Isabel Carrasco, muerte en Le¨®n
UN POLIC?A JUBILADO y su esposa paseaban tranquilamente por un puente peatonal, que se erige sobre el modesto r¨ªo Bernesga, en el centro de Le¨®n. Eran poco despu¨¦s de las 17.15 de una tarde soleada de mayo. Se cruzaron con una mujer rubia, menuda, que vest¨ªa con un estilo juvenil que contrastaba con sus casi 60 a?os y caminaba con decisi¨®n sobre unos tacones altos.
¡ªMira, me parece que esa se?ora es algo de la Junta de Castilla y Le¨®n. La he visto yo en televisi¨®n, coment¨® la mujer a su marido.
La segu¨ªa de cerca una mujer morena camuflada con gorra, gafas de sol y bufanda.
¡ªLa de atr¨¢s debe de ser su guardaespaldas.
De pronto, oyeron el pla.
¡ªMiramos, y veo que se est¨¢ cayendo la persona rubia para delante, como a c¨¢mara lenta, y digo: ¡°?Uy! Se ha tropezado la mujer rubia¡±. Hice para ir a ayudarla. Mi marido me agarr¨® y me dijo: ¡°shh, quieta aqu¨ª¡±. Y me qued¨¦, porque vimos algo raro. La persona que iba detr¨¢s, en vez de ayudarla, se puso a su lado y ya fue cuando dobl¨® las rodillas y empez¨® a disparar.
Presenciaron, at¨®nitos, c¨®mo la mujer morena remat¨® a la v¨ªctima con dos tiros. Al terminar, la asesina se levant¨®, se cubri¨® el rostro con la bufanda y se encamin¨® en su direcci¨®n. Se quedaron petrificados. Pedro Mielgo temi¨® que tambi¨¦n fuera a matarlos a ellos.
Seg¨²n el fiscal, la motivaci¨®n del crimen fue ¡°el odio que ten¨ªan, tanto la madre como la hija¡±, a la v¨ªctima.
¡ªYo cog¨ª a mi esposa por el brazo para que no se moviese nada, y entonces, al pasar justamente delante de nosotros, se gir¨® y nos ech¨® una mirada. Y sigui¨® hacia delante. Es como si hubiesen ensayado eso cuarenta veces, como si estuviesen haciendo una pel¨ªcula y hubiesen ensayado, ensayado, hasta que le hubiese salido bien. [¡] En ese momento yo pens¨¦ que era un sicario o un atentado terrorista. No pensaba que iba a ser una persona normal y corriente, un ama de casa.
Tan simple, y a la vez tan extraordinario, fue el brutal asesinato de Isabel Carrasco, de 59 a?os, la presidenta de la Diputaci¨®n de Le¨®n y del Partido Popular provincial, el d¨ªa 12 de mayo de 2014.
Mielgo, que ten¨ªa un par de a?os de experiencia en seguimientos en una carrera de m¨¢s de 30, dej¨® que la asesina se alejara y, antes de salir corriendo para seguirla, pidi¨® a su esposa que llamara al 112. En los casi cuatro minutos siguientes, muy discutidos en el juicio posterior, ¨¦l la observar¨ªa subir por la calle de Lucas de Tuy, la perder¨ªa de vista en la plaza de Col¨®n, y la volver¨ªa a encontrar, ya sin gorra, gafas y bufanda, en una esquina de la Gran V¨ªa. En ese momento, Mielgo vio un coche de la Polic¨ªa Local y se abalanz¨® sobre ¨¦l para balbucear su historia y se?alar a la mujer, que estaba tranquilamente sentada en un Mercedes aparcado en la calle. ¡°?Esta es, esta, esta, esta! Ten cuidado que tiene una pistola en el bolso¡±.
A los polic¨ªas les costar¨ªa mucho creer que esa se?ora de mediana edad y bien vestida pod¨ªa ser una asesina. Enseguida lleg¨® su hija. Se identificaron como la esposa y la hija del comisario de Astorga, hecho que caus¨® a¨²n m¨¢s dudas entre los polic¨ªas. A pesar de lo advertido por Mielgo, no encontraron ning¨²n arma. Pero llegaron otros testigos. En cuesti¨®n de minutos, Montserrat Gonz¨¢lez, de 55 a?os, y Triana Mart¨ªnez, de 36, fueron detenidas como las presuntas culpables del asesinato de Isabel Carrasco.
?C¨®mo puede un ama de casa sin antecedentes, de familia acomodada, convertirse en una asesina?
El mismo d¨ªa del crimen las noticias ya apuntaban a una venganza personal. Triana hab¨ªa trabajado como asesora de telecomunicaciones de Carrasco en la Diputaci¨®n durante cuatro a?os, hasta que perdi¨® su puesto interino cuando no alcanz¨® la nota necesaria en unas oposiciones. Suena correcto dicho as¨ª, pero en el juicio posterior qued¨® fuera de duda que las oposiciones, como los puestos en la Diputaci¨®n en general, hab¨ªan sido utilizadas, desde antes del mandato de Isabel Carrasco, para conceder favores pol¨ªticos m¨¢s que para buscar funcionarios competentes. Las oposiciones que suspendi¨® Triana fueron por lo menos extra?as. El otro dato que trascendi¨® inmediatamente ¡ªy que silenci¨® especulaciones sobre posibles motivos ideol¨®gicos para el magnicidio¡ª fue que las dos mujeres eran conocidos miembros del Partido Popular.
Se suspendi¨® la campa?a de las elecciones europeas. Se inici¨® la investigaci¨®n. En un pa¨ªs donde se cuestiona la independencia de la justicia respecto de la pol¨ªtica, el caso se presentaba como una prueba delicada.
La tercera acusada del asesinato aparecer¨ªa un d¨ªa despu¨¦s. Raquel Gago, una polic¨ªa local de 40 a?os, entreg¨® el arma del crimen, un rev¨®lver Taurus, que declar¨® haber encontrado por sorpresa en su coche, dentro de un bolso que le hab¨ªa prestado a su amiga Triana. Ante la polic¨ªa, explic¨® que la hab¨ªa visto el d¨ªa del crimen dos veces: a las 16.15 en su casa, donde tambi¨¦n se encontraba su madre, y m¨¢s tarde ¡°por casualidad¡± cuando esperaba en su coche, aparcado en la calle de Lucas de Tuy, a que abriera una tienda de restauraci¨®n. Esto sucedi¨®, seg¨²n el veredicto, dos minutos despu¨¦s de los disparos en el puente. Triana le pidi¨® que abriera el coche y se fue ¡°a la fruter¨ªa¡±. Pero no volvi¨®. Raquel incluso la llam¨® antes de irse de all¨ª, ya casi 20 minutos despu¨¦s del crimen, pero Triana no contest¨®. Ya estaba detenida.
Lo que no fue capaz de explicar Raquel ¡ªal menos para convencer al jurado popular en el juicio posterior¡ª fue su silencio durante las 30 horas previas al hallazgo del arma. ?Por qu¨¦ no hab¨ªa mencionado ni a su pareja, ni a sus amigas, ni a sus superiores en la polic¨ªa que hab¨ªa visto a su amiga, una de las acusadas de asesinar a Isabel Carrasco, un poco antes y muy poco despu¨¦s de la hora del crimen? Aleg¨® un bloqueo emocional: como no pod¨ªa creerlo, lo olvid¨®.
¡°No me extra?ar¨ªa si aparezco en una cuneta¡±, coment¨® Isabel Carrasco a un amigo meses antes de su asesinato.
Al principio Raquel qued¨® en libertad como testigo. Encontrar el arma fue clave para empezar a cerrar la investigaci¨®n. En la madrugada del 14 de mayo, Montserrat y Triana declararon ante la polic¨ªa bajo condiciones que luego ser¨ªan cuestionadas por la defensa en el juicio. Montserrat confes¨® alegremente haber matado a Isabel Carrasco y describi¨® con frialdad c¨®mo lo hab¨ªa perpetrado. Triana confes¨® haber recibido el arma y la ropa que llevaba su madre en un pasadizo de la plaza de Col¨®n, e inmediatamente haberlos depositado en el coche de Raquel, sin su conocimiento. Madre e hija pensaron que Triana saldr¨ªa en libertad porque encubrir el delito de un familiar no es penable. Pero ambas ingresaron en prisi¨®n acusadas de asesinato.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde, tras declarar ante la juez instructora, Raquel fue imputada como c¨®mplice de asesinato. Por entonces, la polic¨ªa hab¨ªa descubierto un indicio m¨¢s para incriminarla: en el registro de llamadas del d¨ªa del crimen hab¨ªa encontrado una realizada dos minutos despu¨¦s del asesinato al tel¨¦fono de Raquel desde un m¨®vil de prepago de Triana.
Esa misma jornada, el ministro del Interior, Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz, sentenci¨®: ¡°B¨¢sicamente, en t¨¦rminos pol¨ªticos, el crimen est¨¢ bastante esclarecido¡±.
¡°Es un plan casi perfecto y una ejecuci¨®n perfecta¡±, nos cont¨® Emilio Fern¨¢ndez, fiscal jefe de Le¨®n, mucho m¨¢s tarde, cuando llegu¨¦ con mi equipo a la ciudad para empezar la producci¨®n de Muerte en Le¨®n (disponible en Movistar+). ¡°Estoy convencido de que pod¨ªa haber salido bien¡±.
Fern¨¢ndez tambi¨¦n asegur¨® que la motivaci¨®n para el crimen era ¡°el odio que ten¨ªan, tanto la madre como la hija¡±, a la v¨ªctima. Si el primer impulso para hacer una serie documental sobre el caso fue entender c¨®mo un ama de casa puede convertirse, de golpe, en asesina, el primer shock al llegar a Le¨®n fue constatar los niveles de odio hacia la figura de Isabel Carrasco un a?o y medio despu¨¦s de su muerte.
¡°No se puede decir que se despertase una corriente de simpat¨ªa hacia Montserrat y Triana. Pero s¨ª que he visto que tampoco hay una corriente cr¨ªtica ni que nadie las desprecie. Estamos hablando de un asesinato¡±, se?al¨® Miguel ?ngel Zamora, periodista de tribunales de El Diario de Le¨®n. Despu¨¦s del crimen, en el puente donde Carrasco perdi¨® la vida, aparecieron las siguientes pintadas: ¡°Aqu¨ª muri¨® un bicho¡± y ¡°Aqu¨ª muri¨® una cacique¡±.
De familia humilde, Isabel Carrasco era una ni?a seria con una enorme fuerza de voluntad y una inteligencia r¨¢pida. Se convertir¨ªa en una temida inspectora de Hacienda muy joven, y luego, con el apoyo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, empezar¨ªa su carrera pol¨ªtica en 1987 como delegada de la Junta en Le¨®n. Tras el crimen, nos result¨® dif¨ªcil obtener un retrato fiable de ella: el odio hacia Isabel, socialmente muy extendido pero escondido, hac¨ªa callar a sus escasos partidarios, y el miedo a criticarla y a que diera la impresi¨®n de que se justificaba tan salvaje asesinato imped¨ªa hablar a sus detractores.
Carrasco manejaba el poder en clave de lealtad. O estabas con ella o contra ella. Perfeccion¨® la maquinaria electoral, dentro y fuera de su partido, de tal modo que ganaba las elecciones cada vez con mayor¨ªas m¨¢s aplastantes. Como no hab¨ªa partidos de la oposici¨®n fuertes para amenazar su posici¨®n, sus verdaderos enemigos pol¨ªticos estuvieron, durante mucho tiempo, dentro de su propio partido. Lo sab¨ªa, y se proteg¨ªa con un f¨¦rreo control de la informaci¨®n dentro de la Diputaci¨®n y hasta donde pod¨ªa (localmente, ten¨ªa control casi absoluto) en la prensa. Tambi¨¦n manejaba dosieres comprometedores sobre sus rivales.
A pesar de su poder, cada vez se sent¨ªa m¨¢s sola y vulnerable. Fue revelador, y chocante, descubrir que dos de sus mejores amigos recordaban que meses antes de su muerte les hab¨ªa dicho, por separado, ¡°no me extra?ar¨ªa si aparezco en una cuneta¡± y ¡°cualquier d¨ªa, me dan dos tiros¡±. Tras la publicaci¨®n de la noticia sobre los ¡°12 cargos¡± que acumulaba en la Administraci¨®n (no equival¨ªa a 12 sueldos, pero apuntaba a unos ingresos sustanciales), varios desconocidos empezaron a insultarla por la calle. Se puso un guardia de seguridad privado en la entrada de su despacho en la Diputaci¨®n. Mat¨ªas Llorente, por entonces opositor socialista en la Diputaci¨®n, que manten¨ªa una relaci¨®n tensa, pero de cierto respeto con ella, recuerda haberle preguntado: ¡°?Tiene alg¨²n problema dentro de la instituci¨®n? ?O dentro del partido? Y no me contest¨®¡±. Al d¨ªa siguiente, el vicepresidente le pidi¨® que no volviera a sacar el tema y le dijo que el guardia lo pagaba una empresa privada.
Nada de esto form¨® parte del juicio, que dur¨® un mes, entre enero y febrero de 2016. Se escenific¨® el enfrentamiento esencialmente entre dos narrativas: una, liderada por el fiscal, de un plan perfecto urdido entre las tres acusadas, y la otra, de las defensas, de una cadena de acontecimientos imprevistos producidos tras el arrebato violento de una mujer desquiciada por la presunta persecuci¨®n a su hija por parte de la v¨ªctima. El abogado de la defensa de Montserrat y Triana, Jos¨¦ Ram¨®n Garc¨ªa, se esforz¨® por establecer una sucesi¨®n de los hechos en los primeros minutos despu¨¦s del asesinato que demostrara que Triana no sab¨ªa nada del plan de su madre y que solo hab¨ªa reaccionado para encubrirla escondiendo el arma en el coche de Raquel. El abogado de la defensa de esta, Ferm¨ªn Guerrero, argument¨® que Raquel no se hab¨ªa dado cuenta de c¨®mo Triana introdujo el bolso con el arma en su coche porque estaba hablando con un controlador de parking y solo descubri¨® el arma al d¨ªa siguiente en presencia de su hermana.
Las defensas fueron capaces de convencer al jurado de cuestiones puntuales, pero en general aceptaron de forma contundente la tesis del fiscal y de las acusaciones particulares y condenaron a las tres por asesinato: como autora indiscutible, a Montserrat; como cooperadora necesaria, a Triana, y como c¨®mplice, a Raquel.
?Se hab¨ªa hecho justicia? En muchos aspectos, la celebraci¨®n del juicio fue un ejercicio ejemplar de transparencia: interesaba mostrar al p¨²blico el buen funcionamiento del sistema. Las dudas sobre el veredicto se centraron en Raquel, y no solo en la calle. El juez, Carlos ?lvarez, que dict¨® sentencia 17 d¨ªas m¨¢s tarde, provoc¨® cierta pol¨¦mica en la prensa cuando cambi¨® la condena de Raquel, de c¨®mplice de asesinato a encubridora, rebajando su pena de 12 a 5 a?os. Pero a finales de 2016, la sentencia firme del Tribunal Supremo reafirm¨® las condenas por asesinato pedidas por el fiscal a las tres, de 14 a?os para Raquel, 20 para Triana y 22 para Montserrat.
Las sorpresas para nosotros vinieron hacia el final de la edici¨®n de la serie, poco antes del fallo del Supremo, cuando concluimos la investigaci¨®n de algunos cabos sueltos. Identificamos a una persona con quien Triana hab¨ªa mantenido una comunicaci¨®n intensa durante los cuatro meses y medio anteriores al crimen. Hablaron o se mensajearon cada d¨ªa, a excepci¨®n de dos, desde el principio del a?o. En la v¨ªspera del asesinato hablaron durante una hora y media. Y el d¨ªa del crimen, unos tres minutos, al mediod¨ªa.
Enric Bach, productor y coguionista de la serie, hab¨ªa encontrado en el sumario el registro de llamadas utilizado por la polic¨ªa cient¨ªfica en el an¨¢lisis del posicionamiento de los tel¨¦fonos y la agenda telef¨®nica de Triana. Con un cruce de los datos, descubrimos que hablaba con esta persona casi con la misma frecuencia que con Raquel.
Nos sorprendi¨® que su nombre no apareciera en el sumario, que no hubiera sido llamado a declarar, pero pensamos que probablemente la polic¨ªa lo habr¨ªa identificado y tendr¨ªa alguna explicaci¨®n. Nada m¨¢s lejos de la verdad. Identificamos a este hombre como un asesor del presidente de la Junta de Castilla y Le¨®n, Juan Vicente Herrera. Cuando hablamos, confirm¨® las llamadas con Triana y dijo que ella le llamaba exclusivamente porque buscaba trabajo. ¡°Era un monotema¡±. ?Y el d¨ªa antes o el d¨ªa mismo del crimen hablaron de trabajo? No se acordaba, pero seguramente s¨ª. Expres¨¦ mi sorpresa por la cantidad de llamadas. Pero el verdadero asombro lleg¨® cuando insisti¨® en que la polic¨ªa no le hab¨ªa contactado. En una segunda llamada, m¨¢s relajado, me dijo que no le cre¨ªa porque no hab¨ªa conocido a gente sincera como ¨¦l. Ped¨ª vernos en persona, para aclarar dudas, pero no quiso. Por otras v¨ªas, comprobamos que es un asesor del presidente desde 2001, un acompa?ante constante, pero nadie supo definir mejor su funci¨®n.
Antes de terminar la serie compartimos la informaci¨®n con todas las partes, con el fiscal y con la polic¨ªa, sin encontrar una explicaci¨®n convincente de por qu¨¦ no le hab¨ªan llamado, aunque solo fuera para identificarle y descartar su implicaci¨®n. ¡°Ha sido una sorpresa bastante grande. O bien ha habido un olvido de todos o ha habido una ocultaci¨®n de alguien para que no podamos llegar ah¨ª. Hoy caben todas las hip¨®tesis¡±, asegur¨® Carlos Rivera, abogado de Carrasco, tras la vista del Supremo.
Tras el estreno confi¨¢bamos en que esta laguna en la investigaci¨®n se corrigiera. Pero no ha sido as¨ª. En los ¨²ltimos meses hemos seguido con indagaciones para lograr una respuesta m¨¢s clara que, esperamos, formar¨¢ parte de la pel¨ªcula-documental Despu¨¦s de una muerte en Le¨®n, que llegar¨¢ a los cines en oto?o. Una vez agotadas todas las v¨ªas obvias, a finales de julio llevamos un informe actualizado al gabinete de prensa de la Polic¨ªa Nacional en Madrid. Esperamos sus comentarios. El informe sostiene que la ocultaci¨®n de pruebas es deliberada. La nueva pregunta es: ?por qu¨¦? Puede ser simplemente para evitar preguntas inc¨®modas de la prensa o para no contradecir las palabras del ministro a los pocos d¨ªas del asesinato. O puede ser m¨¢s grave. De todas formas, por la raz¨®n que sea, en este caso la pol¨ªtica no fue capaz de dejar que la justicia trabajara en paz.
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