Bioinspiraci¨®n
Nos figuramos un escuadr¨®n de robots met¨¢licos, humanoides y tozudos como una reata de mulas, desfilando con paso firme hacia su objetivo y armados hasta los dientes
La imaginaci¨®n puede alcanzar m¨¢s all¨¢ que el conocimiento, como sugiri¨® Einstein, pero tambi¨¦n nos corta las alas en ocasiones. Ahora que un grupo de expertos encabezado por Elon Musk, el magnate sudafricano fundador de Spacex y Tesla, ha vuelto a poner en la agenda el peligro de que la rob¨®tica se ponga al servicio de las malas artes de la guerra, nuestra imaginaci¨®n nos est¨¢ jugando una de esas malas pasadas. Nos figuramos, de manera casi autom¨¢tica, un escuadr¨®n de robots met¨¢licos, humanoides y tozudos como una reata de mulas, desfilando con paso firme hacia su objetivo y armados hasta los dientes con lanzadores de rayos y otras perrer¨ªas. Un caso de manual en que nuestra imaginaci¨®n se queda corta.
La vanguardia de la rob¨®tica, en realidad, no est¨¢ muy interesada en construir personillas met¨¢licas. Su gran fuente de inspiraci¨®n es m¨¢s bien la biolog¨ªa, una paradoja que ya tiene hasta un nombre acu?ado: bioinspiraci¨®n. Es una de las ¨¢reas m¨¢s activas de investigaci¨®n civil, y podemos suponer que los laboratorios militares estar¨¢n tomando buena nota de ella.
Tomemos el ¨²ltimo invento del instituto de ¨¦lite de la NASA, el JPL (Jet Propulsion Laboratory) en Pasadena, California. Se trata de un brazo rob¨®tico para agarrar los objetos m¨¢s dificultosos (y peligrosos) de la basura espacial, el enjambre de fases descartadas de los cohetes, restos de fuselaje y piezas de viejos sat¨¦lites con que hemos logrado enmugrecer nuestro entorno c¨®smico m¨¢s pr¨®ximo. Agarrar esos fragmentos de basura en el entorno (casi) ingr¨¢vido del espacio ha resultado imposible hasta ahora, pero los ingenieros de Pasadena lo han logrado, en situaciones experimentales, copiando los dispositivos asombrosos que usan las salamandras para adherirse a la pared. Bioinspiraci¨®n.
Otra innovaci¨®n bien notable, esta vez de los cient¨ªficos de la Universidad de Stanford, en California, implica una forma completamente nueva de moverse de un lugar a otro. No consiste en correr, sino en crecer como una planta rastrera o una hiedra. El robot es capaz de crecer hasta miles de veces su tama?o original, y su punta (o yema apical, como dir¨ªa un bot¨¢nico) se desplaza as¨ª a 40 kil¨®metros por hora. Tal vez sirva alg¨²n d¨ªa para introducir un cat¨¦ter en una zona delicada del cerebro, aunque seguro que a los militares se les ocurren otras aplicaciones. Tambi¨¦n hay robots experimentales para transportar mercanc¨ªas que se basan en los tubos de polen de las flores, y robots blandos que se curan sus propias heridas.
Desatad vuestra imaginaci¨®n. ?Bioinspiraos!
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