El liberalismo progresista
Esta corriente pol¨ªtica debe vencer la rigidez ideol¨®gica injustificada a favor de un mayor pragmatismo
Ante el inmovilismo de los viejos partidos y el auge del populismo est¨¢n emergiendo nuevas plataformas pol¨ªticas ¨Cen Francia, Chile, Canad¨¢ u Holanda¨C que proponen una redefinici¨®n de la idea de progreso en la globalizaci¨®n. Estos son algunos de los principios que deber¨ªan guiar al liberalismo progresista.
A favor de la globalizaci¨®n. La globalizaci¨®n es el arma conocida m¨¢s efectiva de lucha contra la pobreza. La incorporaci¨®n de China e India a las cadenas de producci¨®n globales ha sacado de la pobreza a m¨¢s de 1.000 millones de personas. Sin embargo, la globalizaci¨®n tambi¨¦n ha generado perdedores. Una parte importante de la poblaci¨®n en el mundo occidental ha visto su progreso estancado y sus expectativas frustradas.
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Ante esa realidad, han emergido dos tipos de respuestas. Por un lado, una coalici¨®n de enemigos del comercio que a¨²na a partidos en los extremos (Iglesias, Trump, M¨¦l¨¦nchon) con algunos partidos socialdem¨®cratas, antes defensores de las econom¨ªas abiertas. El PSOE de S¨¢nchez se ha sumado a esta v¨ªa ¡°anti-globalizadora¡± de Hamon y Corbyn renegando del CETA con Canad¨¢, el acuerdo comercial con mayores garant¨ªas laborales y medioambientales jam¨¢s firmado por la UE.
Una primera gu¨ªa para el liberalismo progresista debe ser estar netamente a favor de las econom¨ªas abiertas. Los aranceles pueden beneficiar temporalmente a los productores nacionales, pero perjudican a la inmensa mayor¨ªa de ciudadanos y a la econom¨ªa en su conjunto. Las empresas tienen menos incentivos a innovar y ser m¨¢s productivas y los ciudadanos acaban pagando los productos m¨¢s caros. A la larga, perder el tren de la globalizaci¨®n es perder el tren del crecimiento que sostiene nuestro Estado del Bienestar.
Como bien saben los escandinavos, existen f¨®rmulas para reducir las desigualdades que genera la globalizaci¨®n. Empezando por una reformulaci¨®n radical de las pol¨ªticas de empleo para centrar los esfuerzos en el trabajador: revolucionando los sistemas educativos y de formaci¨®n, acabando con la discriminaci¨®n de los temporales y de las mujeres, o implementando pol¨ªticas para estimular el empleo y dignificar sueldos como el complemento salarial.
Las soluciones m¨¢gicas solamente resultan en mayores injusticias y ansiedad
A favor de las sociedades abiertas. Karl Popper, en La sociedad abierta y sus enemigos (1945), hablaba de dos tipos de esp¨ªritu: el abierto y liberal, que acepta el cambio, la diversidad y la incertidumbre; y el cerrado y conservador que busca el inmovilismo y la uniformidad. El segundo clivaje que se abre en la pol¨ªtica occidental (y que tampoco entiende de izquierda y derecha) es el que divide a los que est¨¢n a favor y en contra de las sociedades abiertas.
Por un lado est¨¢n los que frente al cambio y la incertidumbre defienden el nacionalismo, el nativismo, el retorno a las fronteras del viejo estado-naci¨®n, a modelos antiguos de familia, rechazan la inmigraci¨®n o el conocimiento cient¨ªfico. En el otro extremo est¨¢n los que piensan que volver al pasado no puede ser una respuesta a los retos del futuro, defienden los valores cosmopolitas y creen en las sociedades plurales e inclusivas.
En el coraz¨®n de la idea de la sociedad abierta est¨¢ la idea de respeto, central en la tradici¨®n liberal. En cualquier sociedad, pero mucho m¨¢s en tiempos de globalizaci¨®n, la diversidad es infinita. Todos tenemos identidades (g¨¦nero, raza, naci¨®n, religi¨®n) distintas y ¨¦stas est¨¢n asociadas a una multiplicidad inacabable de intereses. Estos intereses entran a menudo en conflicto. La Ley existe para ordenar ese conflicto, hacernos a todos iguales y garantizar que no existen privilegios ni imposiciones de unos sobre otros. Por supuesto, el terrorismo es la mayor amenaza a la sociedad abierta. Para que se pueda disfrutar la libertad, la seguridad es imprescindible.
Anti-populistas. Justin Trudeau, en su famoso discurso en Naciones Unidas, defin¨ªa mejor que nadie el dilema al que se enfrentan los l¨ªderes ante la ansiedad de la ciudadan¨ªa: pueden elegir si explotarla y transformarla en miedo para su propio beneficio o asumirla y confrontarla con soluciones reales y a menudo complejas.
Muchos partidos socialdem¨®cratas, parad¨®jicamente, se han vuelto conservadores
El populismo y una buena parte de los partidos conservadores o nacionalistas ofrecen respuestas sencillas a la ansiedad. ?Qu¨¦ no llegas a fin de mes? La culpa es de los inmigrantes polacos. ?Qu¨¦ te sientes inseguro en las calles? Hay que construir un muro en la frontera. ?Qu¨¦ est¨¢s harto de la crisis? La culpa es de Bruselas; o del Estado Espa?ol.
El liberalismo progresista sabe que las soluciones m¨¢gicas solamente resultan en mayores injusticias y ansiedad. La respuesta a las desigualdades en el Reino Unido no es el Brexit, sino unas pol¨ªticas educativas m¨¢s inclusivas y mejores mecanismos de redistribuci¨®n. La respuesta al paro en Espa?a no es ofrecer rentas universales que no puedes pagar, sino ser campeones en innovaci¨®n, educaci¨®n y formaci¨®n.
Andr¨¦s Velasco, exministro de finanzas de Bachelet, propon¨ªa en la Escuela de verano de Ciudadanos que, frente a las mentiras del populismo, el liberalismo progresista debe defender la "honestidad radical¡±, tratando como adultos a los ciudadanos y explicando la complejidad.
Reformismo y Progreso. No existe mejor receta para alimentar el populismo que el inmovilismo y la falta de ambici¨®n reformista. Los partidos conservadores son, por definici¨®n, inmovilistas y, por tanto, defensores del establishment. Tradicionalmente los partidos socialdem¨®cratas han sido los partidos que han liderado el progreso.
Sin embargo, muchos partidos socialdem¨®cratas est¨¢n perdiendo el tren de la globalizaci¨®n porque, parad¨®jicamente, se han vuelto conservadores: ya sea por razones de rigidez ideol¨®gica (?medir los resultados educativos? ?Eso es neoliberal!); por dependencias clientelares (?igualar los derechos de temporales e indefinidos?¡ ?y que hago con mi sindicato!); o como consecuencia de sus pesadas maquinarias (si eliminamos las diputaciones¡ ?d¨®nde coloco a los m¨ªos?). Muchas de sus propuestas son inefectivas porque ofrecen respuestas a una realidad industrial que ya no existe.
La confianza en el progreso humano ha sido una idea central en la tradici¨®n liberal
Macron en su libro R¨¦volution (p.38) dice: "Si por liberalismo entendemos la confianza en el ser humano, entonces pod¨¦is llamarme liberal¡±. Desde los primeros utilitaristas como Jeremy Bentham, la confianza en el progreso humano ha sido una idea central en la tradici¨®n liberal (para Bentham el progreso consist¨ªa en una mayor ¡°utilidad¡± para un mayor n¨²mero de individuos). Los liberales y progresistas debemos confrontar el inmovilismo tanto como al populismo, abrazar el cambio y liderarlo.
A favor del mercado, contra los privilegios. El debate sobre si necesitamos m¨¢s o menos Estado acostumbra a resultar est¨¦ril. Cada intervenci¨®n necesita un diagn¨®stico concreto y un men¨² de pol¨ªticas p¨²blicas que algunas veces requerir¨¢ un mayor peso de la iniciativa privada y otras un mayor intervencionismo. El dogmatismo pre-fijado en contra o a favor del Estado es una mala gu¨ªa para solucionar los problemas de la gente. Como explica en su ¨²ltimo libro el Premio Nobel de Econom¨ªa, Jean Tirole, ¡°el Estado y el mercado son complementarios y no excluyentes. El mercado necesita regulaci¨®n y el Estado, competencia e incentivos¡±.
La izquierda tiende a confundir objetivos progresistas con medios estatistas. Por defecto, cualquier pol¨ªtica en la que intervengan incentivos o intermediarios de mercado es concebida como sospechosa. El liberalismo progresista debe vencer esa rigidez ideol¨®gica injustificada a favor de un mayor pragmatismo. Piensen en los sistemas de pensiones mixtos de Suecia o en las reformas laborales del socialdem¨®crata Schr?eder.
Por la derecha existen dos versiones. La primera es la visi¨®n conservadora, que a menudo se presenta como partidaria del mercado y el laissez-faire, pero que en realidad es m¨¢s pro-empresa que pro-mercado. La tendencia natural es defender los privilegios de los campeones nacionales y a las empresas que controlan el establishment (lo que hemos venido a llamar capitalismo de amiguetes) en detrimento de los nuevos entrantes, de la innovaci¨®n y la sana competencia. La segunda versi¨®n es una versi¨®n libertaria, desaparecida ya en el mundo acad¨¦mico, que por definici¨®n est¨¢ en contra de cualquier intervenci¨®n p¨²blica.
El liberalismo progresista sabe que no hay que elegir entre mercados abiertos y competitivos y unas instituciones fuertes e independientes, necesarias para corregir los numerosos fallos de mercado y para garantizar una aut¨¦ntica igualdad de oportunidades a ciudadanos y empresas.
Antonio Rold¨¢n Mon¨¦s es secretario de Programas y ¨¢reas Sectoriales de Ciudadanos y portavoz de Econom¨ªa en el Congreso.
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