Catalu?a y la izquierda
Los nacionalismos tienen poco en com¨²n con la izquierda y el ala de esta m¨¢s proclive al independentismo debe pensarse si por darse el gusto de acabar con el ¡°r¨¦gimen del 78¡± est¨¢ dispuesta a ser c¨®mplice de un suicidio asistido
"No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos reto?e en Barcelona un separatismo est¨²pido y pueblerino¡±. Juan Negr¨ªn, presidente del Gobierno de la Segunda Rep¨²blica, expres¨® con estas palabras, en plena Guerra Civil, un sentimiento muy extendido entre las izquierdas espa?olas ante lo que consideraban abierta deslealtad de la Generalitat catalana hacia la Rep¨²blica.
El presidente Aza?a se mostr¨® tambi¨¦n profundamente dolido con el nacionalismo catal¨¢n por las, seg¨²n ¨¦l, ¡°escandalosas pruebas de insolidaridad y despego, de hostilidad de chantajismo que la pol¨ªtica catalana de estos meses ha dado frente a la Rep¨²blica¡±. As¨ª lo afirma en mayo de 1937 en una anotaci¨®n en su diario en la que se lamenta del ¡°despotismo personal, ejercido nominalmente por Companys, y en realidad por grupos irresponsables que se sirven de ¨¦l¡±.
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Esa autonom¨ªa ¡°secuestrada¡± por los titulares del poder auton¨®mico no era raz¨®n, a su juicio, ¡°para inhibirse, sino todo lo contrario¡±: ¡°El Gobierno debe restablecer en Catalu?a su autoridad en todo lo que le compete¡±, y hacerlo ¡°sin perder d¨ªa ni hora¡±, porque el sistema auton¨®mico hab¨ªa sido destruido desde dentro por el nacionalismo, que aprovechando ese vac¨ªo hab¨ªa implantado ¡°una dictadura mediante la absorci¨®n de los poderes atribuidos a la democracia y la usurpaci¨®n de otros que no le corresponden¡±.
Unos meses despu¨¦s, en una tensa conversaci¨®n con Carles Pi i Sunyer, conseller de Cultura de la Generalitat, Aza?a insisti¨® en su idea de que el Gobierno presidido por Companys se hab¨ªa colocado fuera de la legalidad republicana. ¡°Las extralimitaciones y abusos de la Generalidad¡±, le dijo, ¡°son de tal ¨ªndole que no caben ni en el federalismo m¨¢s amplio¡±. Pon¨ªa como ejemplo la creaci¨®n de ¡°delegaciones de la Generalidad en el extranjero¡±, el empe?o constante en diferenciar a Catalu?a del resto de Espa?a y una actitud victimista inspirada en ¡°ese sentimiento deprimente de pueblo incomprendido y vejado que ostentan algunos de ustedes¡±.
Es comprensible la amargura personal de quien tanto hab¨ªa luchado por la aprobaci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, que iba a poner fin, a su juicio, a un viejo pleito hist¨®rico. As¨ª se desprende de las palabras que pronunci¨® desde el balc¨®n del palacio de la Generalitat el 25 de septiembre de 1932, y en particular de una afirmaci¨®n suya que provoc¨® el delirio de la multitud all¨ª congregada: ¡°?Ya no hay reyes que te declaren la guerra, Catalu?a!¡±. El problema se reduc¨ªa al parecer a un conflicto con la Monarqu¨ªa, y por tanto desaparecer¨ªa con ella en cuanto la joven Rep¨²blica restableciera la natural convivencia entre los pueblos de Espa?a.
Indalecio Prieto lleg¨® a afirmar que la actitud de ERC era un ¡°auto de deslealtad¡± a la Rep¨²blica
Quedaban atr¨¢s momentos de alta tensi¨®n en que se hab¨ªa rozado la ruptura entre la coalici¨®n republicano-socialista gobernante en Madrid y Esquerra Republicana, mayoritaria en Catalu?a. ¡°Autonom¨ªa, s¨ª; soberan¨ªa compartida, no¡±, advirti¨® el republicano S¨¢nchez Rom¨¢n.
Indalecio Prieto lleg¨® a afirmar que la actitud de ERC desde la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica constitu¨ªa ¡°un acto de deslealtad¡± como no hab¨ªa conocido en toda su vida pol¨ªtica. Tras la aprobaci¨®n del Estatuto, el problema catal¨¢n parec¨ªa, sin embargo, felizmente resuelto para siempre.
Perdida la guerra y con ella la autonom¨ªa de Catalu?a, la izquierda espa?ola y el nacionalismo catal¨¢n intentaron mejorar sus maltrechas relaciones. En 1944, en un momento crucial para las esperanzas de restauraci¨®n de la democracia en Espa?a, el socialista Luis Araquist¨¢in, exiliado en Londres, particip¨® en una alianza impulsada por el nacionalismo vasco y catal¨¢n que aspiraba a crear una ¡°Comunidad Ib¨¦rica de Naciones¡±.
Araquist¨¢in no tard¨® en desmarcarse de aquel plan, en vista de las reticencias de sus interlocutores nacionalistas a aceptar dos principios que le parec¨ªan innegociables: que el r¨¦gimen que deb¨ªa proclamarse tras la ca¨ªda de las dictaduras peninsulares reconocer¨ªa dos ¨²nicas naciones ¡ªEspa?a y Portugal¡ª y que el arreglo del pleito territorial espa?ol tomar¨ªa como marco irrenunciable la Constituci¨®n republicana de 1931, que podr¨ªa ser reformada pero nunca ignorada o derogada.
Los progresistas de hoy debieran leer m¨¢s a los suyos y aprender de sus l¨ªderes hist¨®ricos
Su defensa de la naci¨®n espa?ola y de la legalidad constitucional sorprendi¨® al peneuvista Manuel de Irujo, que le record¨® su actitud receptiva cuando en 1917, en plena crisis de la Monarqu¨ªa alfonsina, era director de la revista Espa?a y dio amplia cabida en ella a los postulados nacionalistas. El propio Araquist¨¢in le explic¨® en una carta las razones de su cambio de postura.
En aquella ¨¦poca, su objetivo como socialista era acabar con la Monarqu¨ªa y con el r¨¦gimen del 76, entonces vigente. Esa causa suprema justificaba todo tipo de alianzas, tambi¨¦n con los nacionalismos, con tal de sumar fuerzas contra el enemigo com¨²n. Casi treinta a?os despu¨¦s, escarmentado por experiencias recientes, quer¨ªa dejar bien claro que esta vez la lucha contra el franquismo iba a tener como l¨ªmite infranqueable la unidad nacional y la Constituci¨®n del 31.
Estos ¨²ltimos d¨ªas ha sorprendido el llamamiento de Pablo Iglesias a formar una plataforma de cargos electos dispuestos a acudir en ayuda del independentismo catal¨¢n y formar as¨ª una gran coalici¨®n antisistema. Su propuesta se presta a m¨²ltiples interpretaciones desde la historia comparada, sobre todo este a?o, en el que se cumple el centenario de la Asamblea de Parlamentarios que pretendi¨® acabar con la Monarqu¨ªa canovista. A la crisis espa?ola de 1917 se refer¨ªa Araquist¨¢in en su respuesta a Manuel de Irujo, y de su testimonio se desprende una ense?anza hist¨®rica que tal vez sea hoy de alguna utilidad: que los nacionalismos tienen muy poco en com¨²n con la izquierda y que pueden llegar a ser muy malos compa?eros de viaje.
Convendr¨ªa que la izquierda actual leyera m¨¢s a los suyos y aprendiera de los desenga?os de sus l¨ªderes hist¨®ricos; Indalecio Prieto, por ejemplo, tan buen conocedor del nacionalismo vasco, cuya pulsi¨®n independentista estaba, seg¨²n ¨¦l, condenada al fracaso. ¡°El separatismo ser¨ªa el suicidio por asfixia, y los pueblos no se suicidan¡±.
Puede que Prieto, tantas veces tachado de pesimista, pecara aqu¨ª de un optimismo excesivo. Aquel 48% del pueblo alem¨¢n que en marzo de 1933 se ech¨® en brazos del nazismo invocando su derecho a decidir frente a Versalles y la Sociedad de Naciones cometi¨® un suicidio hist¨®rico de consecuencias irreparables. La izquierda m¨¢s proclive al independentismo debe pensarse seriamente si por darse el gusto de acabar con el ¡°r¨¦gimen del 78¡± est¨¢ dispuesta a ser c¨®mplice de un suicidio asistido.
?Juan Francisco Fuentes es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid.
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