Soluciones
Hay cosas que empeoran cuando se pretende dialogar sobre ellas
Hace a?os sol¨ªa asistir a reuniones de periodistas de verdad, no aficionados como yo, que debat¨ªan alg¨²n asunto problem¨¢tico de la actualidad para ver c¨®mo enfocarlo editorialmente de manera constructiva. Se le daban muchas e inteligentes vueltas a la cuesti¨®n, a veces hasta llegar a lo que parec¨ªa un callej¨®n sin salida. Entonces mi a?orado amigo Javier Pradera carraspeaba: ¡°Bueno, a ver qu¨¦ se nos ocurre, pero nada de decir que debe buscarse una soluci¨®n imaginativa¡±. Y es que recurrir a esa f¨®rmula ya ra¨ªda o a otra parecida encubre la falta de ideas present¨¢ndola como una respuesta concluyente... que corre a cargo de otros. Uno salva su alma enunciando lo que se necesita y culpabiliza al pr¨®jimo por no proporcionarlo tal como se le indica. Algo parecido ocurre cuando frente a un conflicto de intereses de largo recorrido y que ya ha alcanzado un punto de encono grave, incluso en ocasiones tr¨¢gico, un alma inspirada afirma como quien ha descubierto la piedra filosofal que hace falta di¨¢logo. O m¨¢s di¨¢logo, porque di¨¢logo siempre hay, por ¨¦l empiezan precisamente las desavenencias. Lo que el di¨¢logo puede resolver nunca llegar¨¢ a mayores, pero hay cosas que empeoran cuando se pretende dialogar sobre ellas sin tomar en cuenta si se dan las condiciones, que son de tres clases: a) de tema; b) de respeto mutuo a cierto marco com¨²n que no se pone en cuesti¨®n; c) de cualificaci¨®n de los interlocutores. Los que a pesar de todo siguen repitiendo el mantra del di¨¢logo como si fuese un conjuro, bloquean las soluciones por miedo o pereza a afrontarlas.
A los predicadores de las ¡°soluciones imaginativas¡± y del ¡°di¨¢logo manque pierda¡± los padecemos, incansables, en el Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a. Ser¨¢ culpa del clima...
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