El mito de la caverna
Establecemos como cierto lo que todo el mundo sabe falso y lo es. Hemos aprendido a construir ¡°nuestra¡± propia realidad, la que nos pueda interesar
Hace muchos a?os, tantos como dos mil cuatrocientos, en plena madurez creativa Plat¨®n nos revel¨® en La Rep¨²blica el hermoso y siempre actual mito de la caverna. Dec¨ªa el filosofo griego que el reino de las apariencias se representa en una gruta en la que estamos sentados de espaldas a un fuego llameante, mientras que entre el fuego y nosotros pasan figuras reales. Pero nosotros solo vemos los movimientos de sus sombras proyectadas sobre las paredes de la caverna, y esas sombras constituyen nuestra realidad¡ Apariencia y realidad, ser o no ser, querer o no querer; al final, siempre la misma cantinela desde que el mundo es tal. Y, como por nuestra propia naturaleza somos enga?adores e incoherentes, algunos piensan que para salvar la dicotom¨ªa verdad/mentira y seguir viviendo tan ricamente en el enga?o (las apariencias), los seres humanos nos inventamos hace alg¨²n tiempo el moderno lenguaje diplom¨¢tico que, entre otras tareas, dulcifica el discurso y, si fuera menester, disfraza los hechos y permite decir una cosa y hacer otra, eso si, con educaci¨®n, aunque para hacer bien la tarea se necesite pr¨¢ctica y, seg¨²n las circunstancias, cierta manipulaci¨®n con maneras de encantador de serpientes.
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Paradojas chinas (24/02/2017)
Sin tanta delicadeza, en ocasiones abruptamente, se desarrollan hoy la pol¨ªtica y las relaciones personales/familiares/institucionales/econ¨®micas/empresariales gracias a un discurso que, poco a poco, ha facilitado el transito a la ¨¦poca de la posverdad y consagrado la posibilidad de mentir apelando a determinados sentimientos (nunca a razones, datos, dialogo y argumentos) para establecer como cierto lo que todo el mundo sabe falso, y lo es. Hemos aprendido a construir ¡°nuestra¡± propia realidad, la que nos pueda interesar.
Muchos dirigentes, da igual su clase y condici¨®n, se han dejado atrapar por el poder y las vanidades del cargo, del que deber¨ªan ser transparentes servidores. El poder por el poder es su mantra cotidiano, y han olvidado que ocupan sus puestos para gestionar la enorme fuerza transformadora que, en su propia esencia, encierran la empresa y las instituciones. Hacen dejaci¨®n de su responsabilidad y mienten, entre otras razones, porque est¨¢n acostumbrados a mentir de forma reiterada y sistem¨¢tica, y a transformar sus palabras no en hechos sino en ret¨®rica. Aunque ahora lo llamemos de otra forma, negar la verdad o mentir siempre ser¨¢ una falta de respeto.
La democracia, sin los innecesarios apellidos con la que hoy la adornamos debiera ser un feliz maridaje entre justicia y libertad, entre participaci¨®n activa permanente y representatividad; con gobiernos e instituciones decentes
Koyr¨¦ dejo escrito que el hombre ha mentido siempre, ¡°se ha enga?ado a si mismo y a los otros. Ha mentido por placer, por el placer de ejercer la sorprendente facultad de decir ?lo que no es? y crear, gracias a sus palabras, un mundo del que es su ¨²nico responsable y autor". As¨ª ocurre con los llamados ¡°hechos alternativos¡±, teor¨ªa del todav¨ªa presidente Trump, peligroso paradigma de este desprop¨®sito y, como tantos otros, usuario fiel de tecnolog¨ªas y redes que le sirven de parapeto y amplifican sus mentiras. Afirmar lo que no es se ha convertido en un deporte de moda en USA, pero que se juega en una liga mundial, tambi¨¦n en la vieja Europa y Espa?a; en los congresos de los partidos pol¨ªticos, en los testimonios de los dirigentes ante los parlamentos o ante los jueces; se miente a los ciudadanos, a los accionistas de las empresas que quiebran y a los depositantes de bancos que se hunden cuando el d¨ªa anterior eran solventes.
La democracia, sin los innecesarios apellidos con la que hoy la adornamos (aut¨¦ntica, moderna, verdadera...), debiera ser un feliz maridaje entre justicia y libertad, entre participaci¨®n activa permanente y representatividad; con gobiernos e instituciones decentes, con dirigentes (pol¨ªticos, institucionales o empresariales, tanto monta) que sean transparentes en su actuar y acepten rendir cuentas como una obligaci¨®n y no como se?al de descr¨¦dito; que se comprometan solidariamente con la sociedad, procuren la resoluci¨®n de los problemas que inquietan a los ciudadanos y fomenten el aprecio, la defensa y el cuidado de las cosas que son de todos, aunque est¨¦n en nuestras manos. De ninguna manera ha de permitirse que nadie se beneficie en exclusiva de los bienes comunes y trastoque la jerarqu¨ªa del bien p¨²blico y el bien particular.
Los l¨ªmites ¨¦ticos que admite y, desde otra perspectiva, demanda el com¨²n de los ciudadanos se imponen aceleradamente. La gente, la sagrada Opinion P¨²blica, harta de imposturas, quiere que empresas e instituciones, de cualquier ¨¢mbito, cumplan de verdad la funci¨®n social para las que fueron creadas, y que las organizaciones no solo sirvan para enriquecer a dirigentes poco escrupulosos y con ambici¨®n desmedida que, adem¨¢s, proyectan casi siempre una imagen de triunfadores prepotentes con dif¨ªcil encaje en este mundo m¨¢s solidario que no solo se atisba sino que nos vigila desde el horizonte, all¨¢ donde reside la utop¨ªa.
Juan Jos¨¦ Almagro es abogado y doctor en Ciencias del Trabajo.
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