Lucha libre
Unos representan el papel de buenos y otros el de villanos
Las bravatas que se intercambian Donald Trump, Nicol¨¢s Maduro y Kim Jong-un constituyen una parodia de la lucha libre, un deporte muy popular en Estados Unidos, que llena las cadenas de televisi¨®n los fines de semana. Antes del combate los luchadores, con m¨¢s de 130 kilos de peso, se exhiben teatralmente con vestidos, cabelleras y tocados extravagantes, y se comportan de forma muy agresiva ante las c¨¢maras con un lenguaje soez lleno de amenazas violentas hacia su contrincante. Unos representan el papel de buenos y otros el de villanos. A veces fuera de las cuerdas se colocan otros luchadores que intervienen cuando los buenos o los malos est¨¢n en peligro. Pero al final los buenos siempre ganan. La misma impostada procacidad se ha establecido ahora en la pol¨ªtica norteamericana como una representaci¨®n viva de la m¨¢s genuina lucha libre. Entra Donald Trump en el cuadril¨¢tero internacional vestido con calz¨®n azul y corbata roja que contrastan con su almidonado tup¨¦ amarillo y grita que va a atacar con furia y fuego. En una esquina le espera Kim Jong-un, con notable sobrepeso y el occipucio esquilado, quien responde con la amenaza de soltar una bomba de hidr¨®geno reci¨¦n horneada y desde otra esquina el incontinente bocazas de Nicol¨¢s Maduro, ataviado con la bandera venezolana, suelta las consabidas soflamas. El combate est¨¢ ama?ado ya que Trump, despu¨¦s de golpes, ca¨ªdas y desalojos del ring totalmente trucados, espera dar el ¨²ltimo aullido de la victoria. Todo es una ficci¨®n teatral para distraer al p¨²blico de otros graves problemas que afectan al mundo, pero los luchadores no est¨¢n libres de una ca¨ªda fortuita con da?o grave o que otros luchadores, Putin o Xi Jinping, que est¨¢n observando el combate y el triunfo del bueno oficial, salten tambi¨¦n al cuadril¨¢tero y la representaci¨®n acabe en una real y divertida guerra nuclear.
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