El contubernio del ¡®Di¨¦selgate¡¯
Nuevas revelaciones sobre manipulaci¨®n de las emisiones aumentan la desconfianza en los fabricantes y en los gobiernos
El llamado Di¨¦selgate, el esc¨¢ndalo que demostr¨® la manipulaci¨®n de las mediciones de contaminaci¨®n de varias marcas de veh¨ªculos, inicialmente Volkswagen, no cesa de extenderse, comprometer a otras firmas automovil¨ªsticas y dejar en evidencia a los Gobiernos. Daimler, bajo presi¨®n del Gobierno alem¨¢n, ha anunciado que revisar¨¢ tres millones de veh¨ªculos para que cumplan las normas medioambientes. Peor: hay indicios que apuntan a un contubernio entre marcas (el cartel del di¨¦sel) para pactar tecnolog¨ªas y costes con el fin de trucar la medici¨®n de emisiones. Si esos acuerdos en la sombra se confirmaran, estar¨ªamos ante un fraude de enormes proporciones que requerir¨ªa algo m¨¢s que parches y medidas de contenci¨®n.
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Han pasado ya dos a?os desde que salt¨® a la opini¨®n p¨²blica este fraude. Por tanto, los fabricantes que hubieran recurrido a pr¨¢cticas similares han tenido tiempo suficiente para investigar y aclarar si hubo manipulaci¨®n y enga?o a sus clientes. Si no lo han hecho, es hora de exig¨ªrselo y, si es necesario, proceder a sancionarlas con la dureza necesaria.
Los Gobiernos nacionales e instituciones europeas no est¨¢n exentos de responsabilidad. Consideraron que la mera aprobaci¨®n de las leyes bastaba para garantizar su cumplimiento y no se preocuparon de verificar que se aplicaban. Con buen criterio, Bruselas ha abierto ahora expedientes a Espa?a, Reino Unido, Grecia, Italia, Alemania, Lituania, Luxemburgo y Rep¨²blica Checa por presunto abandono en sus funciones.
Este fraude ha supuesto un duro golpe al mercado del di¨¦sel y a la credibilidad de una industria important¨ªsima en t¨¦rminos de empleo, crecimiento e innovaci¨®n tecnol¨®gica. Restaurar la confianza de los clientes tanto en la honestidad de las compa?¨ªas como en la capacidad supervisora y sancionadora de los Gobiernos es esencial.
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