Romper la coalici¨®n independentista
Los partidarios de la independencia de Catalu?a no son un colectivo monol¨ªtico. El Gobierno, ausente del debate p¨²blico, tiene que tomar la iniciativa para atraer a los independentistas circunstanciales. Pero debe plantear cambios de gran calado
Desde el inicio del proceso soberanista catal¨¢n en septiembre de 2012, el Gobierno de Mariano Rajoy se ha limitado a afrontar la crisis territorial apelando a la Constituci¨®n y a la legalidad vigente. Seg¨²n el Ejecutivo espa?ol, no ha existido margen para tomar la iniciativa y alcanzar soluciones pol¨ªticas pues la negociaci¨®n con los partidos independentistas es inviable. Ciertamente, no parece f¨¢cil establecer v¨ªas de di¨¢logo con un Ejecutivo catal¨¢n que se siente sujeto a un mandato irrenunciable de ruptura con Espa?a tras las elecciones plebiscitarias de 2015.
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Sin embargo, no es cierto que el ¨²nico interlocutor posible para lograr una soluci¨®n pol¨ªtica a la crisis territorial sea el actual Gobierno independentista catal¨¢n. De hecho, si el Gobierno central quisiera realmente apostar por una salida pol¨ªtica, ¨¦ste deber¨ªa puentear a los partidos independentistas y buscar directamente la interlocuci¨®n con la opini¨®n p¨²blica catalana. En concreto, deber¨ªa dirigir sus esfuerzos a seducir a una porci¨®n de la poblaci¨®n muy concreta: los catalanes federalistas (o que desean un mayor autogobierno para Catalu?a) que actualmente se han sumado a las filas del independentismo por razones estrat¨¦gicas.
Un error frecuente que se comete al analizar el llamado ¡°problema catal¨¢n¡± es considerar que el independentismo es un colectivo monol¨ªtico. En realidad, los partidarios de la independencia de Catalu?a constituyen una coalici¨®n heterog¨¦nea de grupos con distintos intereses y preferencias. De modo simplificado, se puede dividir el independentismo en dos grandes grupos en funci¨®n de sus preferencias territoriales. En primer lugar, nos encontramos a los independentistas incondicionales, con un compromiso casi inquebrantable con la construcci¨®n de un Estado catal¨¢n. Por otro lado, existen los independentistas circunstanciales, cuyo modelo territorial ideal es una Espa?a federal (o con mayores cotas de autogobierno para Catalu?a), pero que prefieren adherirse al proyecto independentista si la ¨²nica alternativa a ella es simplemente mantener el statu quo.
Las reformas necesarias ser¨ªan de ¡®suma cero¡¯; lo que se ofrezca a Catau?a lo pagar¨¢n otras regiones
Los independentistas incondicionales son el colectivo mayoritario, pues representar¨ªan, seg¨²n las encuestas del CEO, en torno al 80%-85% del total de los partidarios de la independencia. La mayor¨ªa de este colectivo ha desconectado de Espa?a y muy dif¨ªcilmente volver¨¢n a sentirse vinculados a un proyecto com¨²n con el resto del Estado. Por su lado, los independentistas circunstanciales representan en torno al 15%-20% de los que hoy se declaran favorables a la independencia. Si bien este ¨²ltimo colectivo representa una porci¨®n minoritaria del secesionismo, ¨¦ste es esencial para poder alcanzar una eventual mayor¨ªa favorable a la independencia.
Los catalanes federalistas ocupan una posici¨®n estrat¨¦gica crucial en la conformaci¨®n de mayor¨ªas, pues son ellos quienes pueden acabar decidiendo hacia qu¨¦ lado se inclina la balanza. En los ¨²ltimos a?os, una porci¨®n relevante de este colectivo se ha sumado a las filas del independentismo. Seg¨²n las encuestas, alrededor de un 30% de los votantes federalistas vot¨® a formaciones independentistas en las elecciones ¡°plebiscitarias¡± de 2015.
Estas elevadas cifras de adhesi¨®n al proyecto independentista entre los catalanes federalistas se debe, en gran medida, a la incomparecencia del Gobierno central en el debate p¨²blico. Si el Gobierno espa?ol deseara desactivar el proceso soberanista catal¨¢n deber¨ªa tomar la iniciativa con el fin de romper la coalici¨®n independentista atrayendo a sus filas a los independentistas circunstanciales. Si este colectivo vuelve a confiar en un proyecto com¨²n con Espa?a, el independentismo se reducir¨ªa a unos niveles que muy probablemente pondr¨ªan en jaque al proceso soberanista.
Si no se percibe el riesgo de secesi¨®n, los espa?oles no querr¨¢n pagar el coste de la reforma territorial
Pero ?puede realmente el Gobierno central ofrecer una propuesta suficientemente atractiva como para romper la coalici¨®n independentista? No parece probable que se pueda atraer a ese catal¨¢n federalista que hoy simpatiza con la independencia simplemente con buenas palabras y algunos gestos simb¨®licos, como intent¨® el Gobierno de Rajoy en su Operaci¨®n Di¨¢logo de finales del pasado a?o. Quiz¨¢s en el pasado era posible contentar a ese colectivo con reformas de corto alcance que no pusieran en peligro el equilibrio general del modelo auton¨®mico. Sin embargo, en la actualidad, ante un escenario de ruptura y una desafecci¨®n generalizada con el modelo actual de autogobierno, se requieren muy probablemente reformas de mayor calado.
As¨ª, para romper la coalici¨®n independentista, el Estado deber¨ªa plantear reformas que probablemente pongan en jaque el actual equilibrio del modelo territorial. Se tratar¨ªa de reformas con una naturaleza de suma cero: lo que se ofreciera a Catalu?a ser¨ªa inevitablemente a costa de otras comunidades aut¨®nomas.
Es por este motivo que cabe preguntarse hasta qu¨¦ punto estar¨ªan dispuestos los ciudadanos de otras comunidades aut¨®nomas a asumir los costes de un nuevo encaje de Catalu?a en el Estado. Por el momento, no parece que as¨ª sea. Las encuestas del CIS indican que menos del 1% de la poblaci¨®n considera la cuesti¨®n catalana como uno de los principales problemas del pa¨ªs. Existe una mayor preocupaci¨®n por cuestiones como las pensiones o la inmigraci¨®n que por la grave crisis del modelo territorial que sufre nuestro pa¨ªs.
La opini¨®n p¨²blica espa?ola no parece haber asimilado la magnitud del problema catal¨¢n. Entre los espa?oles impera m¨¢s un clima de hartazgo y desafecci¨®n que de preocupaci¨®n por esta cuesti¨®n. Si no se percibe la p¨¦rdida de Catalu?a como un riesgo real, entonces probablemente los espa?oles no est¨¦n en condiciones de aceptar pagar un precio para resolver la cuesti¨®n catalana.
En definitiva, un Gobierno con verdadera vocaci¨®n de resolver la crisis territorial catalana deber¨ªa dirigir sus esfuerzos a romper la coalici¨®n independentista y recuperar, de nuevo, la lealtad de los federalistas catalanes. Pero, para lograrlo, es necesario poner encima de la mesa reformas que muy probablemente generar¨ªan una gran hostilidad en el resto de comunidades aut¨®nomas. Es por este motivo que un paso previo a la resoluci¨®n de la actual crisis territorial es convencer a la opini¨®n p¨²blica espa?ola de la verdadera magnitud del problema catal¨¢n y de que la unidad de Espa?a requiere inevitablemente asumir ciertos costes. Esta tarea s¨®lo puede realizarla un Gobierno con capacidad de liderazgo, dispuesto a asumir ciertos riesgos pol¨ªticos y que cuente con la unidad de los principales partidos de la oposici¨®n. Por el momento, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Llu¨ªs Orriols es doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Carlos III de Madrid.
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