contexto, diferente y mucho m¨¢s complejo, de 2017.
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