As¨ª es mi vida tras 18 meses bajo el yugo de la depilaci¨®n l¨¢ser
Esta es la experiencia en primera persona de un hombre que lucha por eliminar su boscoso vello corporal
Hace un a?o y medio decid¨ª hacerme la depilaci¨®n l¨¢ser. Me explico. Ante todo, creo que la depilaci¨®n ha de ser selectiva. Mi ideal est¨¦tico no tiene nada que ver con el brillo pulido e imberbe de tronistas y delanteros centro. De hecho, el vello corporal nunca me ha parecido molesto en absoluto con una excepci¨®n: la espalda. Me acompleja, lo reconozco, y no es f¨¢cil de eliminar. Siendo de naturaleza hirsuta y boscosa, llevaba demasiados a?os alternando distintos m¨¦todos sin querer enfrentarme a lo inevitable: el l¨¢ser era la ¨²nica forma de simplificarme la vida. Al inicio prob¨¦ la cera caliente, pero era dolorosa, me irritaba mucho la piel y, adem¨¢s, implicaba tener que pedir cita en una peluquer¨ªa y pasarse un par de d¨ªas embalsamado en aloe vera para reducir la irritaci¨®n. Luego me pas¨¦ a la crema depilatoria, pero ol¨ªa mal, no era del todo f¨¢cil de aplicar y era igual de duradera que la cuchilla. Esa, precisamente, fue la tercera opci¨®n: afeitado h¨²medo en hombros y maquinilla recortadora en la espalda. El apurado no era perfecto, pero permit¨ªa improvisar. Por eso llevaba tiempo plante¨¢ndome la opci¨®n del l¨¢ser. Y esta es mi historia.
Proleg¨®menos
Estoy dando una vuelta por un centro comercial cuando veo el cartel de un centro de depilaci¨®n l¨¢ser, uno de esos pertenecientes a una cadena o franquicia (ignoro el r¨¦gimen de contrato exacto) que pululan en cualquier calle comercial de cualquier municipio espa?ol. Decido entrar a informarme. En realidad, es la segunda vez que pregunto. La primera escuch¨¦ la informaci¨®n y me desped¨ª con una sonrisa y esa leve taquicardia que experimentamos los t¨ªmidos cuando abordamos cuestiones ¨ªntimas. Sin embargo, ahora tengo el prop¨®sito de aguantar.
La sensaci¨®n es algo m¨¢s molesta de lo que pensaba, similar a la de una ventosa, pero seguida por un pinchazo-quemaz¨®n que resulta llevadero en la parte media de la espalda, pero bastante m¨¢s molesto en la nuca o en los hombros
- Quer¨ªa informaci¨®n sobre las tarifas de la depilaci¨®n.
La se?orita me mira sonriente.
- ?Para qu¨¦ zona?
Tomo aire.
- Hombros y espalda ¨Cdigo mir¨¢ndola fijamente para detectar hasta el m¨¢s leve atisbo de sonrisa, pero es una empleada bien entrenada. No se inmuta y comienza con la explicaci¨®n. El procedimiento parece f¨¢cil. Una sesi¨®n cada tres meses, de una media hora en total de duraci¨®n. El ¨²nico requisito es haberse rasurado previamente y utilizar durante los d¨ªas precedentes una especie de loci¨®n corporal preparatoria que, como compruebo posteriormente, es un hidratante corporal reforzado con aloe vera (que cicatriza) y algunos otros activos de naturaleza misteriosa. Si quiero, puedo probar ah¨ª mismo la t¨¦cnica para comprobar que no duele. Accedo, firmo, pago (cada sesi¨®n sale a unos 35 euros), y pasamos a la prueba. Tras rasurarme unos pocos cent¨ªmetros de piel con una maquinilla desechable, me aplica el terminal. Noto un efecto de ventosa y algo de calor. Nada m¨¢s. Todo en orden. Parece que no doler¨¢.
Reservar cita para hacerme la primera sesi¨®n al d¨ªa siguiente tampoco ofrece mayor problema. Hay huecos disponibles y horarios flexibles. Reservo y me voy a casa a pensar en lo que acabo de hacer.
Primera sesi¨®n
Mi cita es a primera hora, y llego levemente nervioso. De hecho, he dormido bastante mal, porque mis intentos de obtener un rasurado completo la noche anterior no han dado resultado. Me he afeitado los hombros con cuchilla (bien) y he tratado de apurar el vello de la espalda con la recortadora el¨¦ctrica (mal). Al final me he pasado media hora haciendo piruetas delante del espejo, retorci¨¦ndome como un contorsionista y desarrollando un amplio surtido de contracturas que me han impedido descansar correctamente. Cuando llego al centro, la recepcionista me hace pasar a una cabina y me indica que me desvista. Empieza el drama.
- ?No te dijeron que hab¨ªa que venir rasurado?¨C, pregunta con un tono que, jurar¨ªa, tiene algo de cabreado
- Bueno, he hecho lo que he podido¡ ha sido de un d¨ªa para otro y he tenido que improvisar.
- ?Pero te dijeron que vinieras rasurado?
- S¨ª, pero ya le digo que he hecho lo que he podido.
- Ya veo¨C, sentencia la esteticista¨C. Voy a tener que rasurarte a cuchilla, te voy a hacer da?o y va a ser esto un desastre¨C, a?ade, visiblemente enfadada. Yo me callo, pero la tensi¨®n sigue creciendo. A medida que me rasura, la oigo resoplar y murmurar entre dientes. Esto no va bien, pienso. Cuando, al cabo de cinco minutos, empieza con el tratamiento l¨¢ser, la cuesti¨®n empeora. El calorcito del d¨ªa anterior se ha convertido en una sensaci¨®n algo m¨¢s molesta de lo que pensaba, similar a la de una ventosa, pero seguida por un pinchazo-quemaz¨®n que resulta llevadero en la parte media de la espalda, pero bastante m¨¢s molesto en la nuca o en los hombros. En cualquier caso, es soportable. Lo que resulta m¨¢s arduo son las protestas de la empleada, que vuelve a la carga.
- ?Es que no te dijeron que ten¨ªas que rasurarte 'del todo'? ¨Cinsiste. Me canso.
- S¨ª, pero no me he rasurado del todo. Ya est¨¢.
- ?Tuviste que hacerlo solo?¨C, responde.
-S¨ª.
La esteticista decide que ya podemos quitar el cabezal. ¡°Te doler¨¢ un poco¡±, comenta. Le digo que no se preocupe, que tengo un umbral del dolor alto. Y empieza la tortura: en lugar de peque?os ¡®disparos¡¯, me somete a una bater¨ªa de disparos agudos. Duele bastante y hago serios esfuerzos para no culebrear como un gato mojado
-?Qu¨¦ pasa? (pausa dram¨¢tica) ?Vives solo o qu¨¦?
Esto ya es demasiado. Mi respuesta (o m¨¢s bien la de mi hombr¨ªa lacerada y pel¨ªn humillada) es un "S¨ª" m¨¢s alto y m¨¢s claro de lo que ella espera. Se da por aludida y sigue trabajando en silencio. Yo intento no retorcerme demasiado ante los 'pinchazos'. Mejor no molestar, pienso. Al acabar, me aplica una capa de crema, me deja que me vista y sale de la cabina. Cuando salgo a la recepci¨®n, se ha convertido en otra persona que me llama por mi nombre de pila, me dice que vuelva en tres meses, recorta el cup¨®n del bono correspondiente a la sesi¨®n del d¨ªa y me sonr¨ªe mientras comprueba en mi ficha el nombre de la empleada que, el d¨ªa anterior, tal vez no me inform¨® correctamente. Drama laboral, pienso.
Segunda sesi¨®n
Han pasado tres meses desde la primera sesi¨®n y, aunque el vello ha vuelto a crecer, los efectos empiezan a ser perceptibles. Durante los primeros d¨ªas, una vez pasada la irritaci¨®n (que dur¨® apenas unas horas) tuve la sensaci¨®n de haberme rasurado sin m¨¢s (ese cl¨¢sico ¡°efecto lija¡±), pero al cabo de un par de semanas los fol¨ªculos empezaron a caerse y durante algunas semanas disfrut¨¦ de una tierna sensaci¨®n ¡°culito de beb¨¦¡± hasta que el vello empez¨® a crecer de nuevo.
El ¨²nico imprevisto ha tenido lugar a la hora de reservar cita. En mi primera ocasi¨®n me dieron hora para el d¨ªa siguiente sin problema alguno, pero cuando llamo tres meses despu¨¦s me dicen que todas las sesiones posteriores tienen que reservarse con un mes de antelaci¨®n. Respondo que nadie me inform¨® de aquello, y la empleada al otro lado del tel¨¦fono me ofrece la posibilidad de acudir la semana siguiente, media hora antes de que el centro abra las puertas. Acepto. Como ya voy con la lecci¨®n aprendida, en esta ocasi¨®n pido ayuda y, la tarde anterior, me rasuro con algo m¨¢s de detenimiento. Todo con tal de no desatar la furia de la esteticista, pienso.
La segunda sesi¨®n resulta m¨¢s f¨¢cil que la primera. No por el dolor o la molestia f¨ªsica (que aumenta levemente a medida que incrementan progresivamente la potencia de la m¨¢quina), sino porque la esteticista que me atiende est¨¢ de buen humor y, aunque tiene que retocarme con la cuchilla antes de la depilaci¨®n, decide no increparme. Con el tiempo he comprobado que la mala experiencia de mi primera cita fue, posiblemente, culpa de un mal d¨ªa; no he vuelto a escuchar ni un reproche, y eso que no siempre hago los deberes correctamente.
Tercera sesi¨®n
Todo en orden. El proceso es m¨¢s breve que la otra vez, y nadie me reprende. Vuelvo a casa dolorido pero con el orgullo intacto.
Cuarta sesi¨®n
Todo igual, salvo el dolor. Me explico: la m¨¢quina de depilaci¨®n l¨¢ser (esta es de diodo) es un aparato grande instalado en un mueble con rueditas y del que sale una trompa ¨Csimilar a la de una aspiradora¨C en cuyo extremo est¨¢ el terminal, que es una especie de linterna (mejor llamarlo linterna que porra el¨¦ctrica) a la que se le acoplan cabezales de pl¨¢stico, uno por cada usuario. Antes de proceder a la depilaci¨®n propiamente dicha, la esteticista divide la zona a depilar en distintos sectores mediante l¨ªneas trazadas con un l¨¢piz blanco similar al que se usa en cirug¨ªa. A continuaci¨®n, va aplicando el terminal y dando peque?os ¡®disparos¡¯ hasta completar toda la zona.
El dolor var¨ªa en funci¨®n de la zona y de la cantidad de terminaciones nerviosas: cuando pienso que hay gente que se hace esto en sus zonas ¨ªntimas, no entiendo c¨®mo no mueren en el acto. La molestia (en teor¨ªa directamente proporcional a la efectividad) depende tambi¨¦n de la potencia y, como descubro en esta ocasi¨®n, de la forma de aplicar el terminal.
En mi cuarta cita, la esteticista decide que cierta zona de la espalda ya est¨¢ suficientemente despejada y que podemos empezar a tratarla sin cabezal. ¡°Te doler¨¢ un poco¡±, comenta, y le digo que no se preocupe, que tengo un umbral del dolor razonablemente alto. Ah¨ª empieza la tortura: en lugar de peque?os ¡®disparos¡¯ espaciados, me somete a una bater¨ªa de disparos agudos y continuos. Duele bastante, y hago serios esfuerzos para no culebrear como un gato mojado. La esteticista, sin inmutarse, me dice que es una t¨¦cnica mucho m¨¢s efectiva, y que con el tiempo me la aplicar¨¢n en toda la zona. Con lo bien que ¨ªbamos¡
Quinta sesi¨®n
El vello va cediendo y los efectos cada vez duran m¨¢s. Estoy razonablemente satisfecho con el resultado del tratamiento, y el ¨²nico inconveniente es vencer la pereza que me da acudir a las sesiones. Curiosamente, en la quinta sesi¨®n volvemos al cabezal, y todo se desarrolla con una placidez reconfortante. Lo ¨²nico molesto son las preguntas. A medida que avanza el proceso, las distintas esteticistas que me atienden ¨Cuna distinta en casa ocasi¨®n¨Ccoinciden en sugerirme que deber¨ªa depilarme m¨¢s zonas. Durante esta cita, la empleada parece especialmente empe?ada en hacerme cambiar de parecer.
Sospecho que las empleadas sospechan que apenas uso su loci¨®n milagrosa, porque no he adquirido ni un frasco extra desde que inici¨¦ el tratamiento. Pero no insisten demasiado en eso; en que deber¨ªa depilarme m¨¢s zonas, s¨ª
¨C?Y no has pensado en hacerte m¨¢s zonas?
¨CNo, el vello solo me molesta en la espalda. El resto est¨¢ bien.
¨CPero es que te quedar¨ªa estupendamente bien.
¨C?A qu¨¦ zonas te refieres?
¨CNo s¨¦. Yo te har¨ªa pecho. Los brazos. Las piernas, claro.
¨CDe momento no, gracias.
¨CBueno, pero te quedar¨ªa estupendamente. Cr¨¦eme.
Queda claro que hoy en d¨ªa todo empleado es un potencial encargado de marketing.
Sexta sesi¨®n
Sospecho que las empleadas sospechan que apenas uso su loci¨®n milagrosa preparatoria y reparadora, porque no he adquirido ni un frasco extra desde que inici¨¦ el tratamiento, hace ya un a?o y medio. Pero no insisten demasiado en eso; en que deber¨ªa depilarme m¨¢s zonas, s¨ª. En cualquier caso, las amenazas de pasar a la temible-fase-de-la-depilaci¨®n-sin-cabezal no se han cumplido y el dolor se mantiene en niveles sensatos. Los efectos se van viendo m¨¢s; el vello es menos denso, tarda m¨¢s en salir y muchas zonas aparecen ya totalmente despejadas incluso dos meses despu¨¦s de la sesi¨®n.
El progreso es lento, pero ya me advirtieron que necesitar¨ªa al menos ocho o diez sesiones para un resultado decente, seguidas por sesiones ¡®de recuerdo¡¯ una vez al a?o (el vello en la espalda es hormonal, y nunca se va del todo y para siempre). Lo cierto es que cada vez tardo menos que antes en rasurarme, ir a la playa o a la piscina ha dejado de ser un drama e intuyo que no volver¨¦ a cruzarme con aquella primera esteticista cabreada. O eso espero.
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