Ca¨®tica Casa Blanca
La destituci¨®n de Scaramucci revela que Trump sigue dando palos de ciego
Aunque Donald Trump est¨¢ empe?ado en proyectar la imagen de un presidente que controla todos los detalles, lo cierto es que la cascada de acontecimientos que afecta a sus colaboradores m¨¢s cercanos le acercan a la ap¨®crifa visi¨®n de Ner¨®n tocando la lira mientras Roma arde. De nada sirven sus afirmaciones ¡ªobviamente, v¨ªa Twitter¡ª de que ¡°no hay caos en la Casa Blanca¡± cuando los hechos en el edificio situado en la avenida de Pensilvania lo desmienten pr¨¢cticamente a diario. Y el que el puesto pol¨ªtico m¨¢s influyente del planeta parezca estar al pairo en cuestiones organizativas es una muy mala noticia para Estados Unidos y para todo el mundo.
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La destituci¨®n del director de Comunicaci¨®n Anthony Scaramucci a los 10 d¨ªas de su nombramiento es una de las ¨²ltimas guindas de un pastel cada vez m¨¢s indigesto que comenz¨® a cocinarse en la transici¨®n presidencial m¨¢s ca¨®tica y menos profesional que se recuerda. Admirado y alabado por Trump, Scaramucci ¡ªun analista financiero¡ª sustitu¨ªa a Mike Dubke, que asumi¨® el cargo en febrero y present¨® la dimisi¨®n en mayo. Dubke tambi¨¦n ten¨ªa su particular concepto de libertad de expresi¨®n y, por ejemplo, prohibi¨® que las televisiones grabaran las ruedas de prensa en la Casa Blanca. El nuevo director de Comunicaci¨®n logr¨® a las pocas horas de su nombramiento que el presidente despidiera a una de las piezas clave de su Gobierno, el jefe de Gabinete Reince Preibus. El destituido se march¨® adem¨¢s con los graves insultos que Scaramucci se encarg¨® de colgarle en p¨²blico ante el personal de la Casa Blanca. Trump nombr¨® en el puesto de Preibus a un general con fama de duro: John Kelly. ?Su primera medida? Echar a Scaramucci. Van a hacer falta algo m¨¢s que unos tuits nocturnos para que Trump convenza al resto del mundo de que tiene su propia casa bajo control.
Lo sucedido en unos pocos d¨ªas en la Casa Blanca es extrapolable al resto de la Administraci¨®n de Trump. Multitud de puestos de segunda fila, sin gran relumbr¨®n pero indispensables para que funcione la maquinaria presidencial, se encuentran sin cubrir. Lo mismo puede decirse de numerosas Embajadas de pa¨ªses aliados, entre ellas Madrid, para las que no hay siquiera visos de ser cubiertas en un plazo razonable.
A estas alturas, Trump deber¨ªa estar descubriendo ya la gran diferencia entre administrar una empresa privada y una gran superpotencia. Pero, mientras el resto del mundo le demanda m¨¢s profesionalidad, ¨¦l sigue empe?ado en atribuir sus errores ¡ªy en ocasiones su incompetencia¡ª a toda clase de enemigos interiores y exteriores, entre los que destacan los medios de comunicaci¨®n. Una famosa frase de las campa?as electorales estadounidenses pregunta a los votantes en qu¨¦ candidato confiar¨ªa m¨¢s si el tel¨¦fono de la Casa Blanca sonase de madrugada y hubiera que tomar una decisi¨®n trascendental para el pa¨ªs. A la vista de lo que est¨¢ sucediendo, lo que muchos estadounidenses ¡ªy ciudadanos del resto del mundo¡ª se preguntan cada vez m¨¢s a menudo es si de verdad hay alguien en la Casa Blanca capaz de responder el tel¨¦fono a esas horas de la noche.
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