Nacionalismo

Estas l¨ªneas no van de la reciente y lamentable jaula de grillos del Parlament ni del facilismo melanc¨®lico y teledirigido de la Diada de ayer. Ni tampoco de c¨®mo hace ya mucho algunos tertulianos hicieron del nacionalismo aplicado a la pol¨ªtica la forma de ganarse la vida sin tener pinta de saber qui¨¦n es Rousseau. Esto va del nacionalismo mental. El que viaja en casi todos nosotros, vaya.

El nacionalismo es, seg¨²n la RAE, ¡°el sentimiento fervoroso de pertenencia a una naci¨®n y de identificaci¨®n con su realidad y con su historia¡±. Pongamos que hablamos de las croquetas de nuestra madre. No ser¨¢n una naci¨®n, pero son las mejores, no hay duda. O de las fiestas de nuestro pueblo, ?de verdad no has estado nunca? O de qu¨¦ co?os haces en la playa cuando a donde hay que ir es al campo, y viceversa. O de qu¨¦ suerte han tenido esos cerdos con el gol, si hemos jugado del cop¨®n (el f¨²tbol es la quintaesencia del nacionalismo mental, y solo se libran algunos h¨¦roes).

Hubo un anuncio en la tele en el que a un simp¨¢tico espa?olito se le pon¨ªa cara de trance cuando, en la Nueva York del hot dog y el s¨¢ndwich de pastrami, se le cruzaba una furgoneta de una marca de celtib¨¦ricos chorizos. Era genial porque era de verdad. Lo nuestro, ?ay, lo nuestro! Conoc¨ª en un hotel de Indonesia a una pareja de Teruel que suspiraba por una paella.

Otros¨ª: no tener la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de escuchar lo que dice el otro porque nos roba tiempo para pensar lo que vamos a decir ¡ªel verdadero deporte nacional en Espa?a¡ª es nacionalismo mental. Porque hay un nacionalismo mental. Y folcl¨®rico. Y local. Y de barrio. Y de calle. Y de escalera. Y aqu¨ª no hay quien viva.