El toreo, por una rendija
El tentadero parece enjaulado, como una met¨¢fora de la pretensi¨®n de quienes consideran la tauromaquia una pr¨¢ctica b¨¢rbara y execrable
Ese que ven ah¨ª, a lo lejos, a trav¨¦s de esa rendija, es un torero, un artista, un maestro; aunque vista un ajado pantal¨®n vaquero y camisa celeste de manga larga en lugar del reluciente y vistoso traje de luces. Se le ve en el porte, la apostura, la naturalidad, la cadencia¡ Aunque solo muletee a una noble vaquilla en el tradicional examen campero en el que se prueba a las llamadas a ser madres de fieros y encastados toros bravos.
Eso que ven ah¨ª es torer¨ªa, por las formas y el fondo de quien acaricia la muleta y la fijeza bondadosa del animal.
Pero todo es peque?o, o se ve diminuto, a trav¨¦s de esa rendija de una pesada puerta met¨¢lica que luce un cerrojo de grandes dimensiones que no se sabe si est¨¢ cerrado o abierto.
Pero es el tentadero ¡ªespejo de la fiesta de los toros¡ª el que parece enjaulado, como una met¨¢fora de la pretensi¨®n de quienes consideran la tauromaquia una pr¨¢ctica b¨¢rbara y execrable.
Pero no debe de ser esa la intenci¨®n del autor de la fotograf¨ªa, que se ha limitado a buscar un ¨¢ngulo diferente para que, al final de ese t¨²nel verdoso de un ventanuco, destaque la grandeza del toreo.
Dan miedo el portal¨®n de hierro y el vistoso picaporte, pero no sirven m¨¢s que para resaltar la intimista ceremonia que sucede solo unos metros m¨¢s all¨¢, en la que un animal nacido para la emoci¨®n se somete a la prueba de bravura que lo convertir¨¢, sin duda, en cimiento y simiente de la ganader¨ªa. ?Y el torero?
Es un hombre maduro, digno y cabal, artista de los pies a la cabeza, un modelo para las nuevas generaciones. Sigue en activo, aunque no se prodigue ante los p¨²blicos. Pronto se cumplir¨¢n siete a?os de aquel 2 de octubre de 2010, cuando, en poco m¨¢s de seis minutos, embeles¨® y cautiv¨® a la plaza de Las Ventas, sublim¨® el toreo y dict¨® una inolvidable lecci¨®n de catedr¨¢tico em¨¦rito del toreo.
Y ah¨ª sigue. Hasta en un tentadero, a trav¨¦s de una diminuta rendija, se vislumbra la gracia innata de quien naci¨® torero. Su nombre, Juan Mora¡
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