Para reforzar el tejido de nuestras reglas de juego
Frente a la intolerancia contra el otro de los fan¨¢ticos, la democracia debe velar por la pluralidad
A los terroristas que han asesinado a 15 personas en Barcelona y Cambrils lo que no les gusta, lo que no toleran, son las sociedades abiertas donde conviven sin mayor problema distintas formas de ver la vida. Por eso mismo abominan de la democracia, ese fr¨¢gil entramado de reglas e instituciones que permite que el pueblo sea soberano y pueda elegir y controlar a sus gobernantes.
Es verdad que es un sistema imperfecto, un tanto aburrido cuando funciona, que no casa bien con aquellos que sue?an con establecer el para¨ªso tras haberse lanzado a aventuras de resonancias ¨¦picas y resultados (casi siempre) catastr¨®ficos. Esos muchachos gobernados por un im¨¢n prefirieron este ¨²ltimo camino. Quisieron alcanzar la gloria borrando a los pecadores, ten¨ªan muy claro el rostro de su enemigo y se fueron armando para destruirlo. El mal tiene ese atractivo para los m¨¢s j¨®venes. Pone en circulaci¨®n verdades incuestionables, facilita credenciales de hero¨ªsmo, habilita para se?alar al que hay que liquidar, demonizar, separar, convertir en apestado.
Todo eso no casa con la democracia, que solo exige, al fin y al cabo, ser leales a unas reglas de juego. Aceptar a los gobernantes que han sido elegidos en las urnas, ser escrupulosos con el equilibrio de poderes, someterse a las leyes que salen del Parlamento, respetar a las minor¨ªas, garantizar una prensa libre. Poco m¨¢s. Una serie de tediosas obligaciones frente a la llamada del hero¨ªsmo.
Por no respetar, los asesinos de Barcelona y Cambrils no respetaron ni el m¨¢s elemental de los derechos que protege una democracia, el derecho a la vida. Arramblaron con su odio y han cubierto de negrura las calles de Catalu?a, de Espa?a, de Europa, de todos los lugares donde se ejercita la pluralidad y donde saben convivir los que son diferentes. Pero, como dec¨ªa aquella vieja canci¨®n de Sisa, qualsevol nit pot sortir el sol. Habr¨¢ luz detr¨¢s del t¨²nel.
Es verdad que la noche que ha ca¨ªdo ahora no es ni clara ni tranquila, como se anunciaba en las primeras frases de aquel entra?able tema. M¨¢s bien est¨¢ llena de ruidos, de equ¨ªvocos y reproches, tiene esa atm¨®sfera amarga que precede a los duelos, se ha manchado de bilis. Pero por eso mismo la actitud de Barcelona no puede ser otra que la de la canci¨®n: passeu, passeu.
Sean Blancanieves, Pulgarcito o Frankenstein, que hoy lleguen a Barcelona tambi¨¦n Carpanta, los tres cerditos, el conde Dr¨¢cula, Tarz¨¢n y la mona Chita, Pap¨¢ Noel, Roberto Alc¨¢zar y Pedr¨ªn, Superman, la emperatriz Sissi y el capit¨¢n Trueno en patinete. Blancos, negros, amarillos, rojos, azules y verdes, de izquierdas y de derechas, independentistas y no independentistas, turistas y viajeros, tipos medio tuertos y maleantes, se?oritos del sur, viejos rentistas de pasados gloriosos de la industria del algod¨®n, anarquistas, musulmanes. Pasad, pasad. Toca celebrar la democracia ante tanto fan¨¢tico que quiere liquidarla: qualsevol nit pot sortir el sol.
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