El mundo nos mira
La expectaci¨®n internacional sobre Catalu?a es ahora bien cierta, pero tambi¨¦n afecta a Rajoy, de quien se espera una resoluci¨®n del conflicto dentro de los estrictos est¨¢ndares europeos
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Al fin, el mundo nos mira. La secesi¨®n catalana ha tardado mucho en emerger. Durante cinco a?os los gobiernos primero de Artur Mas y luego de Carles Puigdemont han realizado ingentes esfuerzos y utilizado abundantes recursos p¨²blicos en lo que han llamado la internacionalizaci¨®n del conflicto. A pesar de todo, los resultados obtenidos por el aparato de diplomacia p¨²blica paralela secesionista hasta este pasado mes de agosto han sido francamente mediocres.
Cierto, el secesionismo ha conseguido un pu?ado de primeras p¨¢ginas de la prensa internacional, sobre todo cuando ha fabricado im¨¢genes de gran potencia visual, como ha ocurrido desde 2012 en todos las Diadas, estas jornadas del 11 de septiembre multitudinarias y coloristas, organizadas con la precisi¨®n de un inmenso reloj humano. Pero la triste y brutal realidad es que la historia hecha por los catalanes no ha conseguido levantar cabeza y ocupar el primer plano internacional hasta el 17-A, cuando han sido unos atentados yihadistas los que han colocado el conflicto secesionista en el mapa de una forma que no hab¨ªan podido imaginar quienes se dedican profesionalmente a ello desde la Generalitat.
La imagen impactante de esta irrupci¨®n de la historia universal en la peque?a historia catalana nos la ofreci¨® la manifestaci¨®n del 26 de agosto, en la que los organizadores independentistas aparecieron como los alquimistas perversos que convierten una protesta contra el terrorismo y en apoyo a las v¨ªctimas en una apolog¨ªa de la secesi¨®n y una impugnaci¨®n del gobierno espa?ol y de la monarqu¨ªa. No son extra?os los lamentos del d¨ªa siguiente ante el flagrante error cometido ante el mundo por parte de las mentes sensatas que todav¨ªa quedan en el mundo secesionista.
La rep¨²blica dibujada por las leyes de transitoriedad se parece a Hungr¨ªa y Polonia
Apenas dos semanas despu¨¦s, los d¨ªas 6 y 7 de septiembre, Catalu?a ha irrumpido de nuevo, y esta vez todav¨ªa con m¨¢s fuerza, en una agenda tan competitiva como es la de la actualidad internacional. Es una noticia de amplio y profundo alcance, especialmente europeo, que el gobierno regional de uno de los pa¨ªses miembros de la UE convoque de forma unilateral un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, en vulneraci¨®n de la legislaci¨®n constitucional, sin base jur¨ªdica alguna en el derecho internacional y contraviniendo las ¨®rdenes de los tribunales y del Gobierno central.
Lo es en el objetivo que se persigue, la secesi¨®n, algo ins¨®lito en la zona de gran estabilidad de fronteras que es la Europa m¨¢s occidental. Pero tambi¨¦n lo es por el m¨¦todo empleado, mediante una primera ley destinada a convocar el refer¨¦ndum que significa la derogaci¨®n de la Constituci¨®n espa?ola, y una segunda destinada a organizar la gesti¨®n del resultado, que significa la proclamaci¨®n preventiva de una rep¨²blica provisional ¡ªde peculiares caracter¨ªsticas como r¨¦gimen pol¨ªtico¡ª, que se convertir¨ªa en realidad solo en caso de un resultado positivo de la consulta.
La secesi¨®n producir¨ªa el efecto domin¨®, primero en Espa?a, y luego en el conjunto de Europa
Si, tras el caso catal¨¢n, llegara a consolidarse el ejercicio del derecho a decidir en esta ¨¢rea de Europa, f¨¢cilmente se producir¨ªa un efecto domin¨® que actuar¨ªa pr¨¢cticamente en todos los actyuales 27 pa¨ªses socios de la UE: empezar¨ªa por Espa?a misma, y m¨¢s concretamente por el Pa¨ªs Vasco, donde el ahora moderado PNV no tendr¨ªa m¨¢s remedio que echarse en brazos del mundo exetarra. Las comunidades valenciana y balear, tal como algunos ya insin¨²an, ser¨ªan objeto de una ambici¨®n irredentista catalana que se extender¨ªa tambi¨¦n a las comarcas aragonesas de habla catalana y francesas del Rosell¨®n, Cerda?a y Capcir. En este ¨²ltimo caso se trata de fronteras trazadas en 1659, que se cuentan entre las m¨¢s veteranas de Europa.
La republica catalana que se nos propone es, de entrada, una amenaza geopol¨ªtica directa para Francia e indirecta para toda Europa; una naci¨®n con reivindicaciones territoriales fuera de sus fronteras ¡ªal estilo de la Hungr¨ªa de Viktor Orban¡ª y un est¨ªmulo para la fragmentaci¨®n del espacio europeo adicional al Brexit, en un momento de enorme incerteza respecto a la estabilidad internacional y de serias amenazas para la seguridad ¡ªunas todav¨ªa regionales y de tono menor con origen en Rusia, y otras mucho m¨¢s agudas y globales, como la crisis nuclear norcoreana.
La similitud con Hungr¨ªa ¡ªy tambi¨¦n con la Polonia populista de Jaroslav kaczynski¡ª se extiende al modelo de democracia que dibujan las dos leyes, la del refer¨¦ndum y la de la transitoriedad, y sobre todo al m¨¦todo expeditivo utilizado para su aprobaci¨®n en el parlamento catal¨¢n esta pasada semana, con flagrante menosprecio de la legalidad, los reglamentos y los derechos de los diputados y de sus representados. Se trata de democracias plebiscitarias, basadas en la dictadura de la mayor¨ªa y el desprecio a la minor¨ªa. Con abstracci¨®n de todo control judicial, incluso de los organismos soberanos propios. Sin divisi¨®n de poderes propiamente dicha. Y con una vocaci¨®n intervencionista en la sociedad civil y en los medios de comunicaci¨®n que se expresa tanto en la legislaci¨®n como en las pr¨¢cticas utilizadas por el Gobierno.
La mirada del mundo no puede ser piadosa hacia esa Catalu?a de tan dudosa calidad democr¨¢tica. Sobre todo, porque desde fuera se difuminan o apenas se perciben los negr¨ªsimos tintes de la caricatura de Rajoy que dibujan la izquierda radical y el secesionismo. Si acaso, esa mirada exterior, ahora tan esc¨¦ptica con los secesionistas, estar¨¢ tambi¨¦n muy atenta a la capacidad de Rajoy para resolver el envite al que se enfrenta con la pericia y el respeto a la cultura democr¨¢tica que exige la pertenencia al club de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y puntillosos con la legalidad constitucional y con los derechos humanos.
La tarea no es f¨¢cil. Rajoy debe impedir el refer¨¦ndum pero a la vez seguir donde estaba como gobernante europeo y democr¨¢tico. Cuando el mundo nos mira de verdad, todos quedamos retratados, cada uno a su modo. Rajoy no ha quedado muy bien en los ¨²ltimos cinco a?os, incluso diez si se a?ade el tiempo en que dirigi¨® al PP desde la oposici¨®n, abonando en buena medida el desaf¨ªo secesionista antes de demostrar su incapacidad para dar respuesta o al menos para domesticarlo. Su estrategia se ha revelado francamente mejorable si es que no totalmente enmendable. Pero nada excluye que pueda hacerlo bien e incluso muy bien a partir de ahora, precisamente en el momento m¨¢s dif¨ªcil, despu¨¦s de haberlo hecho mal o muy mal.
Hasta ahora solo Artur Mas y Puigdemont lo han hecho peor, y en el caso de los dos presidentes catalanes sin que exista paliativo alguno para sus respectivos desastres. Mas, por haber inventado una hoja de ruta imposible y no haberse descabalgado en las numerosas ocasiones en que tuvo oportunidad, cada vez que recib¨ªa un aviso de esas urnas por ¨¦l tan evocadas. Puigdemont, por haberse convertido en un complaciente mayordomo de la revolucionaria CUP, a la que ha ido obedeciendo en todas y cada una de sus ¨®rdenes. Siendo Mas y Puigdemont insuperables, es Rajoy quien tiene la oportunidad ahora, y luego a partir del 2-O, para enmendar sus errores pasados e incluso convertirse en quien encuentre la piedra filosofal de este rompecabezas de las Espa?as al que tanto ha contribuido con su quietismo y su incapacidad pol¨ªtica.
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