Usos de un atentado
Es deseable que emerja pronto un relato que sepa ponderar con justicia y rigor aciertos y errores de la gesti¨®n del ataque para evitar el siguiente y mejorar el 'modus operandi' de las fuerzas de seguridad como ocurri¨® tras el 11-M
Si quienes nos exhortan a no mezclar el proceso secesionista con los salvajes atentados de agosto en Barcelona, lo que nos dicen es que ning¨²n independentista tiene culpa de la tragedia, la afirmaci¨®n es tan banal como justa. Tampoco cabe imputar a las maniobras desleales de la Generalitat un adarme de culpabilidad. Atentados como este y peores han ocurrido en pa¨ªses centralizados sin tensiones territoriales. Pero si lo que se sostiene es que en el an¨¢lisis editorial no se debe hacer referencia al contexto pol¨ªtico en el que se produce el ataque, ni a las posibles interacciones entre el llamado proc¨¦sy la tragedia, entonces lo que se pide a los periodistas es que no hagan su trabajo y se priven de las claves que permiten entender el modo en que desde la semana pasada se han conducido los distintos agentes pol¨ªticos.
Otros art¨ªculos del autor
Lo cierto es que nadie pudo dudar, en un pa¨ªs que vive un debate tan tenso como el nuestro, de que el atentado ser¨ªa usufructuado por la pol¨ªtica. ?De qu¨¦ manera? El secesionismo hizo patente un primer uso desde la primera hora: aprovechar la atenci¨®n medi¨¢tica mundial concentrada en Barcelona para proyectar la sensaci¨®n de Estado autosuficiente. Cierto: polic¨ªa, hospitales, servicios sociales y medios p¨²blicos, todo cuanto un Estado activa en la gesti¨®n inmediata de un atentado as¨ª, estaban en manos de la Generalitat catalana. Naturalmente, la mera ostensi¨®n de estos poderes probaba algo que el soberanismo niega machaconamente: que el autogobierno de Catalu?a dentro de la democracia espa?ola de 1978 es real y profundo. Es decir, el 17-A se constat¨® la naturaleza efectivamente descentralizada del Estado y el car¨¢cter fraudulento de la tesis contraria: la subsistencia soterrada del centralismo y la escasa entidad del poder transferido. La crasa contradicci¨®n ¡ªel soberanismo puede presumir de poderes o lamentar el vaciado de su autogobierno, pero no sostener ambas cosas a la vez¡ª no parec¨ªa preocupar a los pasaconsignas del independentismo, exultantes porque su autogobierno reci¨¦n descubierto estaba dando bien a las c¨¢maras.
La Generalitat se mostr¨® como autosuficiente, lo que prueba su ya alto nivel de autogobierno
Como yo s¨ª creo en el autogobierno, una herramienta eficaz que vale para algo m¨¢s que para lucir galas, no me pareci¨® mal que la Generalitat tuviera ese grado de protagonismo. Era lo propio, aunque estuviera siendo instrumentalizado. Andaba m¨¢s preocupado por otro uso del atentado, m¨¢s ruin y corrosivo: el de pretender que ni el resto de espa?oles ni nuestros representantes est¨¢bamos suficientemente consternados, en¨¦sima prueba de nuestra incurable ¡°catalanofobia¡±. Me sorprendi¨® y doli¨® que algunos de los primeros en propagar la insidia fueran articulistas a quienes respeto y tengo por personas sensibles y moderadas. En tribunas se?eras de la prensa de Barcelona pudimos leer que la sociedad espa?ola hab¨ªa reaccionado al atentado con menos cari?o del debido, y que el duelo de nuestros representantes era meramente formulario, glacial, ¡°de impoluto tanatorio¡±. Estas afirmaciones no se fundaban en nada en particular, tan solo en impresiones a contracorriente de lo que suger¨ªan im¨¢genes muy diversas, desde la emocionante imagen de Cibeles en Madrid iluminada con los colores de la se?era, las notas de apoyo pegadas a las puertas de Blanquerna, las banderas catalanas ondeando en balcones oficiales, o el masivo tr¨¢fico de mensajes de solidaridad llegados a Barcelona desde la Piel de Toro. No, en absoluto, la sociedad espa?ola, en general, no ha roto afectivamente con los catalanes, a pesar del tremendo pulso que la Generalitat est¨¢ echando a la democracia espa?ola. Y para evitar que esto llegue a pasar ¡ªporque, por desgracia, podr¨ªa llegar a pasar¡ª, no ayudan an¨¢lisis dolientes con vocaci¨®n de profec¨ªas autocumplidas.
Algunos pretendieron que el resto de espa?oles no est¨¢bamos realmente consternados por el golpe
Es interesante observar que quienes no se cansan de apreciar d¨¦ficit de cari?o se presenten no como independentistas sino como militantes del catalanismo abierto y tolerante. Como si el catalanismo, el justo y necesario movimiento reivindicativo de anta?o, apenas hubiera quedado en esto: en una actitud de recelo constante que mantiene a muchos catalanes en un suerte de hipocondr¨ªa afectiva permanente: ¡°Espa?a no nos quiere, no nos comprende¡±, letan¨ªa repetida ante la expresi¨®n de cualquier cr¨ªtica, por razonada que sea, del estado de cosas en la pol¨ªtica catalana. Luego recogen el testigo los m¨¢s arriscados para ayudar a dar el sencillo salto que va de la hipocondr¨ªa a la man¨ªa persecutoria: ¡°Espa?a nos odia y quiere destruirnos¡±. Estos d¨ªas han circulado por las redes varios bulos con este prop¨®sito inductor de la paranoia (y dejo de lado la lun¨¢tica tesis del atentado de ¡°falsa bandera¡±, tan delirante que por fortuna ni siquiera ha logrado prender en el mundo independentista). Cito tres, del mismo d¨ªa, y todos divulgados por personas de rango e influencia en la sociedad catalana, habituales de tertulias y con miles de seguidores. La especie, por ejemplo, de que las embajadas espa?olas no hab¨ªan abierto libro de condolencias. Era falso: se abrieron. La ¨¢spera protesta (¡°esto es lo que les importa: una mierda¡±) ante la supuesta decisi¨®n de Televisi¨®n Espa?ola de no interrumpir su programaci¨®n para informar de la ¨²ltima hora de la investigaci¨®n policial. Era falso: se interrumpi¨®. Y la m¨¢s explosiva de todas: la noticia, que vol¨® como la p¨®lvora, de que medios espa?oles hab¨ªan abandonado una rueda de prensa de los mossos ante la negativa a que esta se produjera en castellano. Al d¨ªa siguiente se conoc¨ªa la verdad: un ¨²nico corresponsal extranjero, holand¨¦s, hab¨ªa protagonizado el incidente. Es conocida la ley de hierro del embuste: la energ¨ªa que se necesita para desmentirlo es muy superior a la precisada para propagarlo. ?Cu¨¢ntos catalanes siguen hoy creyendo que una nueva l¨ªnea se escribi¨® en el cuaderno de agravios contra la lengua por parte de la ¡°caverna espa?olista¡±?
?Qu¨¦ hay de los otros, se dir¨¢n algunos? Sin duda, la ocasi¨®n tambi¨¦n era propicia a su manejo para la causa de la unidad. La tentaci¨®n sim¨¦trica a la apoteosis de los mossos en el altar de la construcci¨®n nacional era la de la cr¨ªtica desaforada de los errores en la prevenci¨®n del atentado, presentando a la polic¨ªa auton¨®mica como un cuerpo chapucero. Esa malicia tambi¨¦n era detectable en algunos apuntes. Y es cierto que hubo errores (por definici¨®n los hay ante un atentado consumado) pero tambi¨¦n aciertos. Sospecho que los dos relatos interesados, el autocomplaciente y el malicioso, coexistir¨¢n en el imaginario popular seg¨²n los sesgos de cada uno. Lo deseable, en cambio, ser¨ªa que emerja pronto un relato que sepa ponderar con justicia aciertos y errores, como el que termin¨® asent¨¢ndose tras el 11-M y que propici¨® notables mejoras en el modus operandi de Guardia Civil y Polic¨ªa Nacional. ?se es quiz¨¢ el ¨²nico uso inteligente y noble que cabe dar a un atentado: el de examinarlo con rigor y sin vileza con el ¨²nico prop¨®sito de intentar evitar el siguiente.
Juan Claudio de Ram¨®n Jacob-Ernst es ensayista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.