Por qu¨¦ la gente cree en las teor¨ªas de la conspiraci¨®n, y c¨®mo conseguir que cambie de opini¨®n
Los hechos y los argumentos racionales no son muy eficaces a la hora de alterar las creencias de la gente
Iba yo sentado en el tren cuando un grupo de hinchas del f¨²tbol entr¨® en tropel. Acababan de salir del partido ?era evidente que su equipo hab¨ªa ganado? y ocuparon los asientos libres que hab¨ªa a mi alrededor. Uno de ellos cogi¨® un peri¨®dico que alguien hab¨ªa dejado y empez¨® a soltar risitas burlonas mientras le¨ªa los ¨²ltimos "hechos alternativos" difundidos por Donald Trump.
Los dem¨¢s se apresuraron a contribuir con sus ideas acerca de la afici¨®n del presidente a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. La conversaci¨®n no tard¨® en poner rumbo a otras conspiraciones y yo disfrut¨¦ escuchando disimuladamente mientras el grupo se mofaba sin piedad de los seguidores de la teor¨ªa de la tierra plana y de la ¨²ltima idea de Gwineth Paltrow, y remedaba los chistes en Internet sobre las estelas qu¨ªmicas.
Entonces se produjo una pausa y uno de ellos aprovech¨® la oportunidad para hacer la siguiente aportaci¨®n: "Vale que todo este rollo son chorradas, pero no ir¨¦is a decirme que te puedes fiar de las ideas con las que nos llenan la cabeza normalmente. Por ejemplo, los alunizajes. Est¨¢ claro que los simularon, y encima bastante mal. El otro d¨ªa le¨ª un blog que dec¨ªa que nos fij¨¢semos en que ni siquiera hab¨ªa estrellas en ninguna de las im¨¢genes".
Para mi sorpresa, el grupo se le sum¨® a?adiendo m¨¢s "pruebas" que reforzaban que el alunizaje hab¨ªa sido un fraude: las extra?as sombras de las fotograf¨ªas, la bandera que ondea cuando en la Luna no hay atm¨®sfera, y c¨®mo pudieron grabar a Neil Armstrong poniendo el pie en la superficie si no hab¨ªa nadie para sostener la c¨¢mara.
Abochornado, al tiempo que prestaba atenci¨®n al hueco entre al vag¨®n y el and¨¦n me preguntaba por qu¨¦ mis hechos hab¨ªan sido tan estrepitosamente in¨²tiles para hacerlos cambiar de opini¨®n
Hac¨ªa un minuto parec¨ªan personas racionales capaces de valorar las pruebas y de llegar a una conclusi¨®n l¨®gica, pero luego las cosas dieron un giro hacia el terreno del absurdo, as¨ª que inspir¨¦ profundamente y decid¨ª intervenir: "La verdad es que todo esto tiene una explicaci¨®n sencilla..."
Los hinchas se volvieron hacia m¨ª, estupefactos ante el hecho de que un extra?o osase meter baza en su conversaci¨®n. Yo prosegu¨ª sin dejarme intimidar, bombarde¨¢ndolos con una lluvia de hechos y explicaciones racionales.
"La bandera no ondeaba al viento, solo se mov¨ªa mientras Buzz Aldrin la plantaba. Las fotos se hicieron durante el d¨ªa lunar y, como es obvio, de d¨ªa no se puede ver las estrellas. Las sombras son raras debido a los objetivos ultra gran angular que utilizaron, que distorsionaban las im¨¢genes. Y nadie film¨® a Neil bajando por la escalerilla; hab¨ªa una c¨¢mara montada en el exterior del m¨®dulo lunar que lo grab¨® dando ese paso de gigante. Si esto no es suficiente, la prueba irrefutable definitiva se encuentra en las fotograf¨ªas de los puntos de alunizaje hechas por el Orbitador de Reconocimiento Lunar, en las que se puede ver claramente las huellas que dejaron los astronautas al recorrer la superficie".
"Ah¨ª queda eso", me dije a m¨ª mismo.
Pero, al parecer, mis oyentes distaban mucho de estar convencidos. Se pusieron como unas fieras contra m¨ª haciendo afirmaciones cada vez m¨¢s absurdas. Seg¨²n ellos, Stanley Kubrick lo hab¨ªa filmado todo, miembros clave del equipo hab¨ªan muerto en misteriosas circunstancias, y as¨ª sucesivamente.
El tren se detuvo en una estaci¨®n. No era la m¨ªa, pero de todas maneras aprovech¨¦ para largarme. Abochornado, al tiempo que prestaba atenci¨®n al hueco entre al vag¨®n y el and¨¦n me preguntaba por qu¨¦ mis hechos hab¨ªan sido tan estrepitosamente in¨²tiles para hacerlos cambiar de opini¨®n.
La respuesta sencilla es que, en realidad, los hechos y los argumentos racionales no son muy eficaces a la hora de alterar las creencias de la gente. Esto se debe a que nuestro cerebro racional est¨¢ equipado con unos mecanismos neurol¨®gicos evolutivos no demasiado avanzados. Una de las causas por la que las teor¨ªas de la conspiraci¨®n surgen peri¨®dicamente es nuestro deseo de imponer una estructura al mundo y nuestra incre¨ªble capacidad para reconocer pautas. De hecho, un reciente estudio ha mostrado que existe una correlaci¨®n entre la necesidad individual de estructura y la tendencia a creer en las teor¨ªas de la conspiraci¨®n.
Por ejemplo, tomemos la siguiente secuencia: 0 0 1 1 0 0 1 0 0 1 0 0 1 1. ?Ve alguna pauta en ella? Posiblemente s¨ª. Y usted no es el ¨²nico. Un r¨¢pido sondeo en Twitter (que reproduc¨ªa un estudio mucho m¨¢s riguroso) indic¨® que el 56% de las personas coincid¨ªan con usted, aunque la secuencia la hab¨ªa generado yo lanzando una moneda al aire.
Hey twitter mind, I need your help.
— Prof Mark Lorch (@Mark_Lorch) August 15, 2017
Can you see a pattern here?
0 0 1 1 0 0 1 0 0 1 0 0 1 1
If so what is it?
Por lo que parece, nuestra necesidad de estructura y nuestra capacidad de reconocer pautas son m¨¢s bien hiperactivas, lo cual origina una inclinaci¨®n a reconocer patrones ?como las constelaciones, las nubes que parecen perros y las vacunas que provocan autismo? donde en realidad no los hay.
La capacidad de reconocer pautas debi¨® de ser una cualidad ¨²til para la supervivencia de nuestros ancestros. Mejor equivocarse al distinguir los indicios de un depredador que pasar por alto a un gran felino hambriento de verdad. Sin embargo, si trasladamos autom¨¢ticamente esa tendencia a nuestro mundo con su abundancia de informaci¨®n, veremos relaciones causa efecto inexistentes ?teor¨ªas de la conspiraci¨®n? por todas partes.
La presi¨®n de nuestros semejantes
Otro motivo por el cual somos tan propensos a creer en las teor¨ªas de la conspiraci¨®n es que somos animales sociales, y es mucho m¨¢s importante (desde un punto de vista evolutivo) nuestra posici¨®n en la sociedad que estar en lo cierto. En consecuencia, comparamos constantemente nuestras acciones y nuestras creencias con las de nuestros semejantes, y luego las cambiamos para que se ajusten a ellas. Esto significa que si nuestro grupo social cree algo, es m¨¢s probable que sigamos al reba?o.
Como animales sociales, es mucho m¨¢s importante (desde un punto de vista evolutivo) nuestra posici¨®n en la sociedad que estar en lo cierto
Este efecto de la influencia social en el comportamiento tuvo una bonita demostraci¨®n, all¨¢ por 1961, en el experimento de la esquina que llev¨® a cabo el psic¨®logo social estadounidense Stanely Milgram (m¨¢s conocido por su trabajo sobre la obediencia a las figuras de autoridad) junto con sus compa?eros. El experimento era lo bastante sencillo (y divertido) como para que usted pueda reproducirlo. Elija una esquina concurrida y mire al cielo durante 60 segundos.
Lo m¨¢s probable es que muy poca gente se pare y compruebe qu¨¦ est¨¢ mirando. Milgram vio que, en estas condiciones, se a?ad¨ªa alrededor del 4% de los viandantes. Luego haga que unos cuantos amigos le acompa?en en sus elevadas observaciones. A medida que el grupo aumente, cada vez m¨¢s extra?os se parar¨¢n y mirar¨¢n hacia arriba. Cuando el grupo haya alcanzado los 15 observadores celestes, alrededor del 40% de los transe¨²ntes se habr¨¢n detenido y habr¨¢n estirado el cuello junto con ustedes. Seguramente habr¨¢ visto c¨®mo funciona ese mismo efecto en los mercados, en los que se habr¨¢ sentido atra¨ªdo hacia el puesto a cuyo alrededor hab¨ªa una multitud.
El principio se aplica con la misma potencia a las ideas. Cuanta m¨¢s gente crea en una informaci¨®n, m¨¢s probable ser¨¢ que la aceptemos como verdadera. Y as¨ª, si estamos excesivamente expuestos a determinada idea a trav¨¦s de nuestro grupo social, esta se convierte en parte de nuestra visi¨®n del mundo. En suma, la demostraci¨®n social es una t¨¦cnica de persuasi¨®n mucho m¨¢s eficaz que la demostraci¨®n basada puramente en las pruebas, lo cual explica, como es l¨®gico, por qu¨¦ esta clase de demostraci¨®n es tan apreciada en publicidad ("el 80% de las mam¨¢s lo cree as¨ª").
La demostraci¨®n social no es m¨¢s que una de las muchas falacias l¨®gicas que tambi¨¦n hacen que ignoremos las pruebas. Un tema relacionado con ella es el omnipresente sesgo de confirmaci¨®n, o la tendencia por la cual la gente busca y se cree los datos que apoyan su punto de vista, mientras que descarta los que no lo hacen. Todos lo sufrimos. Basta con que piense en la ¨²ltima vez que escuch¨® o vio un debate en la radio o en la televisi¨®n ?Hasta qu¨¦ punto le pareci¨® convincente el argumento que iba en contra de su visi¨®n de las cosas en comparaci¨®n con el que coincid¨ªa con ella?
El sesgo de confirmaci¨®n se manifiesta tambi¨¦n como una tendencia a seleccionar la informaci¨®n de fuentes que ya est¨¢n de acuerdo con nuestros puntos de vista
Lo m¨¢s probable es que, fuese cual fuese la racionalidad de ambas partes, usted desestimase en gran medida los argumentos de la oposici¨®n mientras aplaud¨ªa los que concordaban con los suyos. El sesgo de confirmaci¨®n se manifiesta tambi¨¦n como una tendencia a seleccionar la informaci¨®n de fuentes que ya est¨¢n de acuerdo con nuestros puntos de vista (lo cual es probable que tenga igualmente su origen en el grupo con el que nos relacionamos). Por consiguiente, seguramente sus ideas pol¨ªticas dictan sus canales de noticias favoritos.
Por supuesto, existe un sistema de creencias que identifica las falacias l¨®gicas tales como el sesgo de confirmaci¨®n e intenta subsanarlas. Mediante la repetici¨®n de las observaciones, la ciencia convierte las an¨¦cdotas en datos, reduce el sesgo de confirmaci¨®n y acepta que las teor¨ªas se pueden actualizar a la vista de las pruebas. Esto significa que la ciencia est¨¢ abierta a corregir sus textos fundamentales. No obstante, el sesgo de confirmaci¨®n nos contamina a todos. Como es bien conocido, el famoso f¨ªsico Richard Feynman describi¨® un ejemplo procedente de uno de los m¨¢s rigurosos campos de la ciencia: la f¨ªsica de part¨ªculas.
"Millikan midi¨® la carga de un electr¨®n mediante un experimento con gotas de aceite que ca¨ªan y obtuvo una respuesta que ahora sabemos que no era del todo correcta. La causa de la ligera inexactitud era que su valor de la viscosidad del aire era err¨®neo. Es interesante examinar la historia de las mediciones de la carga del electr¨®n despu¨¦s de Millikan. Si las representamos en un gr¨¢fico como una funci¨®n del tiempo, veremos que una es un poco mayor que la de Millikan, la siguiente un poco mayor que la anterior, y lo mismo ocurre con la que viene despu¨¦s, hasta que, al final, se estabilizan en una cifra m¨¢s alta.
"?Por qu¨¦ no descubrieron enseguida que la nueva cifra era m¨¢s alta? Los cient¨ªficos se averg¨¹enzan de esta historia porque es evidente que se hicieron cosas como esta: cuando obten¨ªan una cifra que estaba por encima de la de Millikan, pensaban que ten¨ªa que haber alg¨²n error y buscaban y encontraban alguna raz¨®n para ello. Cuando obten¨ªan una cifra m¨¢s parecida al valor de Millikan, no se fijaban tanto".
Contratiempos al desmontar los mitos
Uno puede sentirse tentado a seguir el ejemplo de los medios de comunicaci¨®n m¨¢s populares y plantar cara a los falsos juicios y a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n mediante la estrategia consistente en desmontar los mitos. Hacer referencia al mito al mismo tiempo que a la realidad parece una buena manera de confrontar los hechos con las afirmaciones falsas de manera que emerja la verdad. Pero una vez m¨¢s, resulta que este planteamiento es equivocado, ya que al parecer da lugar a lo que se conoce como efecto contraproducente, por el cual acabamos por acordarnos m¨¢s del mito que del hecho.
Uno de los ejemplos m¨¢s notables se observ¨® en un estudio que evaluaba un folleto sobre "mitos y hechos" relacionados con las vacunas contra la gripe. Nada m¨¢s leerlo, los participantes recordaban con precisi¨®n los hechos como hechos y los mitos como mitos. Pero, al cabo de solo 30 minutos, las cosas hab¨ªan dado un vuelco en su mente y los mitos se recordaban con mucha m¨¢s frecuencia como "hechos".
Esto hace pensar que la mera menci¨®n del mito contribuye en la pr¨¢ctica a reforzarlo. Despu¨¦s, a medida que pasa el tiempo, uno olvida el contexto en el cual oy¨® hablar de ¨¦l ?en este caso, un ejercicio de desmitificaci¨®n? y solamente le queda el recuerdo del propio mito.
Ofrecer informaci¨®n rectificadora a un grupo con creencias firmes puede acabar por reforzar sus opiniones
Para colmo de males, ofrecer informaci¨®n rectificadora a un grupo con creencias firmes puede acabar por reforzar sus opiniones a pesar de que los nuevos datos las desautoricen. Las nuevas pruebas generan contradicciones en nuestras creencias, y con ello, nos producen un malestar emocional. Sin embargo, en vez de modificar nuestras ideas, solemos tratar de justificarnos y desarrollar una antipat¨ªa todav¨ªa mayor por las teor¨ªas que se nos oponen, lo cual puede hacer que nos obcequemos m¨¢s en nuestras opiniones. Es lo que se conoce como el "efecto bumer¨¢n", que constituye un enorme problema a la hora de intentar dar un empujoncito a la gente para que mejore su manera de proceder.
Por ejemplo, los estudios han demostrado que los mensajes informativos dirigidos a reducir el consumo de tabaco, alcohol y drogas han tenido el efecto contrario.
Haga amigos
Entonces, si no podemos servirnos de los datos, ?c¨®mo podemos conseguir que la gente deseche sus teor¨ªas de la conspiraci¨®n u otras ideas irracionales?
Es probable que la alfabetizaci¨®n cient¨ªfica sea de ayuda a largo plazo. Con ello no me refiero a la familiaridad con los hechos, las cifras y las t¨¦cnicas cient¨ªficas. M¨¢s bien lo que hace falta es conocer el m¨¦todo cient¨ªfico, como el pensamiento anal¨ªtico. Y, efectivamente, los estudios muestran que el rechazo a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n est¨¢ relacionado con el predominio de este ¨²ltimo. La mayor¨ªa de la gente nunca se dedicar¨¢ a la ciencia, pero nos topamos con ella y la utilizamos a diario, as¨ª que la ciudadan¨ªa tiene que tener la capacidad necesaria para evaluar cr¨ªticamente las afirmaciones cient¨ªficas.
Por supuesto, cambiar los planes de estudios de un pa¨ªs no ser¨ªa muy ¨²til para una discusi¨®n como la que tuve en el tren. Con el fin de lograr una estrategia m¨¢s inmediata es importante darse cuenta de que formar parte de una tribu ayuda much¨ªsimo. Antes de empezar a predicar el mensaje, busque una base com¨²n.
Al mismo tiempo, para evitar el efecto contraproducente, prescinda de los mitos. Ni siquiera los mencione ni admita su existencia. Lim¨ªtese a los puntos fundamentales. Las vacunas son seguras y reducen la posibilidad de contraer la gripe en un 50% o 60%. Punto. No haga referencia a las ideas err¨®neas, ya que suelen ser m¨¢s f¨¢ciles de recordar.
Tampoco encolerice a sus detractores desafiando su visi¨®n del mundo. Ofr¨¦zcales m¨¢s bien explicaciones que est¨¦n en armon¨ªa con sus creencias previas. Por ejemplo, es mucho m¨¢s probable que los conservadores que niegan el cambio clim¨¢tico cambien de opini¨®n si tambi¨¦n se les exponen las oportunidades de negocio favorables al medio ambiente.
Otra idea. Utilice historias para transmitir lo que quiera decir. Los relatos atrapan a la gente con mucha m¨¢s fuerza que los di¨¢logos argumentativos o descriptivos. Las historias enlazan la causa con el efecto, de manera que las conclusiones que usted quiere mostrar parecen casi inevitables.
Los relatos atrapan a la gente con mucha m¨¢s fuerza que los di¨¢logos argumentativos o descriptivos
Con todo esto no quiero decir que los hechos y el consenso cient¨ªfico no tengan importancia. La tienen, y es crucial. Pero ser conscientes de las deficiencias de nuestro pensamiento nos permite exponer lo que nos interesa de una manera mucho m¨¢s convincente.
Es fundamental desafiar al dogma, pero en vez de conectar puntos inconexos e inventar una teor¨ªa de la conspiraci¨®n, lo que tenemos que hacer es exigir las pruebas a los responsables pol¨ªticos. Debemos pedir los datos que pueden apoyar una creencia y buscar la informaci¨®n que la ponga a prueba. Parte de este proceso implica el reconocimiento de nuestros propios instintos sesgados, nuestras limitaciones y nuestras falacias l¨®gicas.
Por tanto, ?c¨®mo se podr¨ªa haber desarrollado mi conversaci¨®n en el tren si hubiese hecho caso de mi propio consejo? Retrocedamos al momento en el que se?al¨¦ que las cosas daban un giro hacia el terreno del absurdo. Esta vez, inspiro profundamente e intervengo:
"?Qu¨¦ buen resultado el del partido, ?eh?! ?L¨¢stima que no pudiese conseguir una entrada!"
Al momento nos vemos enfrascados en una conversaci¨®n sobre las posibilidades del equipo esta temporada. Al cabo de unos minutos de charla, cambio de tema y saco a colaci¨®n la teor¨ªa de la conspiraci¨®n sobre los alunizajes. "Por cierto, estaba pensando en lo que acabas de decir sobre la llegada a la Luna ?No hab¨ªa algunas fotos en las que se ve¨ªa el Sol?"
?l asiente.
"Eso significa que en la Luna era de d¨ªa, as¨ª que, igual que en la Tierra, ?te parece que se ver¨ªan las estrellas?"
"Pues supongo que no. No lo hab¨ªa pensado. A lo mejor el blog no ten¨ªa raz¨®n en todo".
Mark Lorch es catedr¨¢tico de Qu¨ªmica y Ciencias de la Comunicaci¨®n de la Universidad de Hull.
Cla¨²sula de divulgaci¨®n:
Mark Lorch no trabaja para ninguna empresa u organizaci¨®n que pueda beneficiarse de este art¨ªculo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiaci¨®n. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte del cargo acad¨¦mico mencionado.
Este art¨ªculo fue publicado originalmente en ingl¨¦s en la web The Conversation.
Traducci¨®n de News Clips.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.