Prestaciones in¨¦ditas
HAY MATONES QUE llevan en el maletero del coche un bate de b¨¦isbol, por si acaso. Trump lo guarda en un caj¨®n del despacho de la Casa Blanca, por si acaso tambi¨¦n. Es un decir. El fot¨®grafo lo ha sorprendido en un acto donde se hac¨ªa publicidad de productos made in America y, queri¨¦ndolo o no, ha obtenido una met¨¢fora. Hay quien detesta las met¨¢foras, que es como odiar el aire, pues vivimos rodeados de ellas. Incluso a cuatro o cinco mil metros de altura, donde empieza a escasear el ox¨ªgeno, florece esta figura ret¨®rica. Si desean profundizar en el asunto, lean Mal de altura, de Jon Krakauer. Por poner un ejemplo.
La duda es si Trump sostiene el bate o es el bate el que lo sostiene a ¨¦l. Algunos dir¨¢n que es una duda ret¨®rica, pero el mundo, ahora mismo, parece dirigido por un tarugo m¨¢s que por una masa gris. Que el tarugo tenga una empu?adura de plata repujada no le resta agresividad. C¨®mo se pasa de herramienta deportiva a instrumento rompecr¨¢neos constituye un misterio sin resolver. Ignoramos de hecho qui¨¦n fue el primer hombre al que se le ocurri¨® esta segunda utilidad tan generalizada, pues ya queda dicho que no hay mat¨®n que no lo lleve en el maletero de su coche.
¡ªDadme un punto de apoyo y mover¨¦ el mundo ¡ªdijo Arqu¨ªmedes, que, sin haber inventado la palanca, estableci¨® sus principios.
¡ªA m¨ª dadme un bate lo suficientemente grande y jugar¨¦ al b¨¦isbol con la Tierra ¡ªparece asegurar Trump a su interlocutor, que debe de estar acojonado.
Trump tampoco invent¨® el bate de b¨¦isbol, pero parece dispuesto a obtener de ¨¦l prestaciones in¨¦ditas.
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