La fractura de Am¨¦rica Latina
No hay seguidismo de Washington frente a Venezuela. Maduro zanj¨® la imposible cohabitaci¨®n del ejecutivo y un legislativo dominado por la oposici¨®n anulando este. Las democracias latinoamericanas reprueban ese despotismo
El a?o 2015 marc¨® uno de los mejores momentos de la integraci¨®n latinoamericana en toda su historia. Arranc¨® con el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba y con el avance definitivo del proceso de paz en Colombia. En la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe?os (Celac), en San Jos¨¦, Costa Rica, participaron los 33 pa¨ªses miembros. Y a la de las Am¨¦ricas, en Panam¨¢, unos meses despu¨¦s, asistieron los mismos 33, incluida Cuba sin ser miembro de la OEA, m¨¢s Estados Unidos y Canad¨¢.
Dos a?os m¨¢s tarde, en la nueva cita de la Celac en Punta Cana, Rep¨²blica Dominicana, s¨®lo se acreditaron ocho presidentes, casi todos, de pa¨ªses afiliados a la Alianza Bolivariana de Nuestra Am¨¦rica (ALBA). En poco m¨¢s de un a?o, el integracionismo se hab¨ªa deprimido de manera dram¨¢tica ?Por qu¨¦? Seg¨²n los medios oficiales cubanos y venezolanos, y sus no pocos partidarios en la izquierda iberoamericana, la crisis de la Celac era consecuencia de la llegada de la derecha al poder en Argentina, Brasil y Per¨². Sin embargo, un an¨¢lisis hist¨®rico m¨¢s preciso permite sostener que en 2016, ya gobernando Mauricio Macri, Michel Temer y Pedro Pablo Kuczynski, los foros regionales se mantuvieron a flote.
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El quiebre de Am¨¦rica Latina y el Caribe se produjo cuando la crisis venezolana lleg¨® a un punto de no retorno en octubre de ese a?o, con la desestimaci¨®n del refer¨¦ndum revocatorio por el Consejo Nacional Electoral y la posposici¨®n indefinida de las elecciones locales y regionales. Es entonces que la oposici¨®n comienza a manifestarse en las calles, primero gradualmente, y a partir de marzo de 2017, tras el intento de transferencia del poder legislativo de la Asamblea Nacional al Tribunal Supremo de Justicia, de manera sistem¨¢tica. A partir de abril, el tema venezolano comienza a dividir a los gobiernos latinoamericanos en varios foros: Mercosur, Unasur, Celac, OEA.
Entre marzo y mayo, cuando el gobierno de Nicol¨¢s Maduro idea la soluci¨®n de una Asamblea Constituyente, las protestas populares se hab¨ªan vuelto cotidianas y a inicios del verano cobraban m¨¢s de 100 v¨ªctimas. Para entonces, ya las canciller¨ªas latinoamericanas se posicionaban, especialmente dentro de la OEA, sobre el conflicto venezolano. Todas favorec¨ªan el di¨¢logo entre gobierno y oposici¨®n, dando por sentado que en el pa¨ªs se viv¨ªa algo cercano a una ¡°crisis humanitaria¡±. Pero se divid¨ªan en cuanto a la soluci¨®n constituyente: la mayor¨ªa de los pa¨ªses continentales se opon¨ªa a esa salida y suger¨ªa la recuperaci¨®n del calendario electoral, mientras que las naciones de la ALBA (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y varias islas del Caribe) secundaban al gobierno.
Colombia, Per¨², M¨¦xico y Chile fueron los primeros en rechazar la amenaza militar de Trump contra Venezuela
Al enfrentar las posiciones de M¨¦xico, Colombia, Per¨², Argentina e, incluso, Chile y Uruguay, dos pa¨ªses gobernados por la izquierda, Nicol¨¢s Maduro, Diosdado Cabello y la canciller Delcy Rodr¨ªguez aseguraban que esos gobiernos respond¨ªan a presiones de Washington. Pero no fue hasta fines de julio de 2017, d¨ªas antes de la elecci¨®n de la Asamblea Constituyente, que la administraci¨®n de Donald Trump adopt¨® las primeras sanciones contra el gobierno de Maduro. Desde marzo, casi todos los gobiernos latinoamericanos hab¨ªan hecho, por s¨ª mismos, una interpretaci¨®n cr¨ªtica de la realidad venezolana. La mejor prueba de que esa posici¨®n no repet¨ªa mec¨¢nicamente la perspectiva de Estados Unidos es que en cuanto Trump hizo amenazas de intervenci¨®n militar, los primeros gobiernos en rechazarlas fueron el colombiano, el peruano, el mexicano y el chileno, cuatro de los m¨¢s enf¨¢ticos en el cuestionamiento de la deriva autoritaria.
La idea de que Am¨¦rica Latina reacciona contra la crisis venezolana por entreguismo a Washington o por inter¨¦s en el petr¨®leo venezolano no es sostenible con un m¨ªnimo de rigor anal¨ªtico. No es popular la hip¨®tesis, pero tal vez haya que darle cr¨¦dito a lo que esos gobiernos acaban de afirmar en Lima: se oponen a la Asamblea Constituyente porque, como la fiscal general Luisa Ortega D¨ªaz, la consideran violatoria de la Constituci¨®n de 1999 y de la democracia venezolana. Todos los gobiernos latinoamericanos, menos el cubano, son democr¨¢ticos, y, a pesar de que apuestan por la integraci¨®n un¨¢nime a los foros regionales, rechazan que un pa¨ªs de la misma comunidad abandone el orden democr¨¢tico.
La narrativa hegem¨®nica en los medios cubanos y venezolanos es que el rechazo continental a la opci¨®n autoritaria de Maduro forma parte de un golpe de Estado. Un golpe m¨ªtico o metahist¨®rico, que ser¨ªa, en el fondo, el mismo golpe que dieron a Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, a Joao Goulart en Brasil en 1964, a Salvador Allende en 1973 y al propio Ch¨¢vez en 2002. Un golpe que llaman ¡°blando¡± o ¡°suave¡±, y que emparentan con los que depusieron a Manuel Zelaya, Fernando Lugo y Dilma Rousseff en los ¨²ltimos a?os. Se trata de una narrativa que, supuestamente, se basa en la historia, pero que no podr¨ªa ser m¨¢s anacr¨®nica y ahist¨®rica.
Las esferas p¨²blicas de cada pa¨ªs latinoamericano son cr¨ªticas a la deriva de Nicol¨¢s Maduro
La historia no pasa, es siempre la misma, en ese relato. No es historia, es propaganda. Sus defensores pueden aceptar que Maduro no es Allende, pero est¨¢n convencidos de que sus enemigos son siempre los mismos: el imperialismo yanqui y las derechas locales. Si as¨ª fuera, ?por qu¨¦ la mayor¨ªa de los pa¨ªses latinoamericanos rechaz¨® los golpes contra Ch¨¢vez y contra Zelaya y hoy apuesta por la integraci¨®n plena de Cuba? La Guerra Fr¨ªa no ha concluido, seg¨²n los ide¨®logos cubanos y venezolanos. No pueden reconocer que las transiciones democr¨¢ticas de fines del siglo XX renovaron la cultura constitucional latinoamericana y que esa renovaci¨®n se refleja en la diplomacia.
No s¨®lo los gobiernos, tambi¨¦n las esferas p¨²blicas de cada pa¨ªs latinoamericano son mayoritariamente cr¨ªticas de la destrucci¨®n de la democracia venezolana emprendida por el gobierno de Nicol¨¢s Maduro. No hay otra definici¨®n para un proceso que parte del desconocimiento de un parlamento opositor y de instrumentos constitucionales para la soluci¨®n de conflictos como los refer¨¦ndums y las elecciones ?C¨®mo no llamar dictatorial la activaci¨®n desde el poder ejecutivo de una asamblea constituyente, sin refer¨¦ndum, cuyos m¨¢s de 500 miembros son todos partidarios del gobierno y que durar¨¢ dos a?os, hasta las pr¨®ximas elecciones presidenciales?
La crisis venezolana tiene un origen pol¨ªtico preciso: la cohabitaci¨®n imposible entre dos poderes leg¨ªtimos, el ejecutivo de Nicol¨¢s Maduro y el legislativo de la Asamblea Nacional opositora. La soluci¨®n a ese dilema debi¨® encontrarse en los propios mecanismos constitucionales de la Carta Magna del 99. Si el madurismo prefiri¨® otra ruta es porque tem¨ªa someterse a un refer¨¦ndum revocatorio y a unas elecciones competidas. Las democracias latinoamericanas, con todas sus limitaciones y arbitrariedades, reprueban ese despotismo.
Rafael Rojas es historiador.
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