La sombra de la prostituci¨®n
El Estado debe trabajar para garantizar nuestro derecho a tener una vida digna, libre, segura e igualitaria
Vivimos en una ¨¦poca en la que, en Occidente, el derecho a la igualdad es muy mencionado y, es rara la persona que no se autoproclama a favor de la igualdad. En teor¨ªa todos los partidos pol¨ªticos en Espa?a est¨¢n a favor de ella. Sin embargo, el derecho a la igualdad no casa bien con el hecho de que la mayor¨ªa de los altos puestos de poder (pol¨ªticos, econ¨®micos, religiosos, sociales) sean ocupados por hombres, mientras que la mayor¨ªa de las personas en situaci¨®n de prostituci¨®n son mujeres al servicio del ocio sexual de hombres.
La prostituci¨®n es el para¨ªso del machismo y del capitalismo m¨¢s feroz, un espacio en el que los derechos de las mujeres, y no solo el de la igualdad, quedan en suspenso, y lo que se aplica es la ley del hombre consumidor. El hombre que consume el cuerpo y la energ¨ªa de la mujer, sin restricciones, porque para eso paga, para sentir privilegios sin l¨ªmites, para ser impune, pudiendo humillar y violentar si lo desea. Eso es lo que se compra, el machismo en estado puro, sin limitaciones: un espacio en el que el hombre puede hablar y actuar sin l¨ªmites, y la mujer solo puede hablar y actuar en la medida y forma en la que eso complace al hombre.
En la fantas¨ªa de muchos hombres existen numerosas mujeres a su alrededor que tienen vocaci¨®n de prostitutas. Pero en la pr¨¢ctica, los lugares en los que se desarrolla la prostituci¨®n est¨¢n llenos de mujeres que no quieren estar haciendo eso, y que en vez del suced¨¢neo derecho a adaptase a la situaci¨®n de prostituci¨®n para sobrevivir, preferir¨ªan tener el derecho a la dignidad, a la libertad, a la seguridad. Mujeres que han sido enga?adas, o que no han visto otra alternativa a una situaci¨®n desesperada, o que tienen problemas de drogas o han sufrido abusos en la infancia. Mujeres y ni?as que muchas veces son trasladadas como mercanc¨ªas desde otros pa¨ªses. Porque en nuestro pa¨ªs aunque hay mujeres espa?olas en prostituci¨®n, la mayor¨ªa son extranjeras en situaciones p¨¦simas. Eso nos da una idea de lo poco ¡°vocacional¡± y ¡°satisfactoria¡± que es esa actividad, y de la carga que soportan esas mujeres. Eso y el hecho de que por lo general no son hombres los que se prostituyen.
Pero el efecto de la prostituci¨®n no termina ah¨ª, se extiende sobre toda la sociedad y especialmente sobre todas las mujeres. Sobre nosotras planea su sombra alargada, al igual que la sombra de la violaci¨®n, record¨¢ndonos que podr¨ªamos ser reducidas a objetos de consumo masculino, que podr¨ªamos sufrir violencia por parte de un hombre, si nuestras circunstancias fueran adversas o si un hombre lo quisiera, y que el ¨²nico deseo necesario a la hora de tener relaciones sexuales es el del hombre. Las ni?as aprenden pronto de los panfletos sobre el parabrisas de los coches, que hay hombres que pueden usar sexualmente a mujeres por 20 euros, y de los anuncios de carretera que el cuerpo de las mujeres es, en mayor o menor medida, p¨²blico para los hombres. Aprenden que el deseo sexual de los hombres importa m¨¢s que el de las mujeres, y que no pocas veces va unido a la agresividad. Que pueden ser dominadas por los hombres, y que hay muchas mujeres que tienen que conformarse con sobrevivir aguantando la agresividad masculina. Lo aprenden y, lo que es peor, lo interiorizan poco a poco como algo normal que les acompa?a durante toda su vida, y que las limita.
Frente a esto nuestros pol¨ªticos y pol¨ªticas prefieren en la mayor¨ªa de las ocasiones mirar hacia otro lado porque la prostituci¨®n genera mucho dinero pero sobre todo porque la prostituci¨®n es un privilegio masculino al que muchos hombres -votantes- no quieren renunciar, incluso una forma de ser hombre extendida y consolidada. Por eso hay reuniones comerciales y pol¨ªticas que terminan con servicios de prostituci¨®n, igual que competiciones deportivas.
La prostituci¨®n no es fruto de la libertad sexual de la mujer sino de la violencia sexual de muchos hombres. No sirve para igualar los derechos entre hombres y mujeres sino para situarnos a las mujeres como ciudadanas de segunda categor¨ªa. No es una salida profesional. No es justo que haya mujeres que se tengan que conformar con sobrevivir adapt¨¢ndose a la prostituci¨®n, el Estado debe trabajar para garantizar nuestro derecho a tener una vida digna, libre, segura e igualitaria. Ya es hora de actuar para acabar con la prostituci¨®n y su sombra.
Amparo D¨ªaz Ramos es abogada especialista en violencia de g¨¦nero. Coordinadora del Turno contra la Trata del Colegio de abogados de Sevilla.
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